Consulta la portada del periódico en papel
Margelis Tinoco, una migrante de Colombia, llora tras conocer que su cita con la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE UU ha sido cancelada. Reuters

El muro de los desesperados: Atrapados en la frontera

Migración ·

Los decretos de Trump ponen un abrupto punto y final a un viaje estremecedor. Algunos se disponen a esperar cuatro años a que acabe su Gobierno. Otros harán el agosto de los 'coyotes'. Y los más piden asilo en México

Mercedes Gallego

Nueva York

Domingo, 2 de febrero 2025, 00:13

La ola de frío polar que forzó un cambio de planes en la investidura de Donald Trump cayó después sobre la frontera con México y dejó congelados los sueños de miles de inmigrantes. Hacía mucho que no helaba así en Ciudad Juárez. A bajo cero, ... Margelis Tinoco es una de las que ese 20 de enero esperaba aterida en el puesto fronterizo de El Paso del Norte para cumplir el sueño de pedir asilo político en el país de las oportunidades. La puerta se le cerró en la cara.

Publicidad

«Yo no vengo buscando sueños, vengo resguardando mi vida y la de mi hijo», aclara. Salió huyendo hace cinco años del recrudecimiento del conflicto armado en Colombia, donde perdió un hijo. Venezuela no fue el refugio que esperaba. Cuando el año pasado le quitaron la casa emprendió el viaje hacia el norte, con el único hijo que le queda bajo el ala. Cruzó la selva del Darién en tres días. «Nadie pensaba que pudiera hacerlo en mis condiciones físicas», presume. La extorsionaron por todo Centroamérica. Aguantó en Chiapas hasta que pudo sumarse a una caravana para atravesar a pie los 4.000 kilómetros del país azteca. La inmigración mexicana los detuvo varias veces, con la macabra estrategia de hacerlos retroceder, por fuerza o engaño, a otras ciudades alejadas de su ruta.

El pacto con el Gobierno de Joe Biden era impedir que los desarrapados llegaran a la frontera de EE UU sin cita previa. El gobierno de López Obrador envió 12.000 efectivos a custodiarlos en Chiapas. No se rindieron. Subieron montañas, atravesaron aguas pantanosas, «con culebras y barro hasta la cintura», viajaron de noche y pagaron mordidas, hasta que el 1 de enero la aplicación de CBP One, que hasta la semana pasada repartía 1.450 citas diarias en ocho puntos fronterizos, le regaló a Margelis, su compañero y su hijo de 13 años la ilusión de ser escuchados.

Los de las 7:00 de la mañana entraron hasta la garita de El Paso. Los de la 1 p.m., ya no. Trump acababa de jurar el cargo y todo había cambiado. «Lo más triste es que nos dieron la esperanza y luego nos la arrebataron», solloza la mujer. «Mi hijo me preguntó: 'Mamá, ¿y ahora qué vamos a hacer?».

Publicidad

La presión en la frontera ya se había desinflado antes de que Trump llegase al poder. Para el puesto fronterizo de Juárez se repartían 200 citas diarias y no todos las usaban. Desde que en junio pasado Biden diese la orden de cancelar todas las peticiones cada vez que el número de 'encuentros' con las patrullas fronterizas pasara de 2.500 diarios, y desalentar los cruces ilegales imponiendo un veto de cinco años a los deportados, el número de cruces se desplomó un 55%. Nadie que tenga posibilidades de presentar un caso de asilo quería arriesgarse a perderlas.

Por su parte, el Gobierno mexicano cumplió su palabra de mantenerlos a raya en el tapón de Chiapas. En cuanto salían de ese estado, la residencia temporal del 'visado humanitario' quedaba invalidada. La aplicación para pedir cita con EE UU dejaba de funcionar y los agentes del Instituto Nacional de Migración mexicano (INM) los devolvía al corral. Por si fuera poco, tan pronto Trump ganó las elecciones, los inmigrantes cogieron el mensaje de que la ventana se había cerrado. Para ellos las noticias viajan por TikTok y sus inocentes destinatarios no siempre saben distinguir entre ganar las elecciones y tomar posesión del cargo.

Publicidad

1.500
soldados
más ha enviado el Pentágono a la frontera tras las órdenes ejecutivas de Trump. Su misión es aportar más seguridad «para impedir los cruces ilegales».

«Pensábamos que respetaría las citas que estaban dadas», lamenta Abdel Carrazana, un cubano que también se quedó plantado en el puente de Santa Fe ese 20 de enero. Había pasado cuatro meses en Tapachula (Chiapas), «pagando una renta carísima» de 200 dólares al mes por compartir un cuarto con otros migrantes mientras intentaba lograr la preciada cita. «Y cuando llegó, mira lo que ha pasado», lamenta. Su sueño tiene rostro infantil. En Houston vive el niño que engendró hace cinco años en una relación desenfadada. Su madre decidió darle vida en Estados Unidos para abrirle puertas, por lo que ni siquiera ha podido darle su apellido.

