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Montserrat y Triana hacen alfombras mientras esperan el juicio

La asesina confesa de Isabel Carrasco y su hija acuden al taller de manualidades de la prisión de Villahierro y se preparan para vivir su segunda Navidad 'entre rejas'

j. c. - leonoticias.com

Miércoles, 2 de diciembre 2015, 13:41

María Montserrat González se siente "como en casa". La expresión, de carácter interno en la prisión de Villahierro, da una idea del grado de adaptación que la asesina confesa de Isabel Carrasco tiene a su nueva vida.

Siempre acompañada por su hija, Triana Martínez, "la Montse" (como es llamada por otras internas) se mueve dejándose ver un tanto altiva. Ni el paso del tiempo ha logrado rebajar esa sensación de superioridad que ya apuntó en los primeros días como interna en la prisión.

En ocasiones camina de la mano de su hija, en otras apoya su brazo en ella y así pasan los días. Uno tras otro. Esta Navidad será la segunda que paren entre rejas. Atrás quedaron los 'brotes' de enfado que en algunos momentos dejaron ver, incluso los bailes en el comedor. Ahora Montserrat y Triana hacen alfombras.

Siempre al límite

Madre e hija viven en el módulo 7 de la Prisión de Villahierro. Es el módulo de 'buena conducta', aunque ambas siempre rozan el límite de lo permitido en un área de la prisión en la que prima el respeto y los trabajos en común.

Están ahí porque ambas se comprometieron a realizar 'buenas prácticas', algo que llegado el caso las ayudará a la hora de hacer 'balance' con la pena que le sea impuesta por el juez.

A la espera del inicio del juicio, previsto para el próximo día 18 de enero, la mujer que apretó hasta en cinco ocasiones el gatillo de su revólver sobre el cuerpo de Isabel Carrasco (tres balas impactaron en la víctima, una cuarta no alcanzó el objetivo y otra más quedó percutida pero no fue disparada) trenza alfombras con su hija.

Nuevas amistades

Allí, en el taller, Triana ha hecho nuevos amigos. Esta vez ya no son de clase alta, como acostumbraba cuando estaba el libertad, pero al menos así alivia el paso de los días en el interior de una prisión en la que podría pasarse unos cuantos años.

Triana, que ya ha vendido su Mercedes descapotable, intenta rehacer su vida en un entorno bien diferente al conocido hasta la fecha. Ella, que presumía en los bares de moda de la capital, ahora pasea por el patio entre muros de cinco metros de altura, ve la tele, acude al comedor y nunca se pierde ni una clase en el taller.

Junto a su madre, con la que comparte secretos, celda y cama, aquella ingeniera de telecomunicaciones es hoy una experta tejedora de alfombras.

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