San Andrés del Rabanedo: huella ilustrada en el tercer municipio leonés

San Andrés del Rabanedo está formado actualmente por las localidades de Trobajo del Camino, que es la pedanía más grande de España, con 20.000 habitantes, San Andrés del Rabanedo, Villabalter y Ferral del Bernesga, además de los barrios de Pinilla, Paraíso-Cantinas y La Sal.

Considerada a lo largo de su historia como tierra de paso, ha conservado evidencias de la ocupación humana desde el periodo Paleolítico. En cinco de los siete yacimientos arqueológicos del término municipal de San Andrés se recuperaron 211 piezas correspondientes a dicho periodo.

El primer asentamiento humano permanente se establece en Trobajo del Camino hace un milenio, puesto que Jacob Trepalio, a finales del siglo X, poseía unos pagos en esta zona, que denominaba Villa Trebalio, que finalmente derivó en Trobajo.

Ya en el Medievo, esta localidad se desarrolla en torno a los seis kilómetros de Camino de Santiago que atraviesan Trobajo del Camino. Eso sí, hasta bien entrado el siglo XX, la entidad de esta localidad era eminentemente rural. La llegada del ferrocarril y las primeras empresas como Embutidos Araú o harinas Salcedo, hacen que se desarrolle hasta ser el tercer municipio más poblado de la provincia de León.

Ese desarrollo conjunto del municipio tiene su origen en el siglo XVI, concretamente en 1525, cuando se constituye la Hermandad del Bernesga de Yuso para, entre otras cuestiones, defenderse de un impuesto que les quería gravar León.

Entre los personajes históricos del municipio destacan Juan Antonio Posse, sacerdote de San Andrés desde 1794 hasta su muerte en 1854, y que se caracterizó por su pensamiento liberal e ilustrado, constitucionalista (defensor de la Constitución de 1812) e incluso republicano, en una época en la que nadie lo era. Fue conocidos por sus artículos, sus memorias, y por su pensamiento avanzado, y también por ser un defensor del gallego (nació en Lage, La Coruña).

Por otro lado, otra persona reseñable es Ignacio Díaz Caneja, que llegó a ser ministro de Gracia y Justicia durante el segundo gobierno de Francisco Javier de Istúriz. En 1802 comenzó su carrera eclesiástica en Villabalter, donde se hizo cargo de su parroquia, y llegó a ser obispo de Oviedo.

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