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Un año después, el recuerdo del virulento incendio que hirió a La Cabrera no se olvida. Está prendido, intacto, en la memoria de los vecinos de Encinedo. Imposible olvidar las inmensas lenguas de fuego avanzando sin control, arrasando su amada Cabrera, obligando a ... dejar su hogar, sin posibilidad de mirar atrás.
Fueron seis días y siete largas y eternas noches que mantuvieron en vela a toda una comarca pendiente del incendio más grave de la Comunidad en el verano del 2017. El hombre de nuevo detrás de un fuego que calcinó más de 10.000 hectáreas en una radio superior de 100 kilómetros, dejando tras de sí incalculables pérdidas en este entorno natural de la montaña leonesa.
Doce meses después, la huella del incendio que el 21 de agosto de 2017 se inició en la localidad de Losadilla no se borra. Apenas empieza a cicatrizar. Porque aunque el olor a humo que durante semanas empapo esta comarca ha desaparecido, tan solo basta con levantar la mirada para vislumbrar las zonas que fueron arrasadas por el fuego. El negro ceniza da paso a un color amarillento que aún se aleja del verde de las frondosas praderas y montes que tapizaban la comarca de La Cabrera.
Los daños económicos son innumerables y, en su mayoría, han recaído en las Juntas Vecinales. No hay ingresos por pastos y tampoco por cotos de caza y, por ende, el sector servicios se ha visto resentido. «Nadie quiere visitar una zona negra», lamenta Jose Manuel Moro, alcalde de Encinedo, que mantiene intactos en su memoria los días del incendio.
ENCINEDA, VECINA DE FORNA
EMILIANO, VECINO DE FORNA
SERGIO, VECINO DE FORNA
«Lo pasamos realmente mal. No es fácil describir con palabras los sentimientos que vives cuando ves peligrar tu territorio, cuando te ves obligado a desalojar a tus vecinos sin realmente ser consciente de que cuál será el resultado final». Afortunadamente, continúa, no hubo que lamentar daños personales.
Pero sus consecuencias aún marcan el día a día del municipio de Encinedo. Convertido en destino de cazadores de diferentes partes de España y Europa, el territorio aún no reúne las condiciones para desarrollar esta actividad cinegética y previsiblemente no se pueda recuperar, al menos, hasta la próxima temporada.
Es la previsión que maneja el Ayuntamiento, desde donde solicitarán a la Consejería de Medio Ambiente que levanten el veto de cinco años para que sean sostenibles en la temporada del próximo año «aunque no sea en su totalidad, sí en la mitad del territorio afectado por la caza. Esta temporada será imposible pero confío en que se muestren sensibles».
Situación crítica la vivida por los ganaderos sin sus pastos. Afortunadamente, remarca Moro, la Junta de Castilla y León anunció días atrás que en las próximas semanas tendrán a su disposición zonas de pastoreo en los terrenos afectados. El objetivo, evitar prolongar los daños de los intereses ganaderos. Pese a todo, el alcalde de Encinedo intenta mostrarse optimista y confía en que la Junta sea capaz de encajar una solución a la merma que sufren las juntas vecinales «que no son ni mucho menos un trastorno para la administración autonómica».
A ello se suman los innumerables daños medioambientales que provocó el incendio y que un año después aún es imposible calcular. Las abundantes lluvias han sido claves para que hoy, aunque lenta, se pueda hablar de una recuperación de este enclave que, sin embargo, tendrá que ver transcurrir mucho, muchísimo tiempo para ser lo que era.
Avances ante una situación límite. Porque La Cabrera, una vez, vuelve a sentirse a la deriva, protagonista del más «absoluto olvido». La realidad es que un año después ha tenido «cero ayudas, cero subvenciones y cero intenciones». Es la reflexión que lanza Nancy Prada, presidenta de la asociación 'Por el desarrollo rural de Cabrera y Bierzo', que abanderó la defensa y lucha del territorio tras el incendio y que se aleja del optimismo.
Sin embargo, la movilización ciudadana no ha tenido calado político. La Cabrera sigue hoy sin recibir la declaración de zona catastrófica, en buena parte, denuncia Prada, por la falta de diligencia de la Junta de Castilla y León, «que no ha hecho su trabajado. Mucha visitas de campo y muchas palabras pero ningún resultado».
«Este año tenemos para todo el pueblo», dice con una sonrisa Emiliano mientras carga con un carretillo lleno de leña que le permitirá pasar otro duro invierno en Forna. «Hay leña por todos lados porque está todo seco».
Un año antes, su rutina diaria se veía interrumpida por el fuego que le obligó a abandonar su casa. No olvida esa primera noche en la que veía las llamas aproximarse, sin control. Lo peor es que en ese momento «nadie podía venir a ayudarnos».
En la mañana, recuerda, el fuego había rodeado todo el pueblo. «Había fuego por todos lados. El fuego se acercaba y no podías hacer nada». En ese momento, agentes de la Guardia Civil les sacaron del pueblo. Pese a la resistencia de algunos de sus vecinos.
«No quería marchar porque sentía que aquí podía ser útil, podía colaborar para evitar que la casa ardiese», recuerda Emiliano, que no olvida el susto que vivió al pasar por la ermita del pueblo. «Justo el fuego paso por encima del coche. No nos quemó de milagro», recuerda Emiliano, que asegura que fueron varias las viviendas y pajares los que fueron pasto de las llamas. «Lo pasamos mal, mal, mal».
