La compañía de mercenarios Wagner se ha convertido en un instrumento de la invasión rusa en Ucrania que cada vez ha adquirido un protagonismo mayor. En manos de Yevgueni Prigozhin, uno de los oligarcas de Putin, esta colección de expresidarios y veteranos de antiguas guerras ... es un símbolo de la brutalidad y el saqueo. No solo está encabezando las ofensivas en el Donbás y otros puntos calientes -como sucedió el año pasado en la acería de Azovstal- sino que también está siendo capaz de estar a la vanguardia de las críticas al Ministerio de Defensa del Kremlin por el curso de la guerra.
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A continuación contamos en varias claves la historia de este ejército privado.
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La compañía de mercenarios Wagner aparece por primera vez en 2014, en Luhanks, una de las provincias separatistas de Ucrania. En los enfrentamientos que se produjeron en aquellas fechas entre las tropas ucranianas y los independentistas prorrusos, estos últimos contaron con el apoyo encubierto de Rusia, que envió a estos soldados de fortuna.
La intervención de un ejército privado permitía a Moscú negar ante la comunidad internacional que su apoyo a los violentos de Luhanks fuera un acto oficial de su Ejército. En Crimea, por ejemplo, el apoyo a los prorrusos surgió de un grupo que ha sido bautizado como 'hombrecillos verdes'. El nombre se refiere a individuos armados que surgieron de la frontera con Rusia y que, según los analistas, en realidad eran soldados rusos que utilizaban uniformes sin marcas para no poder ser identificados.
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La dirección de Wagner siempre fue un misterio, aunque ahora quien actúa como propietario de la empresa es Yevgueni Prigozhin. Este expresidiario procede de San Petersburgo, la ciudad en la que Vladimir Putin estableció las bases de lo que sería su red de oligarcas corruptos. Prigozhin, a su salida de prisión tras cumplir una pena de diez años por robos y estafas, montó una empresa de catering y comenzó a trabajar para el actual presidente. En un primero momento se le llamó 'el chef de Putin', pero más tarde amplió sus intereses económicos.
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Su fortuna creció de forma exponencial, en especial gracias a que estaba dispuesto a encargarse de las operaciones sucias del Kremlin. No solo participó en la puesta en marcha de Wagner, sino que también intervino en la creación de las denominadas 'granjas de trolls', las empresas de internet acusadas de interferir en democracias occidentales mediante agresivas campañas en redes sociales. Tras la invasión de Ucrania, Wagner empezó a tener un protagonismo cada vez más activo. Y Prigozhin no dudó en convertirse en la cara pública de la empresa de mercenarios. En muchos casos, en busca de un liderazgo político y mediático sin precedentes en Rusia.
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Dentro del halo de misterio que rodea a Wagner, se atribuye la fundación del grupo a Dimitri Utkin, quien en algún momento desconocido fue contratado por Prigozhin. Utkin, de origen ucraniano, es un antiguo oficial del GRU, el cuerpo de inteligencia de las fuerzas armadas, y que junto con el antiguo KGB forma el núcleo de los servicios secretos rusos. Utkin perteneció a los comandos 'spetnatz' del GRU hasta 2013. En esa fecha creó dos empresas, Moran y Cuerpo Eslavo. Con ellas comenzó a conseguir contratos para cuestiones como la protección de cargueros rusos en el Cuerno de África. Al año siguiente comenzó su intervención en Luhanks y su trabajo en las operaciones encubiertas de Moscú.
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Wagner era el distintivo de llamada de Dimitri Utkin, es decir, el apodo que utilizaba en las comunicaciones por radio para no tener que emplear su nombre auténtico cuando hablaba con sus tropas. A Utkin se le ha calificado de pronazi y, según algunas fuentes, su cuerpo esta cubierto de tatuajes con la simbología del Tercer Reich. En ese contexto de fascinación por la mitología nórdica y los emblemas nazis eligió como nombre de guerra 'Wagner', en homenaje al músico alemán favorito de los jerarcas de Hitler.
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Tras su intervención al lado de los separatistas de Luhanks, Wagner se desplegó en Siria. En este país mediterráneo, Rusia ha tenido de forma histórica numerosos intereses. Entre ellos, el mantenimiento de un puerto –Tartus– en el que acoger a su fuerza naval. Tras la descomposición del país por la 'primavera árabe' y la llegada del Estado Islámico a la región, Moscú corrió a ayudar al dictador Bashar al Asad. Al igual que había hecho Estados Unidos en Irak al contratar a empresas militares privadas como Blackwater para determinadas tareas, Wagner comenzó a vigilar los campos petrolíferos y apoyar al Ejército regular y a las tropas tribales que se enfrentaban a los fundamentalistas islámicos.