México: un destino accidental

La anulación del derecho a la ciudadanía por nacimiento es otra de las medidas de Trump en liza judicial. «Ahora toca esperar a que se vaya de la presidencia, qué otra cosa nos queda», se conforma, mientras rellena los formularios para solicitar refugio en México. Las colas en las oficinas de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) se han disparado tanto que el turno se vende entre 300 y 600 dólares según el diario 'El Universal', tras registrarse disturbios y enfrentamientos.

Publicidad

Marines estadounidenses refuerzan la alambrada en el muro para complicar el salto de migrantes ilegales. AFP

De la noche a la mañana México ha dejado de ser un país de tránsito para convertirse en un destino accidental. El infierno en el que tanto han sufrido ya no es un purgatorio, sino las llamas en las que arden sus sueños y, a la vez, les abrigan. «Cuesta quedarse en un país donde se ha sufrido tanto, pero si eso es lo que Dios quiere, será México», se resigna también Margelis. John Lennon, otro cubano, tiene la vista puesta en el futuro y no piensa arriesgarse a cruzar ilegalmente para que le deporten, por si pudiera acogerse a la Ley de Ajuste Cubano. «Con estas manos llenas de callos me he ido pagando el viaje desde Nicaragua hasta aquí durante año y medio, y aquí haré lo mismo», decide. Este país en el que tanto han sufrido, donde «te secuestran y piden rescate», de casas húmedas, refugios fríos y sol abrasador, es ahora todo lo que tienen.

Mientras Margelis llora desconsolada en el albergue metodista del Buen Samaritano, la gigantesca valla que la separa de EE UU sigue creciendo y se engalana con alambradas de pinchos. El gobierno de Trump sabe que mientras haya desesperados del otro lado habrá encaramados que traten de saltarla, por eso ha enviado a 1.500 efectivos más a custodiar la fortificación. La Operación Long Star, que el gobernador texano Gregg Abbot lanzó en marzo de 2021 para militar la frontera, «transformó la zona de Juárez a El Paso en un área de sistemáticos abusos de derechos humanos y muerte, con niveles desgarradores de crueldad», dice el informe 'Pain as a estrategy', elaborado por el Hope Border Institute (El dolor como estrategia).

Publicidad

Disparos al aire, cuerpos desgarrados por las púas, niños ahogados en el Río Bravo, familias separadas, persecuciones, militares, ni un trago de agua al deshidratado. Su modelo se extenderá por toda la zona federal de la frontera, en la que el gobierno de Biden intentaba hacer valer su autoridad sobre los estados, disputando la intervención de Texas en los tribunales.

El doctor Brian Elmore ha curado muchas piernas rotas, heridas profundas e impactos de proyectiles. Cada sábado empalma su turno de noche en el hospital Médico Universitario de El Paso para curar a inmigrantes en la Clínica Hope Ciudad Juárez. El cruce con una de las ciudades más peligrosas de México es también laboratorio de ensayo de las políticas de crueldad para disuadir a la inmigración. Solo en mayo y junio pasados atendió a ocho personas con la piel abierta en jirones y heridas profundas, tres de ellas niños, y 25 heridos por pelotas de goma.

Noticia Patrocinada

Las caídas desde el muro han aumentado en paralelo a su altura. Entre 2019 y 2023 el Centro Médico Universitario de El Paso trató a 1.100 pacientes por esta causa, que junto con los ahogamientos y accidentes de tráfico engrosan el 83% de las muertes que se registran en el sector de El Paso, según un informe de la organización Hope Border Institute. Si ya antes algunos preferían enfrentar lesiones de por vida que ver a un médico, con la orden de Trump para allanar hospitales el acceso sanitario quedará muy restringido

Como muchos de los que ayudan a los inmigrantes estos días, el médico opta por no hablar. Todos temen las represalias del gobierno, que ha ordenado retirar los fondos federales a cualquier institución, fundación u ONG que incumpla «sus valores».

Publicidad

Una alarmante revelación de las estadísticas es que, por primera vez el año pasado, las mujeres supusieron casi la mitad de las muertes, cuando en 2018 solo constituían el 10%. Cada vez son más las que emprenden solas o con hijos este peligroso viaje. El sector fronterizo de El Paso ya era el más mortífero de los 3.145 kilómetros de frontera que separan a los dos países norteamericanos, pese a ser el tercero en detenciones. Cuando se incluye Nuevo Mexico y el condado de Hudspeth, la mayoría de los 196 migrantes que murieron el año pasado perecieron por la exposición al calor y la deshidratación, en temperaturas cada vez más extremas. Esto supone un 40% más que el siguiente sector más mortal, según los datos recopilados por No Más Muertes, que con su trabajo intenta combatir la estrategia del olvido.

