El Vaticano ha tenido que salir a matizar al Papa Francisco después de que su petición a Ucrania de que tenga «el coraje» de izar «la bandera blanca» al tomar conciencia de su «derrota» provocara una oleada de críticas por parte de Kiev y de ... sus aliados, al tiempo que eran aplaudidas por Rusia. Lo ha hecho por boca del cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede, quien ha aclarado que la «primera condición» para establecer una negociación entre ambas partes es que Moscú «ponga fin a la agresión». Con estas declaraciones, el 'número dos' de la jerarquía vaticana trataba de rebajar la polémica provocada por el Pontífice con su entrevista a la radiotelevisión suiza, cuyo contenido se conoció el pasado fin de semana.
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«La Santa Sede continúa pidiendo un 'alto el fuego', y a cesar el fuego deberían ser primero los agresores, y la apertura de negociaciones. El Santo Padre explica que negociar no es debilidad, sino fortaleza. No es rendición, sino valentía», aseguró Parolin en una entrevista publicada este martes por el diario italiano 'Corriere della Sera', insistiendo en la importancia de tener una «mayor consideración» por los cientos de miles de víctimas que se están produciendo en el «corazón de Europa». A su juicio, sigue habiendo margen para una «solución diplomática» al conflicto: «La guerra desencadenada contra Ucrania no es efecto de una calamidad natural incontrolable, sino únicamente de la libertad humana. La misma voluntad humana que ha causado esta tragedia tiene la posibilidad y la responsabilidad de dar pasos para ponerle fin».
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El jefe de la diplomacia vaticana mostró su preocupación ante el riesgo de que la guerra se contagie a otros países o provoque una «deriva nuclear», un escenario «realmente posible» a tenor de la «regularidad» con la que recurren a esta amenaza «ciertos representantes gobernativos». Para Parolin existen puntos comunes entre los conflictos de Ucrania y Palestina: ambos se han «peligrosamente ampliado más allá de cualquier límite aceptable», por el momento «no se consigue resolverlos», provocan «reflejos en diversos países» y precisan de una «negociación seria» para encontrarles una solución. «Me preocupa el odio que están generando. ¿Cuándo se conseguirá curar heridas tan profundas?», se preguntó finalmente el 'número dos' de la jerarquía vaticana.
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