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«He aceptado que la persona que yo era antes del 7 de octubre ya no existe». La de Eitan, autor de esta afirmación, es una de las muchas vidas que cambió por completo aquel fatídico día en el que Hamás atentó contra civiles en ... el festival de música Nova, en el kibutz israelí de Reim. Las 3.500 personas que asistieron al evento vivieron un auténtico infierno. La milicia palestina se cobró allí la vida de 364 personas, y otras 44 fueron secuestradas como rehenes.
El documental 'We Will Dance Again', estrenado en Movistar+ y con una duración de hora y media, permite recorrer paso a paso lo que ocurrió en el festival Nova a través de los desgarradores testimonios de quienes estuvieron allí e imágenes nunca antes vistas, grabadas tanto por las víctimas como por los milicianos. Las cámaras transportan al espectador a la masacre de forma directa y explícita, aunque la producción dirigida por el israelí Yariv Mozer comienza con lo que realmente debía haber sido esta cita: una congregación de jóvenes llegados de todas partes, de culturas distintas, que disfrutan con la música y la compañía.
Muchos de los testimonios afirman que se lo estaban pasando en grande apenas unos segundos antes de la tragedia y varios de ellos admiten el consumo de estupefacientes para disfrutar al máximo en el punto álgido de esta fiesta dedicada a la música 'trance': el amanecer. Pero a las 6.29 horas del 7 de octubre de 2023, cuando comenzaba a aparecer el sol, todo cambió. Algunos de los asistentes a Nova creen que lo que se empieza a ver en el cielo son fuegos artificiales. «¿Estoy drogado?», pensó más de uno. En ese momento se hizo el silencio, se paró el baile, y acto seguido se emitió la alerta roja. Lo que había en el cielo eran en realidad cohetes. Nadie estaba preparado para lo que sucedió a continuación, cuando muchos empezaron a correr hacia sus vehículos y a salir del recinto.
Lo siguiente que muestra el documental son las grabaciones hechas por los propios milicianos Hamás una hora antes. Los integrantes del grupo islamista se organizan para entrar en territorio israelí, rompiendo la valla de separación por sesenta puntos diferentes y con una ruta trazada para embotellar a las personas que se encontraban en el festival, llevando a cabo una especie de pinza para bloquear las carreteras del norte y del sur. Mientras se encaminan hacia «una gran misión», las frases que pronuncian ante las cámaras son aterradoras: «¡Convertidlos en mártires! ¡Aunque muramos 2.000 o 10.000 por el Islam! ¡Matadlos!». Los vídeos, incluidos en la pieza de Movistar+, muestran de primera mano la masacre.
«En ese momento, nadie sabía que varios grupos terroristas habían entrado en Israel. Nos metimos 19 personas en un refugio en el que apenas cabíamos», relata Eitan. Junto a él estaba Aner Shapira, un joven hebreo de 21 años. Los milicianos los encontraron y arrojaron una granada al interior de su escondite para asesinarlos, pero a Shapira no le paralizó el miedo y logró devolverla. Así sucedió con otras seis. Sin embargo, no pudo hacer lo mismo con la octava. Hubo varios muertos, incluido él mismo. «Hubo una explosión muy grande. No sé si volé por los aires o alguien voló sobre mí. Recuerdo que, al despertar, me di cuenta de que estaba sobre una pila de cadáveres», dice Eitan.
Mientras tanto, en las carreteras reinaba el caos. Elinor afirma que «en un momento dado, empezamos a correr. Oí los disparos y comprendí que estaban parando el tráfico». Se entrelazan las imágenes grabadas por Hamás: «Ya están muertos, parad», se le escucha decir a uno de los milicianos mientras rodea una pila de cadáveres. Otro responde: «Era su destino». Los jóvenes huyen despavoridos a pie, de vuelta al festival. Ben, de 24 años, lo ve absolutamente todo: «A unos cientos de metros detrás de mí, empecé a escuchar a cientos de personas gritando y corriendo con todas sus fuerzas. Miré con más atención y de repente noté que las balas silbaban sobre mi cabeza».
Yarin, de 22 años, cuenta cómo fue la huida: «Corrías y al mismo tiempo veías como acababan con cada uno de nosotros, cayendo uno a uno como piezas de dominó. Era como 'El juego del calamar'». Pero en este caso, la realidad superaba a la ficción. Natanael, de 19, plasma su propio testimonio con su móvil, llorando: «No me podía creer que pasara algo así. Habíamos salido de fiesta. Pensé que tenía que grabarlo para verlo después, en caso de que hubiera un después». Noa, de 29, se resguardó en su vehículo: «Lo único que se interponía entre los terroristas y yo eran las puertas de mi coche. Hubo momentos en los que creía que había muerto. No me alcanzaron las balas por pura casualidad».
Los terroristas se acercaban y, sin apenas tiempo para reaccionar, había que encontrar un sitio seguro. Durante las seis horas en las que los hombres de Hamás operaron en el recinto, a Elinor se le ocurrió esconderse en una de las neveras del bar del festival, al lado de latas de refrescos y bebidas alcohólicas. El despliegue policial llegó alrededor de las 12.30. «Horas después, escuché disparos a lo lejos y a una persona que decía: '¡Fuerzas de seguridad! ¿Hay alguien aquí?'». Los agentes de Israel graban el lugar. Decenas y decenas de cadáveres: «¡Oh Dios mío! Todos muertos». Elinor, que había perdido el conocimiento durante las horas anteriores debido a la falta de oxígeno, decidió salir: «O me asfixiaba o me mataban. Tenía que salir. Abrí el frigorífico y todo estaba lleno de sangre, salí de allí saltando sobre los cuerpos».
El relato es estremecedor, salpicado de los horrores que vivieron los jóvenes, cargado de historias donde el dolor, la tristeza y la violencia se convierten en protagonistas. Un año después, la violencia continúa. También al otro lado de la valla, donde la cifra de palestinos muertos supera los 42.000.
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