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Celadores en el Hospital de León. leonoticias
Coronavirus en León: «En el Hospital de León no es la guerra, es peor»

«En el Hospital de León no es la guerra, es peor»

Un celador del Complejo Asistencial de León narra en primera persona cómo han vivido los peores días de la crisis sanitaria | «Llegó la hora de entrar y sientes miedo, mucho (...) ¿Me lo llevaré hoy a casa?¿se lo pasaré a los míos?»

j.p.

León

Viernes, 22 de mayo 2020, 19:34

Llegó la hora de entrar y sientes miedo, mucho. Sabes perfectamente que el equipo que debo ponerme como protección vale de poco, pero aun así te preparas… intentas no pensar… estas nervioso y no lo parece... te vistes como un autómata, sigues el protocolo que un compañero te va dictando en voz alta… despacio… sin errores… y entras en el box… ¿me lo llevaré hoy a casa?¿se lo pasaré a los míos?. Te acercas despacio mirando lo que tocas, lo que rozas y, entonces, notas enseguida una mirada que se posa en ti, me vuelvo a mirar y percibo el miedo intenso y puro que muestra una cara que no es la tuya y que hace que tu propio miedo desaparezca, por insignificante. Es entonces cuando mi mente hace clic y empiezo a hacer lo imposible porque esa cara, que no es la tuya, cambie esa expresión, para no llevármela en la cabeza a casa y por ello agradecerás que se sienta reconfortado. Intentas, en los pocos minutos que tienes, demostrarle a esa persona lo que importa a todos, lo que se la necesita, que necesitamos todos que luche... y me siento impotente.

Después de hacer todo y haber comprobado todo tres veces, toca salir ya y no sabes si lo mal que lo has pasado habrá servido de algo… a lo mejor ya no vuelvo a ver esa cara y lo peor es que veré otras con la misma expresión y no podremos evitar volver a hacer lo mismo una vez más, intentando resolver lo que no esta en tu mano.

Vuelve el miedo otra vez, toca quitarse todo y sigues con la cabeza en el box del que acabas de salir… una compañera te guía de nuevo para que no cometas errores, dictándote otra vez el protocolo de retirada del equipo que has usado y vuelves a sentirte como un autómata pero ahora viendo esa cara mientras te vas quitando todo y te lavas, pensando en lo pequeño y afortunado que eres y, por si acaso, justo cuando terminas y todo lo que usaste lo echas al contenedor, te despides de corazón de esa mirada, de esa persona que a lo peor se convierte en un número para muchos, porque nadie más podrá despedirse y me ha tocado a mí hacerlo por todos. Mañana volveremos todos con la esperanza de que sigas ahí y, como siempre, nos costará mucho empezar otro turno si no estás.

Me tomo un minuto e intento desconectar mi cabeza. Ahora si, listo para entrar en el box siguiente; empieza la rutina de nuevo, hago lo mismo. Pasa lo mismo, todo calcado, toca pasar por lo mismo otra vez y piensas: «hoy solo voy a entrar en cuatro, asique cuando termine aquí en el box de Manuel, tendré medio trabajo echo...».

Terminamos con el último box. En mis compañeros, caras de frustración e impotencia y muchas veces lágrimas que intentamos camuflar con el sudor: «¿habré conseguido algo? porque así pasará un día y otro y otro más…».

¡No es la guerra, es peor!

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