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Francia vivió recientemente una de sus semanas más negras. Ocurrió entre el 28 de octubre y el 3 de noviembre, cuando en varios puntos del territorio galo se sucedieron los homicidios relacionados con el narcotráfico. Fueron sucesos que impactaron en la opinión pública al tener ... lugar en localidades pequeñas y medianas, como Poitiers, en el centro del país y con 90.000 habitantes, que fue escenario de un tiroteo que se saldó con un muerto y cuatro heridos. Todos eran menores de edad. Una situación parecida se vivió en Valence, al sur, con la muerte de dos jóvenes de 18 y 22 años. La lacra del tráfico de drogas se extiende más allá de las periferias de París y Marsella, y eso preocupa tanto a las autoridades como a la sociedad galas.
«La escoria de los narcotraficantes no tiene límites, y cada vez utilizan medios más feroces en sus ajustes de cuentas. Y no es algo que suceda en Sudamérica, sino en Rennes (Bretaña) o Poitiers. Estamos en un punto de inflexión. Tenemos que elegir entre la movilización general o la 'mexicanización' del país», advirtió entonces el ministro del Interior, Bruno Rétailleau, con su estilo vehemente y a menudo polémico. Este dirigente conservador hizo un símil para nada anodino comparando la situación que se vive en Francia con la de México, un país que se encuentra acechado por el narcotráfico desde hace décadas.
Desde aquella 'semana negra', como la bautizaron los medios de comunicación, el país vecino se ha visto inmerso en la crisis política provocada por la exitosa moción de censura, impulsada por la izquierda y apoyada por la ultraderecha, contra el Gobierno del conservador Michel Barnier. Y así, la amenaza de la droga ha quedado un poco eclipsada mediáticamente, lo que no impidió que el pasado jueves el presidente Emmanuel Macron hablara de ella en su primera intervención en público tras la destitución parlamentaria del Ejecutivo de su partido con la derecha tradicional. «No creo que el futuro de Francia pueda consistir en el laxismo con el narcotráfico», dijo desde el Elíseo.
5.000 millones de euros
representa el negocio del narcotráfico en el primer país consumidor de estupefacientes de Europa.
«El hecho de que se hable de un narcoestado -expresión utilizada en algunos medios franceses- me parece exagerado. Pero es cierto que hay un aumento del consumo de cocaína y cannabis», así como de otras drogas sintéticas, explica la economista Clotilde Champeyrache, experta en el mundo de la droga. Según señala esta investigadora del CNAM, un prestigioso laboratorio universitario francés, el avance del consumo y tráfico de estupefacientes más allá de las grandes ciudades se vio favorecido por la pandemia del coronavirus. «Como entonces resultaba imposible que los consumidores fueran a los puntos de venta, se disparó el consumo a través de las redes sociales y los vendedores se desplazaban con frecuencia hasta las casas u oficinas de los compradores», apunta sobre esta 'uberización'.
La investigadora también advierte de la «mayor implicación de los adolescentes en la violencia del narcotráfico». De hecho, conmocionó a la opinión pública la serie de asesinatos registrada en Marsella, en la que estuvo implicado un 'soldado de la droga' de 14 años y perdió la vida otro de 15. En el caso del primero, se trata de uno de los autores de un homicidio más jóvenes de la historia reciente de Francia. Hijo de un padre y una madre en prisión, este jovencísimo delincuente asesinó de un tiro en la cabeza y por la espalda a un conductor de VTC sin tener ningún vínculo con el hampa.
En el caso del fallecido de 15 años, el chico debía participar en un ajuste de cuentas, pero miembros de una banda rival lo interceptaron y lo mataron apuñalándole hasta 50 veces. Para culminar el brutal crimen quemaron su cadáver. En la misma localidad mediterránea de Marsella, una joven universitaria perdió la vida mientras estudiaba en su habitación a causa de una bala perdida disparada por un narco. El responsable de esa trágica muerte solo tenía 16 años.
Los capos de las bandas «suelen utilizar a estos adolescentes para que cometan los peores delitos, desde intimidaciones hasta asesinatos», explica Hassen Hammou, fundador de la asociación 'Trop jeune pour morir' (Demasiado joven para morir). Este colectivo, creado en 2016, ayuda a los jóvenes -actualmente a una veintena de ellos- a liberarse de las garras del tráfico de estupefacientes, sobre todo en los precarizados distritos del norte de la segunda ciudad de Francia, que terminó el pasado año con el triste récord de 47 muertes a causa del narcotráfico (por un total de 85 en el conjunto del país). Por fortuna, la situación ha mejorado este año y 21 han perdido la vida en Marsella.
Según este militante local, los jefes recurren a estos adolescentes «porque consideran que su minoría de edad les resulta ventajosa, al enfrentarse a menores consecuencias judiciales». «Muchos de ellos viven en barrios con grandes dificultades económicas y sociales y ven en la droga una manera de ganar dinero con facilidad», añade el senador socialista Jérôme Durain, coautor de una propuesta de ley para luchar contra esta lacra. Además de los jóvenes de las 'banlieues' (suburbios), «ahora vemos que también hay inmigrantes menores no acompañados a los que reclutan para estas actividades delictivas».
3.000 puntos de venta de droga
en territorio galo, en lugares de rivalidad entre bandas y focos de gran violencia.
Este dinero fácil no solo atrapa a los sectores más precarios de la sociedad, sino también corrompe a varios estratos de funcionarios. Un reciente informe del Tribunal de Cuentas advertía de que «la cantidad de los beneficios generados por el narcotráfico aporta unos recursos muy superiores a los del Estado». «El fenómeno no resulta nuevo», recuerda Champeyrache, aunque atrae cada vez más los focos mediáticos.
La actividad de los estibadores de Le Havre, principal puerto comercial del país, ha quedado marcada por la cocaína. Varios de ellos ya han sido detenidos por corrupción. En junio de 2020 hallaron en el patio de una escuela el cadáver de Allan Affagard, un conocido sindicalista asesinado por narcos que había sido imputado dos años antes por un delito de asociación delictiva. «Hasta ahora se hablaba sobre todo de una corrupción de baja intensidad de policías, funcionarios municipales o agentes penitenciarios. Pero recientemente hemos tenido constancia de que ha subido varios escalones y conocemos casos de magistrados que también han sido corrompidos» por estas bandas mafiosas, reconoce Durain.
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La propuesta de ley, elaborada por este representante socialista y otro conservador, inspiró un plan gubernamental para frenar este inquietante fenómeno. Presentada a principios de noviembre, la iniciativa contempla un nuevo delito de asociación delictiva, mejorar la situación de los narcotraficantes arrepentidos que colaboren con las autoridades e impulsar una fiscalía nacional especializada en la lucha contra los estupefacientes, siguiendo el ejemplo de la antiterrorista. Sin embargo, todas estas medidas que debían aplicarse con urgencia han quedado paralizadas como consecuencia del atolladero político en el que se encuentra Francia. Y «me da miedo», reconoce Durain, «que sigamos perdiendo el tiempo en una cuestión en la que llevamos mucho retraso».
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