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El 7 de febrero de 2018 se produjo la denominada batalla de Kasham o Deir ez-Ezoz. Ese día, un grupo de mercenarios de Wagner junto con componentes del Ejército sirio atacaron una posición de las fuerzas libres sirias, que contaban con el apoyo de fuerzas especiales de Estados Unidos. Según el experto del Instituto Español de Estudios Estratégicos Luis de la Corte Ibáñez, al menos 200 soldados de fortuna rusos fallecieron frente a la respuesta norteamericana. El propio Prigozhin telefoneó al Kremlin para reclamar ayuda urgente del Ejército ruso mientras se desarrollaban los combates, pero no recibió ninguna respuesta.
Este incidente supuso la primera vez en la que soldados de Estados Unidos se enfrentaban con tropas rusas. Todavía se debate cuál pudo ser el motivo por el que Moscú no actuó ante la debacle de Wagner, ya que no detuvo el ataque antes de que se llevase a cabo ni aceptó proteger a los mercenarios una vez desencadenado. No se descarta que el Kremlin estuviese molesto por el cada vez mayor protagonismo de Prigozhin –así como por sus prácticas corruptas– e intentase darle una lección.
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Después de desplegarse en Siria, la compañía actuó también en Sudán, donde protegió los intereses mineros de Rusia, e incluso en Venezuela. En el país caribeño prestó ayuda a Nicolás Maduro en 2019 durante la rebelión encabezada por Juan Guaidó.
Su presencia está aumentando en África, en muchos casos, vinculada a la empresa minera 'Meroe Gold'. Esta firma es propiedad de Prigozhin y se dedica a explotar recursos naturales en distintas áreas del mundo bajo influencia rusa. Wagner, en este sentido, ha sido acusada de querer conquistar la ciudad ucraniana de Bajmut para controlar sus yacimientos de sal y yeso.
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Wagner apareció por primera vez en la batalla de la acería de Azovstal, donde intervino activamente en los combates para conquistar la planta. Poco después Prigozhin salió a la luz y admitió ser el dueño de Wagner, algo que había negado hasta ese momento.
En septiembre, tras la derrota de Rusia en varios frentes, Prigozhin volvió a la cárcel pero esta vez para reclutar presidiarios que su unieran a sus tropas. En ese momento, Putin había anunciado la movilización de reservistas para hacer frente a la contraofensiva ucraniana. Los analistas estiman que 50.000 mercenarios de Wagner pueden estar peleando en Ucrania.
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Prigozhin se ha desplazado al frente en numerosas ocasiones para fotografiarse con sus soldados en busca de creare una imagen de líder militar que hasta ahora no había tenido. Pero también ha realizado críticas al Ministerio de Defensa ruso por no ser lo suficientemente agresivo en la guerra o no apoyar a sus mercenarios negándoles las municiones. Incluso ha llegado a recordar la batalla de Kasham, convertida en un referente de la 'traición' del Ejército regular ruso hacia sus hombres.
Según su canal de Telegram, el jueves recibió el armamento que Moscú le negaba. Previamente había llamado «funcionario endiosado» al ministro de Defensa, Sergei Shugoi. En un libro publicado en Francia por uno de los lugartenientes de Prigozhin, Marat Gabidullin, se asegura que el sueño del oligarca es convertirse «en el rey del Donbás» gracias a sus tropas. Según muchos analistas, este expresidiario está adquiriendo una gran popularidad entre los sectores más belicistas y nacionalistas de Rusia. En su canal de Telegram se atreve a desafiar a Occidente, mediante el uso de la retórica más radical dentro del extremismo proPutin.
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En 2017, un grupo de mercenarios de Wagner desplegados en Siria se grabaron en vídeo mientras mataban con un mazo al desertor sirio Hamadi Bouta. Desde esa fecha, las prácticas sangrientas se han convertido en una seña de identidad de los mercenarios. El 13 de febrero de este año repitieron la acción y grabaron un vídeo mientras aplastaban la cabeza de otro desertor en Ucrania. Más tarde, la empresa anunció que pensaba enviar el mazo al Parlamento Europeo.
Prigozhin, en sus charlas con los presidiarios, les dice que si abandonan la cárcel para unirse a sus tropas podrán limpiar su nombre pero deberán obedecer el régimen disciplinario de la compañía. El mazo, que muchos de los mercenarios exhiben en sus apariciones, es el icono de su brutalidad.
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