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Seis meses de ardua negociación para salvar a Ucrania concluyeron anoche con una maniobra política y legislativa que permitió aprobar una ayuda de 60.840 millones de dólares para ese país, como parte de un paquete de 95.300 que incluye una importante partida para ... Israel y otra minoritaria para Taiwán.
«Nuestros aliados alrededor del mundo han estado observando al Congreso durante los últimos seis meses preguntándose lo mismo: Cuando más importa, ¿reunirá EEUU la fuerza para unirse, superar la inercia centrífuga del partidismo y hacer frente a la magnitud del momento?», reconoció triunfante anoche el líder demócrata de la Cámara Alta, Chuck Schumer. «Esta noche, bajo la atenta mirada de la historia, el Senado responde a esta pregunta con un rotundo y resonante 'sí'.»
Por la velocidad y la nocturnidad con la que se aprobó ayer en el Senado, sin posibilidad de enmiendas, se diría que llegar al abrumador resultado de 78-18 fue fácil. Nada más opuesto a la realidad. Mucho ha llovido desde que el presidente Joe Biden explicase al país el pasado 19 de octubre la necesidad de implicarse económicamente en las dos guerras en las que participa indirectamente, Ucrania y Gaza. A esas alturas, la indignación por los ataques de Hamas a Israel el 7 de octubre estaba fresca, pero la solidaridad con Ucrania había caído a niveles tan impopulares que ya no era políticamente aconsejable seguir avalándola en año electoral.
Para aprobar el paquete de Financiación Suplementaria de Seguridad, en la que la Casa Blanca había incluido inicialmente una partida para mejorar la gestión migratoria en la frontera, la oposición republicana exigió fuertes concesiones que pusieran freno a la inmigración ilegal. El presidente se resistió cuanto pudo, hasta que la pausa navideña y el comienzo de un año electoral dejaron claro que incluso sería bueno para él demostrar mano dura contra la inmigración. Tardó demasiado. Para entonces Donald Trump ya había ganado con contundencia los caucus de Iowa y las primarias de New Hampshire. Como líder y candidato de facto, ordenó a su partido que no le diera ningún balón de oxígeno a su rival. Solo 22 senadores republicanos se atrevieron en febrero a votar a favor de la ley negociada de forma bipartidista, que arrancaba a la Casa Blanca las mayores concesiones para endurecer la política migratoria que se hubieran visto en décadas. Ayer, esa cifra se elevó a 31.
Más mérito ha tenido la negociación en la Cámara Baja, donde el ala más extremista del trumpismo republicano ha amenazado con forzar una votación de censura para defenestrar al portavoz, Mike Johnson, si la ponía a votación. Después de muchos tira y afloja, que incluyeron una reunión con Trump en Mar-a-Lago hace diez días, Johnson desafió la amenaza y sacó la partida a votación el sábado pasado, divida en tres partes para Ucrania, Israel y Taiwán, que ha mandado como una sola al Senado para facilitar la votación expedita.
Gracias a toda esta complicada maniobra, Israel recibirá 26.380 millones de dólares que incluyen cuatro mil para recargar el sistema de defensa antimisiles que le protege, 3.500 para obtener armas avanzadas, mil millones para mejorar la producción y desarrollo de artillería y munición crítica, y 2.400 «para las actuales operaciones militares estadounidenses en la región en respuesta a los recientes ataques». Además, la ley tiene una partida de 8.120 millones «para continuar los esfuerzos de contrarrestar a la China comunista y garantizar una sólida disuasión en la región».
El precio que el gobierno de Biden ha tenido que pagar para sacar adelante este salvavidas a Ucrania es un veto a TikTok, que obligará a la empresa propietaria Byte Dance a vender la aplicación en 360 días o exponerse a que se la cierre el gobierno. Sus ejecutivos se preparan, en cambio, para dar la batalla en los tribunales, donde creen poder aferrarse a la Primera Enmienda Constitucional que garantiza la libertad de expresión.
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