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luis v. huerga-leonoticias.com
Miércoles, 18 de marzo 2015, 11:35
La declaración de la Unesco a la ciudad de León como Cuna del Parlamentarismo ha hecho revivir la figura de Alfonso IX, el rey que, por primera vez en la historia, citó a representantes del pueblo a la celebración de una Curia Regia, junto con la nobleza y el clero. Dicen los expertos que, sin embargo, no fue un rey extremadamente brillante, pero quizá sea injusto el juicio global hacia la figura de un monarca al que hoy se le puede atribuir el mérito de haber dado luz a un incipiente modelo de democracia.
Fue un rey marcado por las dificultades del contexto, por los conflictos familiares y, sobre todo, marcado por la influencia de las mujeres con las que tuvo relación. Hijo de Fernando II y de Urraca de Portugal, Alfonso IX nació en Zamora en el año 1171. Los problemas con su familia le llevaron a viajar a Portugal para integrarse en la corte de aquel reinado. Cuando viaja hacia la tierra vecina, en enero de 1188, recibió la noticia del fallecimiento de su padre y regresó para reinar.
Es un rey que tuvo una madrastra en toda regla, que le puso muchos inconvenientes, distorsionó las relaciones con su padre. No llegó a tener buenas relaciones con la familia real portuguesa, tampoco con la castellana, explica el historiador Manuel Carriedo. Todo ello marcó su reinado, el de León, una tierra situada emparedada entre el reino portugués que buscaba su independencia y el de la pujante Castilla, gobernada por su primo, Alfonso VIII, contra quien luchó.
La sede regia desaparece
Todo ello en un contexto en el que la Reconquista agotaba los recursos del Reino de León que, a la muerte de Alfonso XI, expiró. El último año de su reinado marca un punto y aparte en la Reconquista. La conquista de Cáceres es emblemática. Es un hombre que tuvo cualidades, pero no vivió tampoco el mejor momento para ponerlas en evidencia, señala el historiador que, además, recuerda que, con la muerte de Alfonso IX, el concepto de sede regia desaparece. De hecho, León deja de ser urbe regia.
Su tío, Sancho, primogénito de su familia, recibió como herencia el reino de Castilla, lo que evidenciaba que, para aquella monarquía, estaba Castilla antes que León y ahí se rompió el llamado imperium legionese, sostiene por su parte el catedrático de Filología Clásica, Maurilio Pérez. A pesar de que Alfonso IX, que se casó tres veces con dos matrimonios anulados por el papa, tuvo dieciocho hijos, diez de ellos bastardos, no tuvo primogénitos a quienes legar su reinado tras su muerte.
La pujanza de Castilla
El rey que alumbró las primeras cortes democráticas comenzó su reinado cuando era un mozalbete de diecisiete años. Su primo Alfonso VIII le puso las cosas muy negras e hizo de Castilla un reinado de mayor entidad que el de León, que echaba en falta la pérdida de Portugal. El reinado de Alfonso VIII fue larguísimo. Castilla estaba como en una carrera y termina sobrepasando a León. A lo mejor eso es lo que hemos heredado. Castilla se fue abriendo y León se fue cerrando, señala el catedrático.
Las luchas armadas en el sur por la Reconquista y la constante amenaza de Castilla fueron el caldo de cultivo que llevó a este rey a contar con representantes del pueblo para tomar, supuestamente en la primera quincena del mes de abril, tres meses después de ser rey, las primera decisiones de su monarquía. Un reino muy grande hace que tengas tenentes aquí y allá y había que ponerse en sus manos como contrapartida a los ciudadanos. Esa es la forma en la que León se adelanta en este hecho a otros lugares como Inglaterra, sostiene Maurilio Pérez, que indica que Alfonso IX, más que por una cuestión de deferencia y diálogo con los ciudadanos, tomó la decisión por necesidad.
El rey juez
Este joven rey, en aquel momento no sólo estaba marcando un hito con la apertura de una cierta democracia, sino que, además, marcó otra pauta a la hora de gobernar. El catedrático de Historia del Derecho, Fernando de Arvizu, explica que el corpus documental de Los Decreta, el acta que surgió de aquella primera curia con burgueses de las ciudades, contempla lo que se podrían entender como las primeras leyes pactadas por representantes de todos los estamentos sociales. Aquellas normas eran, en vedad, ejecutadas por el rey, en connivencia con todos los demás parlamentarios.
El rey, en un momento típico de la monarquía medieval, es juez. Aunque no juzgue personalmente, porque tenía otras cosas que hacer, lo cierto es que la justicia siempre se administraba en nombre del rey, por lo que Alfonso IX, que encarnaba el brazo ejecutor de los preceptos reflejados en Los Decreta, era el rey juez. Eso sí, ese acontecimiento histórico tuvo preámbulos años atrás, cimientos sobre los que se asentó la realidad por la que León es hoy Cuna del Parlamentarismo. Yo he defendido más de una vez al derecho de León como un derecho que tiende siempre hacia la justica. Tiene dentro de sí mismo una lucha interior por el derecho justo.
León, "ciudad medieval por excelencia"
Todo ello hizo que, a pesar de los problemas, incertidumbres e indecisiones de este reinado, León se convirtiera en la ciudad medieval por excelencia, según apunta de nuevo el historiador Manuel Carriedo. Ya lo recoge el gran medievalista Claudio Sánchez Albornoz en sus escritos. León es una ciudad que bulle. Alfonso IX, de su propio peculio, había promovido obras, se preocupó de construir un palacio real, no lejos de San Isidoro, según dice Lucas de Tuy. Reparó las murallas, sustituyó las iglesias antiguas por otras nuevas y admirables. Con el obispo Manrique, incluso, piensa en construir una nueva catedral para sustituir a la románica por una gótica.
El Camino de Santiago hacía de León, además, una parada obligada y a la ciudad llegaban peregrinos europeos y de otros reinos que dejaban su impronta cultural en estas tierras. Precisamente la ruta jacobea marcó el destino final del rey Alfonso IX, que falleció en Sarria, en la provincia de Lugo, precisamente cuando hacía el Camino. Alfonso IX es el último rey medieval jacobeo, sostiene Carriedo que, además, recuerda cómo desde los tiempos de su abuelo, Alfonso VII, se elige que el lugar para que sus restos mortales descansaran debía ser Santiago de Compostela y no el panteón real de San Isidoro. Por eso, tanto Alfonso VII, como su hijo Fernando II y su nieto Alfoso IX, tres reyes netamente leoneses, acaban en Santiago.
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