Las lágrimas empañan sus ojos al recordar el fuego. No olvida las formas que dibujaba en la oscura noche. «Hacía unas cosas que dejaban a uno sin respiración». Es Encina, una de las vecinas de Forna que también fue desalojada por la Guardia Civil tras aproximarse el fuego sin control a su vivienda.
Se siente una afortunada por el incendio no daño su vivienda pero mira a su alrededor y lamenta que no vivirá para volver a ver a La Cabrera que conocía. «El fuego hizo mucho daños. Las tempranas lluvias permitieron que pronto salieran cañas de roble pero hasta que se formen esos árboles centenarios tendrá que pasar mucho tiempo. Nosotros ya no lo veremos».
Confiesa que no olvida esos días. «Fue un desastre. Ardieron casas, árboles... Gracias a Dios no fue a más». Pero lo peor de todo, vive con el miedo metido en el cuerpo ante el temor a que el fuego vuelva a azotar con virulencia La Cabrera. «Este año estamos temblando porque hay mucha hierba y si alguno se vuelve a poner loco otra vez... las volveremos a pasar putas».
A pesar de que fue emigrante y que vivió en Barcelona, Sergio quiso regresar a Forna, a su pueblo natal, donde comparte vivienda junto a su hermano. Casa en la que se encerró a cal y canto, según recuerda, al ver aproximarse las llamas. «Bajé persianas y puertas porque no quedaba nada donde no se metiese el fuego».
Pese a su intento de permanecer en su casa, agentes de la Guardia Civil le trasladaron hasta Encinedo durante una noche. «Les dije que me iba a quedar en el pueblo pero me llevaron». Y no rechistó mucho porque, según reconoce un año después, «fue un susto muy grande».
«La casa quedo en pie pero ardió mucho. Quiso quemarse todo», recuerda Sergio, que asegura que tiene el susto metido en el cuerpo. «Ya se me quedó para el resto de mi vida». Hoy mira un paisaje que poco a poco se recupera aunque reconoce que aún queda mucho y que el fuego tan sólo trajo «miseria».
Y a ello se suman unas labores de reforestación que no cumplen, ni de lejos, con las expectativas de La Cabrera. Ni se ha generado empleo local ni se ha apostado por favorecer la regeneración natural de las especies arbustivas y arbóreas o por realizar la reforestación con especies de árboles de frondosas autóctonas como robles, encinas, serbales o arraclanes.
La Junta, critica Prada, impuso su criterio y, sin tomar en cuenta la consideración de responsables públicos y asociaciones, acordó la contratación de la estatal Tragsa y la plantación de pinos. «No dieron otra opción», reprocha Prada, que lamenta la negativa a la Junta a la proposición de que juntas vecinales no afectadas por el incendio cedieran monte de utilidad pública para crear un banco de semilleros y viveros autóctonos.
Cabe destacar la posición de la junta vecinal de Iruela, que se negó a la plantación de pinos sin que la Junta le haya proporcionado soporte o dinero para realizar por sus cuentas las repoblaciones, pese a la imposibilidad de que las administraciones locales puedan costear las labores ante las limitaciones que tras el incendio establece la ley a la ganadería y la caza, complicando las repoblaciones con flora autóctona. «Es un sin sentido. No entendemos a la Junta». Unas labores que han supuesto un desembolso de un millón de euros y que, denuncian, apenas se dejan sentir. «No nos salen las cuentas», señala Prada.
No es de extrañar que sean muchas las voces críticas que coinciden en el mensaje. El pedáneo de Forna entiende que la única beneficiara tras el incendio de Encinedo haya sido la estatal Tragsa. «Es muy triste porque es una zona que aporta mucho en cantera de pizarra, pero que no recibe nada a cambio. Seguimos esperando las ayudas prometidas pero aquí no llegan», lamenta Andrés Gabella. Y también desde el Instituto de Estudios Cabreireses, donde cargan contra el gasto irresponsable del dinero en la zona, «que está completamente abandonada».
Por su parte, la asociación 'Cabrera Natural' ha emitido un informe en el que advierte que la plantación de pinos en masas de gran extensión, como las ya realizadas en las zonas quemadas, conllevan una serie de impactos negativos económicos y ambientales.
Recuerdan que se tratan de masas artificiales de arbolado que nada tienen que ver con la estructura natural de un bosque y que la acidez de las hojas de los pinos evita la formación de un sotobosque diverso en flora y fauna. A medio y largo plazo, continúan, los pinares propician la propagación rápida de incendios de gran fuerza.
A ello se suma, la utilización de maquinaria pesada en las plantaciones de pinos, lo que ha supuesto la eliminación de especies arbustivas y arbóreas que ya estaban regenerándose de modo natural, cuyas raíces favorecían la fijación de ese suelo impidiendo la erosión frente a las lluvias que lleguen este otoño e invierno.
Por último, recuerdan que la madera quemada de pino se ha pagado a cinco euros la tonelada, un importe «irrisorio» frente a las pérdidas económicas que se han causado en el municipio. Por todo ello, todos coinciden en señalar que se ha perdido así una oportunidad de oro para recuperar mediante una repoblación bien gestionada la vegetación autóctona de la comarca.
Pocas ayudas, muchas trabas y un paisaje que cada día recuerda a los vecinos de Encino un incendio que abrió una herida que curará pero que, hasta la fecha, ni tan si quiera ha empezado a cicatrizar.
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