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A falta de 8 días para que Donald Trump sea proclamado de forma oficial presidente de Estados Unidos, el mundo parece una casa donde cada vez se acumula más el gas. El peligroso olor aumenta con invasiones como las de Ucrania y Gaza, con una ... polarización política que erosiona la democracia, con la pérdida de peso de los organismos reguladores internacionales, con el envejecimiento de Europa y China, con la seguridad como prioridad ante todo, incluido el cambio climático, y con los aranceles comerciales llamando cada vez con más fuerza a la puerta. En ese edificio global cargado de combustible explosivo, irrumpe por segunda vez, como en 2016, el líder republicano. Y nadie sabe si al llegar abrirá la ventana para disipar la amenaza o si encenderá un mechero. Bajo su puño volverá a estar el botón nuclear. Las cuatro esquinas del planeta están ya pendientes de un político de 78 años que sólo piensa en la Gran América y que, como Pekín y Moscú, quiere dar un golpe sobre el tablero mundial y ampliar sus fronteras y su influencia. 2025 huele a gas.
Es un año de metamorfosis. Un informe del think tank Internacional Crisis Group lo refleja así: «El mundo parece abocado a un cambio de paradigma. La cuestión es si ocurrirá en mesas de negociación o en campos de batalla». El retorno de Trump a la Casa Blanca lo ha acelerado todo. Sin que aún haya comenzado a ejercer, muchos ya toman posiciones. Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, asume tras casi tres años de guerra que tendrá que ceder el territorio conquistado por las tropas de Vladímir Putin, su homólogo ruso y amigo del multimillonario neoyorquino.
En Gaza, los negociadores que buscan un alto el fuego entre Hamás e Israel tienen más prisa que nunca: Trump ha advertido de que si los rehenes judíos no son devueltos antes del 20 de enero se «desatará el infierno». Hamás queda advertida. Algunos analistas creen que Benjamín Netanyahu, primer ministro hebreo, puede aprovechar la coyuntura para, al fin, aceptar una tregua y así facilitar un éxito diplomático de la nueva Administración de EE UU y ganarse un amigo. En este punto, los expertos subrayan otro signo de los nuevos tiempos: apenas se habla de paz en los conflictos abiertos; sólo de tregua.
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Mientras, Europa se persigna. Se siente débil, cada vez más irrelevante y vieja, y mira de reojo a Trump, tan cercano al presidente ruso. «No es probable que se enfrente a Putin. J. D. Vance, vicepresidente electo, dijo durante la Conferencia de Seguridad de Múnich que Rusia no es realmente un peligro», apunta Nicolas Tenzer, presidente fundador del Centro de estudio y reflexión para la acción política (CERAP). ¿El retorno del republicano resquebrajará la OTAN, el muro de contención ante la estrategia expansionista de Rusia? El político estadounidense no está dispuesto a costear la mayor parte del gasto de la Alianza Atlántica y ha amenazado con irse si el resto, sobre todo varios socios europeos, no invierten más en armas. Algunos, los más progresistas, no quieren. Y otros, con la economía naufragando, no pueden gastar el 2% de sus presupuestos en Defensa, que es el mínimo acordado. Trump les exige ahora el 5%. Siempre quiere más.
Alemania, otrora motor económico, no sale de su crisis económica a poco más de un mes de unas elecciones anticipadas. Y Francia, el otro pilar de la Unión Europea, titubea con un Gobierno inestable. Su presidente, Emmanuel Macron, parece un trapecista sin red que, como tantos otros países del continente, asiste inerte al crecimiento de la ultraderecha, una corriente que aboga por cerrar fronteras, expulsar inmigrantes y pensar sólo en la economía nacional. Como Trump.
Por eso, el más íntimo colaborador del magnate, el multimillonario Elon Musk, se ha convertido en el gran aliado de AfD, la formación ultra alemana, y ha arremetido contra el primer ministro británico, el laborista Keir Starmer, al que acusa de no proteger los derechos de 1.400 niñas en un proceso judicial por abusos sexuales. Musk, dueño de Tesla y SpaceX, es también el amo de X, la omnipresente red social a través de la que puede difundir sus ideas sin apenas contrapesos.
