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SONIA ANDRINO
Viernes, 23 de mayo 2014, 18:14
Es tierra verde por fuera y negra por dentro, y desde ayer, lugar de encuentro. Villablino fue testigo anoche del mayor gesto de paz entre los dos líderes socialistas de la comunidad que, durante los últimos meses apenas se han esforzado en esconder su distanciamiento. Del saludo frío y forzado por la prensa el Día de la Comunidad, en Villalar, Julio Villarrubia y Óscar López pasaron ayer a un más que significativo abrazo de varios segundos delante de más de 250 simpatizantes socialistas de la comarca leonesa de Laciana. Quizá por la proximidad de la cita electoral del domingo (y con la amenaza de la gran abstención soplando en la coronilla, no están las cosas para despertar más antipatía entre la sociedad), o quizá porque quieran empezar firmando la cortesía en la que seguramente será su próxima batalla particular: las primarias del PSOE en Castilla y León, lo cierto es que los dos líderes mantuvieron un trato más que cordial tanto durante el mitin como antes.
A las ocho de la tarde, con Alfonso Guerra de anfitrión, se encontraron en el Ayuntamiento de Villablino. López venía de Aranda de Duero y Villarrubia de Fabero, pero, por primera vez en toda la campaña electoral, habían cruzado sus agendas para coincidir en un acto juntos y además participar en él, a pesar de que la megafonía que Alfredo Ganzo hizo sonar durante todo el día por los pueblos de la zona, no recogía a Villarrubia como orador. «Es lo que nos han pasado», se justificaba él antes de dar la última vuelta al pueblo anunciado el lugar y la hora del mitin, pero haciendo especial hincapié en la estrella invitada: un «todavía joven» Alfonso Guerra, como él mismo se definió, que se sabe querido en la zona.
Rodiezmo
Durante más de treinta años Guerra participó en la fiesta minera asturleonesa de Rodiezmo, aunque en aquellas épocas las cosas eran distintas. Los socialistas aprovechaban la cita para hacer anuncios, casi siempre relacionados con las mejoras en las pensiones y anoche, pensionistas había en el recinto, pero anuncios, lo que se dice anuncios, se escucharon pocos. Es verdad que el contexto y el formato era diferente, aunque los asistentes, bastante similares.
Igual que en Rodiezmo, anoche en Villablino había mineros. Y mineros jubilados. En la primera fila detrás de las reservadas, Santiago Fernández había acudido de los primeros para coger sitio. «Con mi hija voy donde haga falta», decía mientras esperaba que la susodicha llegara a ocupar la butaca de al lado. Trabajó en la minería durante más de treinta años y anoche se declaró socialista pero, sobre todo, fan de Alfonso Guerra. Aunque no tanto como José Antonio Fernández, minero desde 1954 y afiliado al PSOE desde 1977. «He venido a ver a mi Alfonso». Le ha acompañado en todas esas campas de Rodiezmo y es un defensor a ultranza de la actividad minera. «Que no crean que los mineros somos analfabetos dijo porque somos muy humanos y sabemos defender nuestros derechos. Tenemos un gran corazón», justificó.
También lo vieron los que se subieron al atril desde donde se aprovechó el acto de ayer para defender esta actividad y criticar la ausencia de apoyo por parte del PP a la minería. «Es mentira que (Agustín) Díaz de Mera defienda la minería», espetó una todavía enérgica Iratxe García, a la que el cansancio de la campaña no le ha pasado todavía factura. También la alcaldesa de Villablino, Ana Luisa Durán, e incluso el esperado Alfonso Guerra, dieron gusto al respetable y enarbolaron los ánimos, este último sintiéndose minero. Criticó el cierre de las minas en activo de Laciana y exigió un millón de euros para planes de empleo para estos trabajadores. A su juicio, con el carbón ocurrirá lo mismo que con los tranvías, «todas las ciudades las quitaron y ahora los están poniendo otra vez».
Igual que el minero jubilado, Guerra defendió la «humanidad» de este colectivo y arrancó el más cálido y sincero aplauso cuando se refirió a las mujeres «que luchan por sus hijos y sus maridos». El auditorio tronó con fuerza y las mujeres aplaudieron también. Igual que los protagonistas de la oratoria que estaban sentados en la primera fila. Ellos, después de haber protagonizado el momento del reencuentro y haber escrito en Villablino que las cosas pueden cambiar.
La trascendencia del abrazo que se dieron Villarrubia y López va más allá que un simple gesto en la recta final de la campaña electoral. Aunque ellos no lo reconocen públicamente, en su entorno es de todos conocido que tanto uno como otro están por la labor de disputarse el liderazgo de los socialistas en la comunidad cuando se celebren las primarias a partir del mes de septiembre.
Primarias
En la campaña no se están refiriendo a este asunto pero ya hay más de uno que toma nota de los comportamientos de ambos. Anoche, el trato fue exquisito. Villarrubia, que habló primero, se refirió a López como coordinador de campaña cuando le presentó y le citó por su nombre en un momento de su intervención. No cambió el registro de la campaña y siguió apostando por el «no somos iguales» (PP y PSOE) con el que están recorriendo la comunidad. No obstante, ayer incorporó el desempleo como unos de los principales problemas. No en vano, Villablino es la localidad con mayor paro de la comunidad por el cierre de las minas.
En justa correspondencia, López le devolvió el gesto simpático, aunque le citó en dos ocasiones. Llegó incluso a darle las gracias por «levantar la bandera de esta tierra que tan bien conocemos y que a veces es tan duro». Sin duda, una manifestación más propia de un secretario de Organización que de un coordinador de campaña. De cualquier forma, durante todo el acto, cordialidad. Y algo más. Un abrazo firmado en Villablino para la historia del PSOE de Castilla y León.
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