Voluntarios en la excavación, ayer, en el cementerio de Villadangos del Páramo (León). maría fernández

«He llorado lo que no ha podido llorar mi familia porque la callaron»

Descendientes de los represaliados en Villadangos del Páramo en 1936 esperan hallar sus restos en una zona del cementerio que ayer comenzó a ser excavada

maría fernández

Viernes, 25 de febrero 2022, 08:49

Los sentimientos estaban ayer a flor de piel en el cementerio de la localidad leonesa de Villadangos del Páramo. Después de un largo camino, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha podido comenzar a trabajar en la prospección de las 20 ... fosas comunes que creen que esconde el cemento del camposanto.

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Una veintena de voluntarios comenzaron a trabajar en una parcela de 35 metros cuadrados donde no hay, en la actualidad, panteones. «Es una intervención complicada y las familias ya saben que es difícil recuperar las veinte fosas que había en un principio. Lo importante es que tengan la oportunidad de recuperar a los suyos. Hoy se han recuperado muchas de sus historias, a ver si fisicamente podemos dar con alguno de ellos», destaca Marco Antonio González, vicepresidente de la ARMH.

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La asociación espera poder llegar hoy a los restos humanos después de retirar las capas de cemento. «Y si no les encontramos, pediremos un espacio para que se les haga un homenaje», anuncia González. Mientras los voluntarios trabajaban, los descendientes de los desaparecidos se unían en el cementerio haciendo del dolor un sentimiento común. Y es que el camino no ha sido sencillo. Tras las complicaciones puestas desde los organismos oficiales, también se han encontrado con las dudas de los vecinos.

Rufino Juárez, nieto de Rufino Juárez, 'paseado' en octubre de 1936 y agricultor de Vegas del Condado, señala que «este acto tiene que servir como labor pedagógica para que no vuelva a suceder. Algún terrorista hizo que nos quedaramos sin abuelos; encontremos o no los restos, culmina una etapa muy importante».

Lágrimas y recuerdos

«Vengo de Canarias porque no me quería perder esto. Aunque no se consiga nada, no se encuentren los huesos pero nos hemos juntado una serie de familias y si se encuentra uno, es suficiente.» destaca Pura Francisco, nieta de Valentín Francisco quien tenía 39 años y siete hijos y era gestor del Ayuntamiento de Mansilla de las Mulas en 1936.

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Con lágrimas en los ojos y aferrada a una fotografía en la que aparece su abuelo materno, Epifanio Llamazares, Amparo Robles cuenta que él era republicano, por lo que el secretario del Ayuntamiento le había dicho que huyera con él a Francia, pero «se negó porque no había hecho nada nadie». La Guardia Civil detuvo a Epifanio, de 58 años, y le llevó al Ayuntamiento, desde donde le dirigieron a San Marcos para, en la madrugada del 22, trasladarlo al monte de Villadangos y «matarlo junto a otros cinco hombres y una mujer». «No tengo mucha esperanza de que encuentren aquí los cuerpos, pero la esperanza es lo último que se pierde», dice Amparo Robles mientras mira los trabajos de excavación. «He llorado lo que no pudo llorar mi familia porque la callaron», advierte.

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