m. pérez
Sábado, 18 de diciembre 2021
Países Bajos se convirtió este sábado en el primer país de Europa que regresa a un confinamiento «estricto» con la esperanza de detener el avance de la nueva variante ómicron. En un momento «sombrío», el primer ministro, Mark Rutte, pidió un nuevo «esfuerzo» a los ... ciudadanos y anunció el cierre, que comenzó a las cinco de la madrugada pasada, se prolongará cuatro semanas y únicamente permite funcionar a los servicios esenciales, como en las peores fases de la pandemia. Salvo los comercios indispensables –alimentación, farmacias y gasolineras–, el resto, desde la hostelería a los cines o los gimnasios, ha bajado ya la persiana desde hace unas horas.
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Ante esta perspectiva, miles de ciudadanos se apresuraron por la tarde a llenar las tiendas para realizar sus últimas compras navideñas. Aunque no está nada claro que puedan sacarlas partido: estas fiestas navideñas no habrá restaurantes ni ocio, pero tampoco reuniones de amigos y familiares. Desde hoy, en los domicilios puede entrar un máximo de dos personas ajenas a la unidad familiar y solo en Nochebuena y Navidad se autorizarán cuatro visitantes. Severidad absoluta ante el miedo a que la última cepa conocida del coronavirus, unida a las fiestas navideñas y a una campaña de inoculación de la tercera dosis demasiado lenta, desate una tormenta epidémica en enero.
En una rueda de prensa convocada en La Haya, Mark Rutte no necesitó grandes palabras para anunciar lo que se avecinaba. Podía descubrirse en su rostro. Él mismo adelantó que una convocatoria urgente con los medios un sábado por la tarde no auguraba nada bueno. Y menos, acompañado por un virólogo de su consejo asesor. Así fue. El primer ministro, que esta misma semana ha sellado la coalición de partidos que le permitirá encarar una nueva legislatura como jefe del Gobierno, decretó que «Países Bajos entra de nuevo en confinamiento» y lo justificó en que «es inevitable porque la quinta ola (en países como España es la sexta) viene con la variante ómicron». La excepcional medida no significa que los neerlandenses pasen por una nueva cuarentena encerrados en sus casas. Pueden salir a pasear –solo con un acompañante– o comprar en los pocos comercios autorizados. Poco más. De hecho, el Ejecutivo ha llamado a recuperar el teletrabajo.
Rutte permaneció durante la mayor parte de la jornada reunido con su gabinete de crisis sanitario y con los expertos que aconsejan un cierre casi total de la actividad para reducir la interacción y los contactos sociales a su mínima expresión. Aunque no se trata de una de las naciones más castigadas por el coronavirus en este momento en el continente –ayer declaró 14.742 contagios en un solo día–, sí es cierto que el porcentaje de vacunación con la tercera dosis es bajo, algo inferior al 10% de los adultos, y eso ha encendido las principales alarmas.
Con la doble dosis está inmunizado el 84% de la población y ese factor es el que, según los científicos, contribuye a que los hospitales estén aguantando el embate y que los fallecimientos sean menos respecto a las primeras oleadas (medio centenar diario en la última semana). El confinamiento persigue eliminar ahora los focos naturales de propagación, como las concentraciones en lugares cerrados, las fiestas o las reuniones numerosas, con el objetivo de reducir la velocidad de transmisión y «ganar tiempo» en la inmunización de refuerzo.
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Al acuerdo para impulsar un nuevo confinamiento ha ayudado que las medidas tomadas hace unos días para reducir los encuentros, como el cierre de colegios y academias hasta que los menores hayan pasado por el programa de vacunación infantil, parecen estar contribuyendo a rebajar la cifra de infecciones. Los 14.742 casos del último día son el registro más bajo desde mediados de noviembre y un claro contraste con los 15.000 de promedio de hace una semana.
Este es el tercer confinamiento al que es sometido el país desde marzo de 2020 y al primer ministro no le quedó otro remedio ayer que aceptar la responsabilidad. Rutte admitió que su gabinete ha «cometido errores» –no lo citó, pero la relajación de las medidas de seguridad es uno de los que más le achacan–, aunque garantizó que el Gobierno no ha «perdido el control».
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