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David Felipe Arranz
Sábado, 22 de diciembre 2018
La Lotería es ese sueño imposible colgado del incierto concepto de la suerte: se acerca el final de año, termina un ciclo vital y todos apuestan a que su vida cambiará fiando sus deseos a doña Manolita, el demiurgo femenino que convoca colas kilométricas en el centro de Madrid. Desde la cornucopia abundosa de la cabra Amaltea que amamantó a Zeus al Laberinto de Fortuna de Juan de Mena, pasando por el invento de los hermanos Calzabigi que Casanova les vendió a los ministros de Francia o el cuento 'La lotería' de Shirley Jackson publicado en The New Yorker en 1958, la Suerte se muestra tan escurridiza como una sensual diosa que pone pies en polvorosa. Y pocos afortunados consiguen sujetarla de los cabellos, tal y como lo han contado en el cine Charles Crichton, William Castle, Nora Ephron, Gabriel Axel, Jeff Probst o Shira Piven, a los que les tocó la 'lotería' de dirigir a grandes intérpretes tras el codiciado premio gordo.
Una de las primeras películas sobre la lotería que el cinéfilo recuerda es una de aquellas comedias deliciosas en blanco y negro de los estudios Ealing, 'La lotería del amor' (1954), de Charles Crichton, en la que el premio es nada más y nada menos que… ¡David Niven! La película, que recuerda a las 'Siete ocasiones' (1925) de Buster Keaton bajo el mismo lema de «uno para todas» y en la que una legión de féminas anhelantes desea llevarse su trofeo masculino a casa, contiene un cameo del mismísimo Humphrey Bogart. ¿Qué premio 'mejor' puede existir para una señorita, para una soltera en edad de merecer o para la presidenta del club de fans del gran Rex Allerton (Niven), que casarse con su astro de la gran pantalla y redimirlo de su disipada vida donjuanesca? Los extraordiarios Peggy Cummins, Anne Vernon y el inolvidable Hebert Lom –el inspector Dreyfus de la saga de la Pantera Rosa– dieron la réplica al impecable actor británico de estilizado bigotillo. Inglaterra produjo así la primera película del sorteo: inquieta, doméstica, publicitaria, televisual y muy de 'celebrity'.
La idea de un cambio de vida a lo Dickens está también presente en la bizarra 'El barón Sardónico' (1961), una exquisitez terrorífica de William Castle ambientada en la Europa del siglo XIX en la que el ambicioso protagonista busca con desesperación un billete de lotería ganador que se le ha olvidado en el traje de su padre, recién sepultado en una tumba. Cuando logra desenterrar el cadáver y la vista del rictus deforme de su progenitor, las facciones de Sardónico quedan paralizadas para siempre por el espanto. La película, una variante del 'Drácula' de Stoker y de 'El hombre que ríe' de Victor Hugo, es una verdadera delicatesen macabra, brillante metáfora de la cara más sombria de la esperanza: la codicia.
Detrás de 'El festín de Babette' (1987), de Gabriel Axel, está el maravilloso cuento de la danesa Karen Blixen: en él, la criada francesa que huye de la guerra civil de su país, en 1871, llega a la pequeña ciudad de Berlevaag, a orillas de un fiordo, y en diciembre regala a sus sacrificadas señoras y demás amigos un opíparo convite que puede costearse gracias a que ha sido agraciada con la lotería. La dulce Babette había sido cocinera en el Café Anglais de París y en la mesa despliega un menú en el que destaca la sopa de tortuga, las perdices en sarcófago, los postres más caprichosos y todo ello regado con el caviar más exquisito y los grandes vinos franceses. Pocas veces como en esta magnífica adaptación el cine ha recogido la cara positiva y humana del premio, ya que el festín es el pretexto para que los gélidos nórdicos comiencen a amarse apasionadamente.