Al igual que en Irak no se contaban los muertos iraquíes, en esta guerra contra los desesperados solo se cuentan oficialmente aquellos casos que involucran directamente 'encuentros' con las patrullas fronterizas. El resto se consideran «no declarables», incluso si los cadáveres fueron descubiertos por la Policía Estatal o la Guardia Nacional. Un análisis de Desert Sun durante un periodo de cinco años concluyó que las muertes de migrantes están subestimadas entre un 25% y 300%.

Publicidad

Migrantes son escoltados a través del puente fronterizo internacional de Hidalgo para ser deportados. Reuters

El drama no ha hecho más que empezar. Al cerrarse las vías legales, los 'coyotes' hacen el agosto. «Mientras haya alguno que les convenza por TikTok de que pueden cruzar, seguirán viniendo», dice Jesús González, director ejecutivo de la organización Border Angels, que estudia las rutas de migrantes para dejarles agua y comida en puntos estratégicos.

El infierno de Tapachula

En Ciudad Juárez se reconoce fácilmente a los que llegan en busca de 'polleros'. En el aeropuerto piden un Uber a direcciones de Arroyo de las Vívoras o la colonia Puerto de Anapra, «pegaditas a la valla», cuenta Elizabeth Rodarte, que conduce un Uber. Barrios pobres de chabolas con casas custodiadas por cámaras de seguridad. La operación la arreglan las mafias, pero el coyote o el 'pollero' suele ser un muchacho ágil, con mirada de águila que espera a que caiga la noche para abrir un agujero en la valla o poner una escalera con la que cruzarlos «rapidito». Como son menores, «si los agarran los deportan, no más». A los hombres se les ve descamisados entre los matorrales para confundirse en la oscuridad de la noche.

Publicidad

Miles de personas atrapadas en Tapachula empezaron a ahorrar la semana pasada para partir en una nueva caravana. El viaje se ha complicado, el sueño ha subido de precio y el purgatorio de Tapachula se ha convertido en infierno. Los 'polleros' de Juárez cobran ya entre 9.000 y 13.000 dólares en efectivo por saltar la valla, 20.000 si lo «financian» en plazos, a pagar con su trabajo en EE UU. «En Tapachula no hay trabajo y todo nos lo cobran a precio de oro», advierte el venezolano Omar Álvarez. Tampoco en Juárez, una ciudad tan peligrosa que Margelis no se atreve ni a salir del albergue por miedo a un secuestro. El 60% de los que llegan han sufrido violencia por el camino y el 53% será víctima de violencia adicional en Ciudad Juárez. Hope Instituto califica a la Guardia Nacional y la inmigración mexicana como el cuarto mayor cartel del país.

196 migrantes

murieron el pasado año entre El Paso, Nuevo México y el condado de Hudspeth como consecuencia de la exposición al calor y la deshidratación.

Los inmigrantes son el blanco fácil de los criminales. No tienen dinero, pero siempre conocen a alguien del otro lado que oiga sus gritos por teléfono mientras les cortan un dedo o una oreja. El pago también sirve de salvoconducto para continuar el viaje. A la hondureña Nuvia Flores y a sus hijos les estamparon un sello en la muñeca, tras recibir de sus familiares el rescate de 6.800 dólares, con una amenaza. «Al que encuentren sin ese sello le cortan la mano», advirtieron sus captores. «Imagínate lo que sufrí para que a este no se le borrara», recuerda angustiada, señalando al más pequeño, que corre medio descalzo frente al albergue estatal de Leonard Vicario.

En su primera travesía había seguido a la marea humana de migrantes que se daban cita en Tapachula para cruzar el país en caravana. Confiada, pidió a su hermana que le enviara a su hijo y sobrinos, sin imaginar que el barquero del río Suchiate, que separa Guatemala de México, entrega a sus pasajeros migrantes a los cárteles para que hagan caja con ellos. «Había miles en esa prisión de la selva», recuerda estremecida. A ellos no los torturaron, porque su familia pagó en una semana. «Nos dejaban un teléfono para que extorsionáramos nosotros mismos a nuestros familiares». Cada día subía el precio, porque añadían el coste de mantenerlos encerrados con vida. «Decían que no había prisa, que podías pasar años ahí, pero que si necesitaban el sitio para otros tendrían que matarnos».

Después de ese calvario para llegar a Juárez, no cabe ni un paso atrás. Algunos de los 200 diarios que llegaban con la preciada cita en la mano, hoy papel mojado, se han vuelto al purgatorio de Tapachula. Otros, a Ciudad de México, donde anticipan más seguridad y oportunidades de trabajo. Y los más ingenuos de Tapachula están en camino, decididos a «pedir una respuesta» a los estadounidenses.

Publicidad

Quienes llevan la travesía tatuada en el alma no pueden dejar de mirar esas calles polvorientas con lucecitas de feria, que del otro lado del puente se transforman en amplias avenidas con flamantes coches. «Nosotros aquí, ni 'pa'lante', ni 'pa'trás'», solloza Margelis, con los ojos rojos e hinchados. Solo queda el muro, cada vez más alto y más cruel, y un futuro que se esfuma a golpe de decreto.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad