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Sólo veinte minutos en coche separan el pequeño vecindario de Deanwood en Washington DC, donde se crió el cantante Marvin Gaye, de uno de los lugares más protegidos del planeta, la Casa Blanca. Pero ni esa cercanía -con decenas de agentes y cámaras de vigilancia ... a un puñado de kilómetros- frenó a quien en la madrugada del pasado 5 de julio, en plenas celebraciones por el Día de la Independencia, abrió fuego allí contra la multitud desde un todoterreno. Hirió a nueve personas y se dio a la fuga. Nada, ni nadie, parece por ahora capaz de romper la espiral de violencia que arrastra de nuevo a la capital de Estados Unidos, casi tres décadas después de su etapa más sangrienta, en los primeros noventa, cuando más de 400 personas eran asesinadas cada año. En todo 2012, según los datos de la Policía Metropolitana, hubo 88 homicidios, el mínimo histórico. En 2022 se dispararon a 203. En 2023, hasta el 27 de septiembre, se han registrado ya 209.
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En Washington DC no esconden que la ciudad, una de las veinte más pobladas del país, por encima de los 700.000 vecinos, se encuentra en «estado de emergencia». Lo admiten desde su propio ayuntamiento, con la demócrata Muriel Bowser al frente, conscientes de que suman «asesinados a tiros a un ritmo que no hemos visto en veinte años» y de que poco falta para que vuelvan a colgarle la etiqueta de 'Murder capital' (capital del asesinato) como hace algo más de un cuarto de siglo. Entonces fue la irrupción del 'crack' en sus calles y en sus parques y las luchas entre bandas por hacerse con el control de la droga en cada esquina lo que elevó la violencia hasta niveles nunca vistos. En 1991 hubo un auténtico baño de sangre: 479 homicidios.
Ahora los motivos hay que buscarlos en la desigualdad social -una brecha aún más profunda con la pandemia-, la facilidad para hacerse con un arma de fuego y las dificultades del propio cuerpo policial, con recortes y el personal en mínimos. La plataforma online 'DC Crime Facts', nacida el pasado marzo, denuncia el cierre del laboratorio forense de la ciudad y la existencia de casi 800 muestras de ADN relacionadas con delitos violentos sin analizar. Con ese panorama, no sorprende que Pamela Smith, la nueva jefa de la Policía Metropolitana, y la primera mujer negra en acceder a ese puesto, admitiera a principios de agosto que el escenario «es increíblemente frustrante». Lo dijo a pie de calle, en Good Hope Road, horas después de que tres personas fueran asesinadas y otras dos heridas en un tiroteo en este punto del barrio de Anacostia. Sólo ese mes 31 ciudadanos murieron a tiros en Washington DC.
Acting Chief Pamela Smith provides an update on the shooting in the 1600 block of Good Hope Road, Southeast. pic.twitter.com/iucc1uIWCT
— DC Police Department (@DCPoliceDept) August 6, 2023
La situación ha desbordado incluso a las autoridades, que ven cómo la violencia no para de escalar en la ciudad -en la misma donde se levantan el Capitolio, la Casa Blanca, las sedes de la Corte Suprema o de organismos como el FBI- mientras se reduce en otros rincones de Estados Unidos. En un año, entre mayo de 2022 y 2023, la tasa de homicidios ha caído un 10,2% en Nueva York, un 14,5% en Chicago, un 30,7% en Atlanta... y ha crecido un 6,7% en Washington. «El crimen está fuera de control y empeora cada día», advirtió recientemente Trayon White, concejal de Anacostia, que ha reclamado un aumento de los recursos policiales y la presencia de la Guardia Nacional en sus calles. La petición sigue sobre la mesa pero, mientras, el Concejo de DC se ha dotado de una ley de seguridad pública de emergencia que facilita la detención de acusados de delitos violentos a la espera de juicio. La decisión se tomó en julio, después de que en cinco días se contabilizara una decena de asesinados.
El 1 de septiembre entró en vigor otra medida -en forma de programa piloto- para intentar que esta ola de crímenes no salpique, al menos, a los más jóvenes. Los menores de 16 años deben estar pendientes del reloj porque hay toque de queda para ellos. No pueden pisar las calles de Washington entre las 23.00 y las 6.00 horas en los días laborables y, un poco más tarde, desde las 00.01 durante los fines de semana. La restricción acordada por la alcaldesa y la máxima responsable de la Policía se aplica en siete zonas donde los chavales que se saltan el horario son recogidos por los agentes y llevados a servicios sociales. «Padres, queremos que sepan dónde sus hijos pasan la noche», alegó Smith, que cada vez puede contar con menos efectivos para atajar la delincuencia.
209 personas
han sido asesinadas en Washington DC en 2023 (hasta el 18 de septiembre). En todo 2022 fueron 203 y, en 2012, 88, el mínimo histórico desde que hay registros de la Policía Metropolitana.
6,7% ha aumentado
la tasa de homicidios en la capital de EE UU en un año (entre mayo de 2022 y 2023) frente a las caídas experimentadas en Nueva York (-10,2%), Chicago (-14,5%) o Atlanta (-30,7%), según la plataforma 'DC Crime Facts'.
500 individuos
«identificables» se calcula que se encuentran detrás de la ola de violencia que soporta Washington. El cuerpo policial sospecha que en los vecindarios «alguien sabe lo que está pasando» y calla.
Las autoridades sospechan que, en algunos vecindarios de la capital estadounidense, «alguien sabe lo que está pasando» y calla. En 'DC Crime Facts', de hecho, recogen que detrás del 70% de los delitos que se cometen en Washington están unos 500 individuos «identificables» y que un delincuente ha sido arrestado una media de once veces antes de llevar a cabo un homicidio en la ciudad. «Si vas comunidad por comunidad y hablas con la gente, generalmente conoce el puñado de personas que están impulsando la violencia», aseguró hace unas semanas Matthew Graves, fiscal federal de DC, ante decenas de vecinos en el centro cívico de Rosedale, después de que su oficina fuera señalada por no procesar a una buena parte de los detenidos.
La Policía Metropolitana lanzó hace tiempo un SOS ante una tasa de delitos violentos (en 2020 tenía el mayor ratio por 100.000 habitantes del país) que su anterior jefe, Robert Contee, quien dejó el cargo este verano para unirse al FBI, cree que no se toma tan en serio en instancias superiores. «Cuando los agentes hacen cumplir la ley, eso es sólo una parte del ecosistema de la Justicia penal», criticó en CBS News en la víspera de colgar el uniforme. En su opinión, la facilidad para hacerse con un revólver o un fusil de asalto -y eso que en Washington han tomado varias medidas para limitar esa manga ancha- tampoco ayuda. «La gente tiene acceso a armas de fuego ilegales y, cuando tiene acceso, las usa, lamentablemente», concluyó.
La ola de tiroteos ha puesto en riesgo, además, la recuperación de Washington DC tras la negra etapa de los noventa. En los últimos años había conseguido sacudirse de ese pasado de droga, pistolas y navajas con apartamentos de lujo alrededor de O Street Market, antes una de las zonas más peligrosas, la reapertura del Teatro Howard o la conversión de la fábrica de Wonder Bread -una vieja panificadora que durante años fue centro de negocios de narcotraficantes- en oficinas para empresas. Mudarse a la capital ya no entrañaba tantos temores, salvo para el bolsillo, porque se trata de una de las urbes más caras de EE UU, con el precio medio del alquiler por encima de los 2.000 euros. Pero entre edificios de diseño y urbanizaciones también hay homicidios. Más del doble que hace una década. Casi un asesinato al día.
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