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Caroline Conejero
Nueva York
Miércoles, 4 de enero 2023
El boicot del ala más radical del Partido Republicano mantiene bloqueada la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense. Pese a su mayoría el partido de Donald Trump no logra un consenso para la elección de su líder parlamentario. El único candidato, californiano Kevin McCarthy, fracasó ... ayer por sexta vez en su intento de ser el nuevo presidente. En las tres rondas celebradas sumó 201 votos. Como el martes, veinte de sus compañeros de formación votaron a Byron Donalds. El demócrata Hakeem Jeffries fue el que más apoyo recibió, 212. Para ser refrendados en el cargo los candidatos están obligados a sumar 218.
El malestar contra McCarthy crece, ya que muchos congresistas consideran que debería hacerse a un lado para desbloquear la situación. Ni siquiera el apoyo que le brindó en un comunicado Donald Trump sirvió para convencer a los díscolos, que en principio forman parte del sector que apoya al expresidente y a su teoría de que una conspiración le alejó de la Casa Blanca.
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En su red social el magnate pidió al partido «evitar una derrota vergonzosa». «Es hora de que todos nuestros grandes miembros republicanos de la Cámara voten por Kevin, cierren el trato y logren la victoria», publicó. «Kevin McCarthy hará un buen trabajo, y tal vez incluso un gran trabajo», dijo.
Con muy poco margen de error, McCarthy, que aspiraba a hacer valer la reducida mayoría republicana en la Cámara de Representantes teniendo en cuenta los 222 escaños que obtuvo el partido en las elecciones de mitad de mandato y sustituir así a la demócrata Nancy Pelosi, ya había fracaso en las tres rondas de la jornada anterior por el malestar de un sector más radical aglutinado en el Caucus de la Libertad. Ese grupo, reducido pero intransigente, quiere aprovechar la corta mayoría para imponer sus condiciones. Sin su apoyo, Kevin McCarthy nunca podrá ser elegido.
McCarthy, de 57 años, ha accedido a muchas de las peticiones de este grupo, pero sigue en un punto muerto. Estados Unidos quiere «una nueva cara, una nueva visión, un nuevo liderazgo», afirmó el representante de los rebeldes, Chip Roy, de Texas. «Todo esto parece desordenado», admitió Mike Gallagher, muy amigo del candidato oficial. «Pero la democracia es desordenada (...) Es una característica no un error de nuestro sistema».
La situación evidencia las marcadas diferencias entre las varias facciones del Partido Republicano, que seguramente acabe protagonizando situaciones similares cuando tenga que negociar con el Senado, que está en manos de los demócratas. El mandatario, Joe Biden, calificó esta situación de «vergonzosa» y advirtió que «el resto del mundo» lo observa de cerca.
La elección del presidente de la Cámara baja, conocido como 'speaker', la tercera figura más importante de la política estadounidense después del presidente y el vicepresidente, requiere una mayoría de 218 votos. En las primeras cuatro rondas, Kevin McCarthy no pasó de 203.
Esta situación, sin precedentes en los últimos cien años, paraliza por completo la institución. Sin presidente de la Cámara de Representantes, los congresistas no pueden prestar juramento y, por lo tanto, aprobar ningún proyecto de ley. Los republicanos tampoco podrán abrir las numerosas investigaciones que habían prometido contra Biden.
La situación parece divertir a los demócratas, y lo expresan con risas sarcásticas y aplausos en el hemiciclo. El partido del mandatario está unido en torno a la candidatura de Hakeem Jeffries, pero este congresista tampoco tiene suficientes votos para ser elegido. Por lo tanto se deberá seguir votando hasta conseguir a un presidente, pero puede tardar horas, días o semanas, como ocurrió en 1856. De hecho, los republicanos pidieron miles de pizzas para acompañar las intensas negociaciones.
Una cámara hostil pero dividida podría ser pan bendito para Biden, si confirma su intención de postularse nuevamente a la presidencia en 2024, una decisión que se espera que anuncie a principios de este año. Mientras, el presidente viajó ayer a Kentucky para alabar la construcción de un nuevo gran puente financiado con una faraónica ley de infraestructuras que sacó adelante en parte con algunos votos republicanos en el Congreso.
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