Iván García mantiene la producción de leche en su explotación de 800 ovejas durante el estado de alarma y se ha visto obligado a vender corderos sin cubrir costes por el cierre de la restauración
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Es uno de los ganaderos de las 10.831 explotaciones de ovino que hay en Castilla y León. De ellas, 6.895 se dedican exclusivamente a la producción de carne y 2.183 a la producción de leche. El resto son de otro tipo, como cebaderos. El ovino emplea a unas 11.500 personas en la comunidad y genera un negocio de cerca de 1.000 millones de euros de los 2.000 que supone el sector en toda España.
El ovino es un sector estratégico en Castilla y León y en él tiene mucho que decir la provincia de Zamora y ganaderos como este joven de 39 años que ha continuado, sin temor y al pie del cañón, con el trabajo en su explotación durante el estado de alarma. Sabe que en esta época de pandemia y confinamiento no puede quedarse en casa. La leche y la carne que producen los ganaderos llenan las estanterías de tiendas y supermercados que en ningún momento se han quedado sin provisiones.
Para Iván no hay opción de teletrabajo. 800 ovejas de raza lacona y assaf dependen de él y de sus cuidados diarios. Desde que comenzó el confinamiento en los hogares, ha salido de casa todos los días. No ha faltado ni uno solo a la cita que tiene a las ocho de la mañana con su explotación, situada a las afueras de San Miguel de la Ribera, un pueblo de 280 habitantes de la comarca zamorana de La Guareña.
Iván García y los dos trabajadores que tiene en la granja viven el estado de alarma entre ordeños, echar de comer al ganado y las labores de limpieza en la nave. El trabajo ha continuado con normalidad, aunque la explotación no ha escapado de las fauces de los daños colaterales de la covid-19. Los últimos corderos se vendieron a precios muy bajos, por debajo de los costes de producción, es decir, sin ni siquiera llegar a cubrir gastos. Son las consecuencias del cierre de la hostelería y la restauración, y de la suspensión de la Semana Santa, una de las épocas de mayor consumo de una carne que se asocia a restaurantes y días de fiesta, y cuyas ventas quiere promocionar el sector también en los hogares.
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Tras el sacrificio realizado en el estado de alarma, que se une al que hacen a diario en sus granjas, Iván García explica que una forma de ayudarles es consumir los productos de Castilla y León, algo que cree que tienen que promocionar las administraciones.
Con apenas 20 años este joven zamorano tenía claro que quería dedicarse al mismo oficio que su padre. Fue el único de cuatro hermanos que lo hizo. La pasión por trabajar con animales y en el campo pesó más que los consejos y advertencias de su padre sobre la dureza de dedicar todos los esfuerzos e ilusiones a un sector ingrato la mayoría de las veces.
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«El trabajo con animales y en el campo me gusta mucho. Ya tenía el negocio montado, es trabajar para ti y es lo que me gusta, trabajar en espacios abiertos, organizarlo a tu manera y la libertad, aunque al mismo tiempo es esclavitud porque es un trabajo de todos los días», explica sobre lo que le empujó a tomar aquella decisión.
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Entonces creía que, con unas instalaciones ya en marcha, el trabajo tras su incorporación sería rodar y rodar. Nada más lejos de la realidad. Más que rodar, asegura que dedicarse al ovino es «nadar a contracorriente», intentar avanzar en un mar de burocracia, impuestos, trabas y márgenes muy estrechos.
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Es un sector que además necesita fuertes inversiones en maquinaria y mano de obra asalariada. «Es muy triste porque te ponen el precio de lo que compras y de lo que vendes. Estás manejado por todos los sitios, pero luego importan productos de otros países con precios mucho más baratos y no puedes competir con ellos aunque tus productos tienen mucha mejor calidad», lamenta este ganadero de San Miguel de la Ribera.
Confiesa que ha pensado alguna vez en dar carpetazo al mundo de las ovejas, en dejar de hacer números con ellas y centrarse laboralmente en las 200 hectáreas de secano que siembra.
Si se le pregunta si se ve trabajando en el ovino hasta jubilarse, responde: «No lo sé, porque no se puede nadar a contracorriente».
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Y es que hablar de ganadería es hablar de medio rural y de un sector que asienta población en los pueblos de la comunidad. Iván García, que vive en San Miguel de la Ribera junto a su pareja y su hija de dos años, explica que no hay relevo generacional en el ovino. «Mucha gente se va a ir jubilando y no se va a quedar nadie porque si con una instalación montada es difícil rodar, para un joven empezar desde cero es prácticamente imposible».
Cree que para atraer población residir en un pueblo tendría que llevar aparejadas ventajas como tener conexión a Internet, servicios y exenciones fiscales o rebajas de impuestos. «Se están dejando apagar los pueblos y tienes la sensación de que te echan de ellos. Va cerrando todo y cuantas más cosas cierren, más difícil va a ser reanimarlo».
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