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Joe Biden es ya un presidente cojo, a raíz del emotivo discurso que dio el miércoles desde el Despacho Oval a modo de despedida. Es, también, un mandatario liberado de la presión de pasar de nuevo por las urnas, que ahora puede dedicar los seis ... meses que le quedan de gobierno a cimentar su legado. En el centro de esa agenda está poner fin a la guerra de Gaza y traer de vuelta a casa a los rehenes estadounidenses secuestrados por Hamás el 7 de octubre.
De eso habló este jueves con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien al agradecerle públicamente medio siglo de apoyo a Israel se refirió a él como «un orgulloso sionista irlandés americano». El líder judío no ha acudido a Washington a invitación de la Casa Blanca, sino del Congreso, donde dio un discurso que la exportavoz del Congreso Nancy Pelosi consideró «con mucho el peor» que le haya escuchado en ese foro a cualquier mandatario extranjero, según escribió en X.
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La Casa Blanca no le ha hecho el feo de esquivarlo, aunque la vicepresidenta, Kamala Harris, se excusó de presidir la reunión conjunta de las cámaras con el argumento de que tenía compromisos de viaje previamente contraídos. Aún así, lo recibió este jueves por la tarde en su residencia, lo que obligó a Netanyahu a posponer al viernes su encuentro con Donald Trump en Mar-a-Lago. Su inoportuna visita a Washington ha obligado a la presunta nominada demócrata a retratarse sobre sus políticas hacia Israel y la guerra en Gaza.
Debido a su improvisada designación como candidata presidencial en un tiempo récord, Harris es un lienzo en blanco que permite a todo el abanico demócrata soñar con lo que es posible. Ofrece la oportunidad de reiniciar la campaña sin el lastre del pasado y con el beneficio de actuar en retrospectiva. Mientras Biden tuvo que posicionarse sobre la invasión de Gaza tras los ataques del 7 de octubre, cuando el mundo estaba impactado por la brutal ofensiva de Hamás, Harris tiene el privilegio de adaptar esa respuesta a la sensibilidad que ocasiona ya la muerte de 40.000 palestinos, la mayoría mujeres y niños. Los brutales bombardeos de convoys humanitarios, campos de refugiados y hospitales han dejado al presidente estadounidense en la incómoda posición de respaldar a Israel en acciones semejantes a las que critica de Rusia en Ucrania. Su prioridad ahora es lograr que Netanyahu firme el acuerdo que permitiría la liberación de los rehenes.
Nadie espera que Harris rompa con las políticas de apoyo a Israel que respaldan ambos partidos en el poder, pero sí que muestre más empatía con la crisis humanitaria. A final de octubre pasado ya tuvo algunas palabras de preocupación por las víctimas inocentes de esa guerra contra Hamás, que apoya. Lo que unos y otros quieren ver ahora no son palabras, sino acciones. «Podría anunciar que, como presidenta, suspenderá inmediatamente la ayuda militar por violar la Ley Leahy, que impide usarla para cometer 'flagrantes violaciones de los derechos humanos'», sugirió el martes Matthew Duss, vicepresidente ejecutivo del centro para políticas internacionales en la revista 'Foreign Policy'.
Se trata de algo apoyado abiertamente por un ala de su partido y solicitado por siete grandes sindicatos en una carta conjunta que enviaron al presidente este mismo martes. Aún así, sería tan rompedor que el mismo experto se conformaría con que presione públicamente a Netanyahu para que acepte el alto el fuego y la liberación de los secuestrados, además de rechazar «las infundadas e inflamatorias acusaciones contra la agencia para los refugiados palestinos de la ONU».
La campaña de Harris ha prometido clarificar su posición, que tanto intriga a unos y a otros. Su marido, Doug Emhoff, que es judío, ya ha dado algunas pistas. El miércoles intervino por sorpresa en un zoom organizado por el Consejo Democrático Judío de EE UU y de Mujeres Judías por Kamala para tranquilizar a los oyentes. «Dejadme ser claro», les dijo. «La vicepresidenta ha sido y será una ferviente defensora de Israel como Estado judío democrático y siempre se asegurará de que Israel pueda defenderse. Punto. Ésa es Kamala Harris», aseguró. La exsecretaria general del partido y congresista por Florida, Debi Wasserman-Schultz, dijo a MSNBC no tener «ninguna duda» de su apoyo a Israel, dado su historial de voto como senadora, pero insistió en querer ver sus acciones. «Siempre ha estado junto a Biden en avanzar y elaborar las propuestas para acabar con las hostilidades, la liberación de los rehenes, y el final de la amenaza terrorista que vive a las puertas de Israel», explicó. Lo que le gustaría ver también es una propuesta nacional para acabar con el antisemitismo en Estados Unidos.
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Zigor Aldama
Miguel Pérez
Harris dio este jueves la primera señal de por dónde marcará los límites. En un tajante comunicado condenó los «despreciables y antipatrióticos actos de protesta» que se vieron la víspera en los alrededores del Capitolio a raíz de la asistencia de Netanyahu. «Condeno a cualquier individuo que se asocie con la brutal organización terrorista de Hamás, que ha prometido aniquilar al Estado de Israel y matar a los judíos. La a retórica proHamás es abominable y no debemos tolerarla».
La vicepresidenta de 59 años a la que Biden ha pasado el testigo por ser «una generación más joven» probablemente sea la candidata de su partido, que ha dado hasta este sábado para que se presente cualquier individuo que quiera retar su nominación, pero durante seis meses seguirá siendo parte del actual Gobierno. El presidente, que explicó al país la noche antes su retirada porque «nada puede interponerse en el camino de salvar a la democracia, incluyendo las ambiciones personales», recibe estos días la despedida cordial de otros mandatarios, que en el caso de Netanyahu venía envenenada.
Con Harris no tiene los 40 años de amistad que le unen a Biden. Lily Greenberg Call, la primera judía en dimitir del Gobierno de Biden por su complicidad con el bombardeo de Gaza, escribió en 'The Guardian' que Harris tiene ahora la oportunidad de empezar una nueva era «en la que el Gobierno de EE UU utilice la diplomacia de sentido común y la presión financiera para facilitar una solución política de largo plazo que acabe con el apartheid de Israel sobre Palestina y garantice la justicia y la seguridad de ambos pueblos».
Dado que más de 700.000 demócratas utilizaron el voto en blanco durante las primarias, mayormente como protesta por las políticas de Biden en este tema, la candidata tendrá que hilar fino si quiere ganar en estados como Michigan, Georgia y Minnesota, donde la población musulmana guarda rencor al actual Ejecutivo.
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