En 'Te puede pasar a ti' (1994), de Andrew Bergman, el policía Charlie Lang, un oficial casado con la hogareña Muriel, le promete a una bella camarera que si alguna vez ganase la lotería nacional, le daría la mitad. Los dioses –o el diablo– escuchan su plegaria y el agente de la ley recibe un premio de cuatro millones dólares. Podríamos asegurar que lo peor de la película es el insoportable Nicholas Cage –como es habitual–, pero la belleza estatuaria Bridget Fonda con su sonrisa sencilla, callejera y californiana de nietísima de la saga, y los arrebatos puertorriqueños de Rosie Pérez reclamando su parte, salvan una película en la que el amor entra por la puerta grande mientras el matrimonio sale por la de servicio, todo ello con las legiones de periodistas dispuestos a preguntar eso tan original de en qué van a gastar el potosí que acaban de ganar y a qué saben las promesas cumplidas al pagar la cuenta. El guion es de Jane Anderson, guionista de algún episodio de la serie 'Mad Men', 'La ganadora' (2005) y 'La buena esposa' (2017): una fina conocedora del alma femenina, como no podía ser de otra forma.
Sobre las últimas oportunidades en forma de siete millones de libras irlandesas que los duendes de la lotería conceden a un anciano trata 'Despertando a Ned' (1998), de Kirk Jones, el director de ñoñeces olvidables con urgencia, como 'La niñera mágica' o 'Todos están bien'. Se trata de una magnífica comedia negra –su mejor trabajo, de hecho– trufada de mucha melancolía sobre la fugacidad del tiempo, con un espléndido Ian Bannen en una de sus últimas apariciones en la gran pantalla. Un par de septuagenarios vecinos del muerto recién agraciado con la suerte deciden mantener la ficción de que el premiado sigue vivo, para así cobrar la fortuna y repartirla entre todos los vecinos con el fin de evitar que se lo quede el Estado. Es en lo anacrónico vuelto eterna juventud donde descansa el éxito de esta disparatada y frondosa historia británico-irlandesa realizada por un inspirado director al que las musas, por desgracia, ya no han vuelto a visitar.
Otro de los títulos imprescindibles para revisar en estas fechas loteras es 'Combinación ganadora' (2000), de nuestra admirada periodista, guionista y cineasta Nora Ephron. Maltratada por la crítica especializada, el largometraje de la aclamada guionista de 'Cuando Harry encontró a Sally' plantea un enredo ambientado en los felices ochenta y en pleno invierno, protagonizado por el incombustible John Travolta y la otrora televisiva Lisa Kudrow, en torno a un arruinado hombre del tiempo del canal WTPA que sale con una azafata que canta por la tele los números del suerte de la lotería del Estado. La película de Ephron es un cruce de clásicos, desde Frank Capra a Woody Allen, que nos devuelve a los tiempos de vacas gordas y cielos visto boca arriba en las terrazas de los apartamentos de Pennsylvania.
De los últimos años destacamos 'Última jugada' (2001), de Jeff Probost, porque trabajan en ella dos monstruos de la gran pantalla como Robert Forster en su sempiterno papel detectivesco y James Earl Jones. En ella un hombre se encuentra con una cartera en el suelo en cuyo interior se esconde un billete de la lotería premiado con seis millones de dólares. Pocas timbas para tanto dinero, mucho capitalismo moderno que rezuma por el lumpen ilegal y nocherniego y los comienzos de Ryan Reynolds, tan inencontrable siempre consigo mismo. El otro título es 'The Lottery' (2010), un emotivo documental de Madeleine Sackler sobre la quiebra del sistema educativo en los Estados Unidos y de cómo cuatro familias de Harlem y del Bronx tratan de que sus hijos se incoporen a las afamadas Success Academy Charter Schools, gracias a un sorteo en el que el premio no es otro que la excelencia en la educación. Y en 'Welcome to Me' (2014), el sorteo le sirve a Shira Piven para contar la historia de una mujer con trastorno de personalidad que monta su propio 'talk show' con el importe del premiazo.
Una nota al margen, la lágrima del clown cuando acaban las celebraciones: el magnífico actor shakespeariano Clive Arriendell –que interpretó al popular Calvo de la Lotería de 1998 a 2005–, de 68 años de edad, vive retirado en Londres, ha vivido toda suerte de vaivenes sentimentales –especialmente en los días de vino y rosas de la Lotería, cuando las telespectadoras recorrían España para verlo– hasta su definitiva soltería; hoy, no encuentra trabajo en ningún teatro. En nuestro país, los creativos de publicidad que lo encumbraron ya no lo llaman. Hay que tener cuidado con los deseos, porque a veces se cumplen.
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Pedro Resina | Valladolid
Fermín Apezteguia y Josemi Benítez
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