Según Nicole Gensotto, vicepresidenta del Instituto Jacques Delors, Musk y Trump sólo tienen una obsesión: reducir al mínimo las limitaciones impuestas por el Estado. Buscan la menor regulación posible. «Atacarán las normas europeas, que son, a su juicio, tecnocráticas y van contra la mejora de la producción», augura. La nueva Administración de EE UU, tan proteccionista, tratará de negociar de forma bilateral con cada país. Macron ya alertó sobre esa estrategia, sobre caer en el «sálvese quien pueda», y defendió una acción europea «coordinada». Con Trump, el multilateralismo y el poder de las instituciones mundiales están en entredicho. Y sin la mediación de esas entidades, los conflictos tanto bélicos como comerciales tienen más posibilidades de acabar a tiros. China y Rusia están habituadas a saltarse las normas internacionales. También lo hace Estados Unidos, que ahora aún lo hará más.
Indultado por la victoria en las urnas de la gran mayoría de los procesos judiciales que le rodeaban, el millonario neoyorquino llega a la Casa Blanca con la puntualidad de un cobrador de facturas. Tiene muchas deudas pendientes de su anterior mandato (2016-2020). Entonces, inexperto, el sistema judicial, algunos fiscales y parte de la prensa le cortaron las alas. Esta vez ya sabe cuáles son los obstáculos. Con el triunfo republicano en la Cámara de Representantes y también en el Senado, su control puede ser casi absoluto. Y se ha rodeado para gobernar de amigos con su mismo perfil: millonarios. A su Ejecutivo ha incorporado a representantes de la oligarquía tecnológica como Musk.
«Tristemente, el sueño americano está muerto. Pero si fuera elegido presidente, lo traería de regreso más grande, mejor y más fuerte que nunca, y haríamos a Estados Unidos grandioso de nuevo», declaró durante la pasada campaña electoral, en la que laminó a la demócrata Kamala Harris. Tras su triunfo declaró: «Promesas hechas, promesas cumplidas». La lista es larga. El republicano juró que iba a desatar la mayor deportación de inmigrantes, a los que califica de delincuentes, y que completaría la construcción del muro de separación con México. Dijo que iba a acabar con la inflación provocada por Joe Biden y a bajar los impuestos a las corporaciones.
Y lanzó un aviso que ha hecho estremecerse al comercio internacional: para impulsar la industria estadounidense, aplicará aranceles de al menos el 10% sobre la mayoría de los productos extranjeros. A China, su gran opositor, le castigará con tasas de hasta el 60%. Con México y Canadá, que se niegan a cerrar sus fronteras a los migrantes, la cifra se elevará al 20%. Las tasas funcionan como las bombas. Si se aplican a un país, lo hunden al beneficiar a sus competidores en el mercado global. Trump actúa como un antiguo emperador. Quiere extender sus dominios. Ha repetido que Canadá «debería ser el Estado número 51» de EE UU. Esa presión ha influido en la reciente renuncia del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, a quien el líder republicano menospreciaba tratándolo como un simple «gobernador».
La ambición territorial de Trump está sobre la mesa geopolítica. «Groenlandia es un lugar increíble y su gente se beneficiará enormemente cuando se convierta en parte de nuestra nación». ha avisado. Esta semana, Donald Trump Jr. y varios colaboradores han visitado esta región autónoma de Dinamarca. El calentamiento global derrite los hielos y deja al aire una ingente cantidad de recursos naturales, incluidas 'tierras raras', los minerales tan ansiados por la industria tecnológica. Ese enorme trozo de hielo es, además, un cruce geoestratégico clave para controlar la ruta comercial del Ártico y contener la influencia de Rusia y China. Trump reclama ese botín y también quiere el mando del Canal de Panamá, vital para los mercados.
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En este contexto, con varios frentes bélicos abiertos y una guerra comercial en carne viva, cada vez más países apuestan por líderes fuertes: sucede en China y en Rusia, donde las elecciones presidenciales son más bien un paseo militar, y ahora de nuevo en Estados Unidos. Analistas de los principales diarios norteamericanos alertan sobre el peligro que corre la democracia bajo el dominio de un empresario acusado de toda una baraja de delitos y escoltado por grandes magnates de empresas tecnológicas que mueven los hilos de las redes sociales. Con Trump, algo va a cambiar en 2025. Queda por saber qué y, también, cómo: si su regreso será una ventana abierta para aliviar la tensión en Ucrania y Gaza, o, como tantos temen, si se incrementará el intercambio de golpes entre las grandes potencias en busca de un nuevo orden mundial.
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