El patriarca de la extrema derecha gala, Jean-Marie Le Pen, muere a los 96 años

El padre Le Pen falleció a los 96 años en un centro sanitario en Garches, en el oeste de la periferia parisina. Perdió la vida «acompañado por los suyos» tras unos últimos meses marcados por su frágil estado de salud, anunció su familia. Su hija Marine, actual líder de la ultraderecha francesa y que lo expulsó en 2015 del partido que fundó, se enteró de la noticia en el interior de un avión, en el aeropuerto de Nairobi (Kenia), en pleno viaje de retorno a la Francia continental desde el archipiélago de Mayotte.

«Demostró ser un visionario al haber impuesto en el debate público cuestiones que actualmente resultan estructurales», destacó el RN en un comunicado. La presidencia francesa reaccionó asegurando que «ahora le toca a la historia juzgar» la trayectoria de este dirigente ultra. Fue cinco veces candidato en las elecciones presidenciales (1974, 1988, 1995, 2002 y 2007) y diputado en el Parlamento Europeo durante siete legislaturas. Su biografía también quedó marcada por haber cometido actos de tortura durante la Guerra de Argelia, además de sus recurrentes comentarios antisemitas que le valieron hasta 30 condenas judiciales. Su frágil estado de salud evitó que lo juzgaran el pasado otoño por una presunta trama de falsos asistentes en la Eurocámara, por la que podrían inhabilitar a su hija.

Su deceso representa el final de uno de los pocos políticos que quedan en vida del periodo de la Cuarta República (1946-58). Jean-Marie Le Pen nació en 1928 en el seno de una familia de pescadores en Bretaña, en el noroeste de Francia. Su padre perdió la vida después de que su barco pesquero chocara con una mina en 1942. El hijo utilizó ese accidente para presentarse como el descendiente de una «víctima de la guerra». Pero historiadores y periodistas que investigaron ese caso demostraron que se trataba de un linaje menos memorable: en realidad su padre colaboraba con restaurante controlado por los nazis y murió a causa de una mina francesa o británica.

Desde sus estudios universitarios en una facultad de Derecho en París, Jean-Marie se interesó por las corrientes reaccionarias, entonces claramente minoritarias debido a la derrota del fascismo durante la Segunda Guerra Mundial. Militó, por ejemplo, en la Acción Francesa. Las primeras décadas de su vida adulta destacaron por los vaivenes entre su actividad política -fue uno de los diputados poujadistas entre 1956 y 1962- y su participación en operaciones militares en las entonces colonias de Indochina (Vietnam) y Argelia. «Sí, el ejército francés llevó a cabo esa cuestión (torturas) para obtener informaciones durante la batalla de Argel», reconoció en 2018 en su libro de memorias, titulado Fils de la nation.

De su experiencia en Argelia, cuyo recuerdo aún influye en los actuales dirigentes y votantes del lepenismo -muchos de ellos son descendientes de pieds-noirs-, heredó su rechazo por el general Charles de Gaulle. Todos esos grupúsculos que se situaban a la derecha del gaullismo se unieron en 1972 con la fundación del Frente Nacional (FN). Había miembros del movimiento neofascista Orden Nuevo, antisemitas, antigaullistas y colaboracionistas de los nazis.

Jean-Marie Le Pen tuvo un rol fundamental en la irrupción de esa nueva derecha radical, en pleno auge en la actualidad en buena parte de Europa. Tras unos años setenta marcados por su marginalidad -apenas el 0,74% de los votos en las presidenciales de 1974-, el lepenismo irrumpió electoralmente durante los ochenta, cuando conquistó sus primeros Ayuntamientos, por ejemplo, el de Dreux. Se trataba, entonces, de una formación que se inspiraba en la figura de Ronald Reagan por su defensa del neoliberalismo y el anticomunismo. Unos postulados que modificaría más adelante convirtiéndose en un partido populista y euroescéptico.

No obstante, el ADN de Jean-Marie Le Pen siempre fueron sus declaraciones racistas y antisemitas, así como su obsesión por las personas migrantes. En 1987, dijo que los campos de exterminio nazis habían sido «un detalle de la historia», y repitió de manera recurrente ese tipo de comentarios. Unos años antes, había demostrado cierto olfato al entender la importancia del espectáculo televisivo en la política. En medio de un programa de debates, se levantó de su silla para hacer un minuto de silencio «en memoria de las decenas de millones de hombres muertos por la dictadura comunista».

Todas esas declaraciones lo convirtieron en un dirigente que escandalizaba y suscitaba miedo en buena parte de la población, pero seducía a una parte significativa. De hecho, se clasificó en 2002, con casi el 17% de los votos, para la segunda vuelta de las presidenciales, en que perdió de manera holgada ante el conservador Jacques Chirac. Desde que tomó las riendas del lepenismo en 2011, su hija Marine se desmarcó del estilo provocativo y del antisemitismo de su padre, aunque conservó la xenofobia y el nacionalismo radical del Frente Nacional original.

Desde entonces, esta formación ultra sigue inmersa en una trayectoria electoral ascendente. Marine Le Pen se clasificó para la segunda vuelta de las presidenciales en 2017 y 2022. Su partido obtuvo más del 30% de los votos en la primera vuelta de las elecciones legislativas del pasado verano, pero en la segunda quedó tercero. Pese a los intentos de la actual dirección de RN para desmarcarse de su fundador, el cordón sanitario de la ciudadanía se ha mantenido firme. El rechazo de la extrema derecha por la mayoría de los votantes, junto con el sistema electoral a doble vuelta, han impedido su llegada al poder a nivel nacional y regional. Quizás la muerte del patriarca Le Pen favorecerá que se rompa este dique.