a. cubillas
Martes, 28 de marzo 2017, 18:53
Casi dos años después, Miguel Ángel Muñoz ha vuelto a reencontrarse con la imagen del cuerpo de la peregrina estadounidense Denise Pikka. El mismo que, según confesó en su día, enterró en el entorno de su vivienda después de acabar con su vida.
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Lo ha hecho este martes en la Audiencia Provincial de León, donde con detenimiento y frialdad no ha apartado la mirada de las imágenes del cadáver en las que han apoyado su exposición las médicos forenses que participaron primero en la exhumación del cuerpo y, posteriormente, en la práctica de la autopsia.
Durante una detallada exposición, las forenses han remarcado el avanzado estado de descomposición del cadáver, concretamente, en la tercera fase de la putrefacción, lo que impidió determinar la data de la muerte, concretando únicamente que el fallecimiento se había producido entre uno y ocho meses antes.
Posición forzada
Las forenses advirtieron de que el cuerpo estaba libre de pupas -estado de transición entre las larvas y los adultos-, lo que evidenciaba de que el lugar dónde se localizó no fue donde primeramente se enterró que, a su juicio, debió de ser un espacio pequeño dada la postura forzada del cuerpo, que presentaba las piernas flexionadas.
Por ello se dobló, remarcaron las forenses, que señalaron que ya en la primera inspección ocular que realizaron en el lugar dónde fue localizado se evidenciaba la falta de al menos una de las manos.
La práctica de la autopsia en el Anatómico Forense de Ponferrada permitió determinar que el cuerpo presentaba cuatro impactos directos, dos en la cabeza, una en la mandíbula y otra en costado, todos ellos vitales, es decir, que se realizaron cuando Denise aún estaba viva. La sangre sólo coagula en vivos y no en muertos.
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Una autopsia que determinó que Denise falleció como consecuencia de un traumatismo craneoencefálico tan severo que era incompatible con la vida como consecuencia de un golpe tan violento que apenas dejo al margen para la supervivencia, que fue provocado por un objeto romo sin aristas-, y que, en ningún caso, es compatible con una caída o precipitación.
Una caída, continuó, hubiera provocado como mucho una fractura lineal y una precipitación hubiera causado lesiones mayores en el cuerpo de la víctima. Es completamente imposible. En este punto, advirtieron de que el defecto óseo del cráneo era tan grande, tan horrible que era incompatible con la vida.
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Muerte violenta homcida
En cuanto al corte de cuello, las forenses remarcaron que era una herida superficial, que no provocó daños ni en la carótida ni en la yugular, que se realizó con un objeto punzante. Además, su linealidad hace imposible, a juicio de las forenses, que se realizase mientras Denise convulsionaba.
Por todo ello, las forenses determinaron que se trata de una muerte violenta homicida porque el cuerpo estaba escondido, desnudo, sin efectos personales, en posición forzada y con las manos amputadas a lo que se suma la evidencia del movimiento del cadáver de un primer a un segundo enterramiento.
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Además, la autopsia evidenció el uso de dos armas, una blanca, para la amputación de las manos, y una "contudente de superficie romo" que provocaron los golpes y, en consecuencia, la participación "de una tercera persona que provocó los impactos".
«Muy crudo» para defenderse
Durante su relato, la forenses además señalaron que Denise, que apenas medía 1,55 metros y calzaba un 35, lo tuvo muy crudo para defenderse o huir dado que portaba un peso importante, su agresor iba armado y la desproporción entre la víctima y el verdugo.
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Por últimos, las peritos recrearon el relato de la reconstrucción de los hechos en el que Miguel Ángel remarcó cómo tras golpear a Denise con un palo, la arrastró, la desnudó y la enterró en una cama de jabalí que amplió un poco.
En este punto, donde tampoco se encontraron insectos cadavéricos, lo que denotaba que Denise fue enterrada rápidamente, fue donde se localizó esa hoja seca que finalmente terminó siendo parte de una uña de Denise, aunque los estudios no han podido determinar si se trataba de los pies o de las manos que aún no han sido localizadas.
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Por último, aseguran que el grave estado del cuerpo impidió determinar si había sufrido una posible agresión sexual y señalaron que, ante la imposibilidad de extraer las uñas de los pies, remitieron al laboratorio los cinco falanges del pie derecho así como un trozo de fémur para la prueba de ADN, que determinó que el cuerpo hallado era el de Denise Pikka.
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