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«No tengo palabras, no tengo palabras», repite George Elia al cruzar por la puerta de la iglesia de San Jorge. Se santigua y repasa con la mirada lo que queda en pie de este templo en el que le bautizaron, recibió la primera comunión ... y se confirmó. George huyó a Beirut cuando Israel lanzó su campaña de bombardeos y regresa por primera vez a Derdghaya, pueblo mixto, musulmán y cristiano, situado entre Tiro y Nabatieh. El 9 de octubre, dos días después de lanzar la invasión terrestre, el ejército hebreo bombardeó esta iglesia católica y mataron a ocho personas. Sólo una pared se mantiene en pie, con una imagen de la virgen y otra de San Sarbelio, y los bancos han quedado sepultados bajo las piedras.
La frágil tregua libanesa permite a los civiles volver a sus pueblos, aunque en el caso de los cristianos es un viaje de ida y vuelta porque muy pocos se quedan en el sur del país. Israel y Hezbolá se acusan mutuamente de no cumplir con el acuerdo de alto el fuego, Francia reveló que los israelíes han cometido al menos 52 violaciones en seis días, según recogió el portal Ynet, y los hebreos denunciaron el lanzamiento de los dos primeros cohetes por parte de la milicia chií. Hezbolá confirmó el empleo de dos morteros a tierra de nadie como «señal de aviso». La incertidumbre es grande a la espera de que comience a trabajar el órgano internacional que debe supervisar el acuerdo y Benjamín Netanyahu anunció «una dura respuesta», que llegó en forma de bombardeos.
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Mikel Ayestaran
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George trata de recuperar todo lo salvable de un templo que al estallar la guerra se convirtió en refugio para desplazados y en centro de operaciones para la Defensa Civil, el servicio de rescate y atención de emergencias. Cinco de los ocho fallecidos eran miembros de los equipos de rescate. En el exterior, Ali cuenta a otro grupo de recién llegados lo sucedido. «Vine aquí a traer comida a la gente porque había dos ancianos que estaban hambrientos, dos personas mayores con poca movilidad. Los soldados de UNIFIL nos dijeron que era un lugar seguro. Cuando dejé la comida y salí, Israel bombardeó», recuerda emocionado. Ali no puede contener el llanto y dice, con rabia, que «aquí no había milicianos, ni gente de otros pueblos, eran vecinos que habían dejado sus casas por precaución y les mataron. Murieron ocho, entre ellos mi hermano Mohamed, y nunca supimos el motivo del ataque».
En el cielo de Derdghaya se mezcla el zumbido de los drones con la llamada al rezo de la mezquita vecina a la iglesia, puerta con puerta. Un pequeño grupo de seis fieles acude a la plegaria en un templo que ha sufrido leves daños, apenas unos cristales. La cúpula amarilla con la media luna en lo más alto se eleva sobre los escombros de San Jorge. «Aquí convivimos cristianos, musulmanes chiíes y otras sectas. Hay iglesias y mezquitas y gente buena. El enemigo bombardeó la iglesia antes de la mezquita para intentar sembrar el odio entre nosotros, pero no lo conseguirá. ¡Que se enfrenten a la resistencia en el frente y no descarguen su ira con los civiles!», pide Wissam nada más concluir la oración. A su lado, uno de sus compañeros de rezo arremete contra Israel y dice que «¡son unos nazis, no respetan nada, son peores que Hitler!»
Cristianos y musulmanes recuerdan aquí el vídeo compartido en redes sociales por los soldados israelíes en Deir Mimas, en plena frontera, donde profanaron una iglesia. Los militares irrumpieron en el templo por la noche con antorchas e imitaron las imágenes religiosas en las paredes y realizaron gestos obscenos. Lo grabaron todo y compartieron en Tik Tok, una moda de esta guerra y parte del pulso psicológico de los israelíes con el enemigo. El ejército censuró el comportamiento, pero no se ha informado de ninguna medida de castigo.
Es la tercera vez que Israel bombardea la misma iglesia, ya lo hizo en 1972 y 1992. A lo largo de los dos duros meses de bombardeos algunas iglesias del país han sufrido daños por ataques en lugares próximos, pero ninguna ha quedado como la de Derdghaya. George Elia regresará a Beirut lo antes posible, pero se lleva un vídeo que no para de compartir con sus vecinos, el de uno de sus amigos que han hecho volver a sonar la campana de San Jorge, que se ha salvado de las bombas, quizás haya sido gracias a la presencia del venerado santo libanés Sarbelio, a quien le atribuyen miles de milagros. No hay planes de reconstrucción porque nadie sabe si el cese de hostilidades llegará siquiera a cumplir los 60 días pactados. George piensa que a ellos sólo les queda rezar, aunque sea entre escombros.
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