Confinados con los «abuelos» por vocación y por pasión en León
#heroesdehoy ·
Seis trabajadores de la residencia El Roble, en la localidad lacianiega de Caboalles, permanecen confinados para cuidar a los ancianos allí acogidos, en su mayoría afectados por el Covid-19 | «Son nuestros abuelos, queremos estar con ellos», sentencian
Mary, Kati, Rosy, Fani, María del Mar y Manuel son héroes. Como suena. Lo suyo es heroicidad por vocación y servicio, pero también por amor y pasión.
Desde el pasado viernes 27 los seis trabajadores de la residencia El Roble, en la localidad lacianiega de Caboalles, decidieron mantenerse confinados junto a los ancianos que en ella se encuentra.
Fue una decisión 'fácil' porque, según advierten al unísono, «les queremos como si fueran nuestros propios abuelos. Tenemos a nuestra familia en casa, pero ellos también son nuestra familia, son nuestros abuelos«.
Afectados por el Covid-19
Y en un momento tan crítico por el coronavirus no podían abandonarles. 24 de los 25 residentes se encontraban afectados por coronavirus y, con posterioridad, 13 tuvieron que ser evacuados a un centro hospitalario.
Así «que por la seguridad de todos ellos e incluso por la de nuestras familias» decidieron «empezar un confinamiento» hasta que todo esto termine.
La vida en el interior de El Roble, residencia gestionada por una fundación con representación municipal, es «normal y alegre, todo lo alegre que podemos», sentencia Mary.
Cuidados
Hay momentos para todo durante el día «algunos son peores, pero en general muy bueno. Aquí les preparamos todo, la comida, los medicamentos, les despertamos, les bañamos, siempre teniendo claro que además de ser mayores son pacientes y necesitan toda la atención».
Durante el día, además de la rutina ordinaria, el equipo les canta, hacen «actividades en las medidas de sus posibilidades, llamamos a sus familias, les ponemos videoconferencias, algunos tienen dificultades para entender todo esto pero les anima lo que se hace«, advierte el personal interno.
Mary, Kati, Roy, Fani, María del Mar y Manuel duermen poco, «unos días cuatro horas, otros alguna más, otros nada, pero lo llevamos bien. Ellos son ancianos que necesitan de atención permanente y no nos podemos despistar«, sentencian.
«Nosotros nos organizamos como una familia con sus mayores, intentamos que nada se nos escape y que tengan lo mejor de nosotros, que se sientan como en casa«, también añade Mary.
Pese a lo duro de algunos instantes la experiencia humana «es indescriptible, una vivencia única y todos repetiríamos con los ojos cerrados, de eso no tenemos la más mínima duda«.
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