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El nombramiento de una mujer nacionalista, Michelle O'Neill, como ministra principal de Irlanda de Norte es más simbólico que poderoso en una gobernación que ha de ser compartida entre los dos grandes bloques políticos de la dividida región. La designación era la confirmación de ... la mayoría nacionalista en mayo de 2022. El enredo del Brexit había aplazado la ceremonia.
El retrato del momento pot Kathy Sheridan, en 'The Irish Times' de Dublín, era soberbio: «El paso histórico de O'Neill en la imponente escalinata de Stormont mostraba posesión y propósito, expresados con una cálida sonrisa y un traje sobrio y de corte favorecedor. Pudo optar por un estallido de color festivo pero eligió el azul marino, que es neutral en una región maldecida por un código de colores patrióticos en emblemas y banderas. Los formidables tacones desafiaban a quien tentase mirarla con desdén».
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El 'Anderstonstown News', periódico republicano del oeste de Belfast, retrató el contexto general: «Nadie es tan ingenuo como para creer que los intereses egoístas de partido no están en el corazón de cualquier administración en este planeta, pero la incapacidad aquí de los partidos para resistir el gesto para la galería marca a una institución desconfiada de sí misma, y a unos diputados sin la experiencia y la sofisticación necesarias para lograr el nivel de colaboración en un Parlamento que funcione«.
En el 'Newsletter' de Belfast, bastión del periodismo unionista, Anthony McIntyre, en su día preso del IRA por el asesinato de un rival lealista y persistente crítico de la deriva del Sinn Féin, renunciaba a las cuestiones de estilo e iba directo a la esencia, tras la presencia el jueves de O'Neill en la graduación de nuevos policías, algo que nunca había ocurrido bajo la presidencia de un líder republicano.
«No plantean ninguna amenaza», escribe McIntyre dirigiéndose a los unionistas que resienten su elección. «Simplemente confirma que el partido ha sido completamente domesticado y que la visión estratégica de la campaña del IRA fue un error, porque han quedado reducidos a aceptar los términos del estado británico para la unificación, solo mediante el consenso».
Una posición más simbólica que la de ministra principal es la de Lord Mayor, alcalde honorífico de los ayuntamientos. La evolución de los ocupantes de ese puesto rotativo ya indicaba que la demografía y el colapso del régimen unionista en 1973 -forzado por Londres para contener el caos de violencia- habrían las puertas al papel creciente de los nacionalistas en una política regional diseñada para los unionistas.
En 1997, Alban McGuinness, miembro del pacífico y moderado Partido Socialdemócrata y Laborista, fue elegido el primer Lord Mayor católico en la historia del Ayuntamiento de Belfast. En el siglo XXI han sido catorce. En Derry-Londonderry, la segunda ciudad de Irlanda del Norte, han sido veinte. Los norirlandeses están acostumbrados a una gobernación híbrida.
Esa experiencia municipal y el hecho de que la elección de O'Neill estaba cantada desde 2022 explica la apatía de la Prensa local. Influye también la adquisición de diarios pequeños por empresas que apuestan por noticias vecinales. El 'Fermanagh Herald', en una comarca que sufrió horrorosa violencia, cubrió en las redes el partido de fútbol gaélico entre el Fermanagh y el Kildare mientras se restauraba la autonomía. Su noticia principal es ahora la preocupación de los agricultores porque el ministro es del partido Alianza y sospechoso de dar prioridad al medio ambiente.
Su diario rival, 'The Impartial Reporter' (El Reportero Imparcial), publicaba el día de la restauración un artículo de la exministra principal, Arlene Foster, natural de Fermanagh, en el que afirma que «el Sinn Féin en lugar de buscar la colaboración intentará dividir el unionismo en las próximas semanas y meses; siempre ha sido así». Y añadía: «No debemos permitir que ataquen nuestra confianza en el Reino Unido y en la fuerza de Irlanda del Norte».
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En el 'Derry Journal' el unionista Terry Wright vaticina el fin del «unionismo 100%». Defendiendo al fallecido David Trimble, que negoció el Acuerdo de Paz de 1998 y fue derribado por los disidentes de su partido y el DUP, considera que los magros logros de este partido en la negociación sobre el Protocolo con la Unión Europea indican que la actitud maximalista de ese unionismo ha llegado a su fin.
El 'Belfast Telegraph' ha recopilado cartas de sus lectores. Destacan el escepticismo sobre los políticos, a los que acusan de dar prioridad al aumento de los salarios que recibirán tras la restauración, y la prioridad que dan a la necesidad de mejorar el sistema educativo, el transporte, la sanidad pública, el coste de la energía y de los alimentos.
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