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Sara Carbonero, en Bajo Chiquito. Instagram
Sara Carbonero se derrumba en Panamá

Sara Carbonero se derrumba en Panamá

La periodista se encuentra en Bajo Chiquito para conocer las historias de los migrantes que cruzan El Darién

El Norte

Martes, 13 de agosto 2024, 13:11

Las vacaciones de este año para Sara Carbonero están siendo distintas. La periodista decidió viajar junto con UNICEF a Bajo Chiquito, una comunidad indígena que se encuentra en la frontera entre Panamá y Colombia. El objetivo es conocer de primera mano la realidad de los habitantes del lugar, ya que también es la puerta de salida a la Selva del Darién. En ese lugar, la ex de Casillas se ha venido abajo.

Carbonero, como recoge 'Bekia', se ha encontrado con momentos que ha calificado como «tremendamente desgarradores» y que ha decidido compartir a través de sus publicaciones de Instagram. Concretamente, describe un día en especial, en el que estaban esperando a un grupo de piraguas migrantes que pasaban del Darién a Panamá. «Se retrasaron. La ruta por el Darién se hace a pie y por eso es extremadamente dura y peligrosa. Las piraguas les recogen sólo para cruzar el río», ha incidido. Mientras esperaban, Sara Carbonero, junto con sus compañeros, no dudó en recabar información para entender la importancia de los lugares «alivio», como así dice que les denominan.

La periodista explica que conoció «el cuarto de literas donde pasan la noche los niños que llegan solos, sin nadie. Que han perdido a su familia en la selva. Estuvimos con los habitantes mientras preparaban la fiesta del día donde iban a celebrar las costumbres típicas de su pueblo, Araceli me invitó a su cabaña para tatuarme con jagua, una fruta típica de allí, mientras su pequeña revoloteaba sobre las tablas de madera», ha descrito el lugar, a la vez que caído, como cualquier persona de fuera del entorno, en la romantización y narrativización de lo que allí estaba aconteciendo.

Imágenes que no se olvidan

Al pasar un tiempo, llegaron cinco piraguas que Sara Carbonero ha descrito como una imagen «de las que se te queda para siempre en la retina ya que las personas llegaban extenuadas e, incluso, algunas no eran capaces de responder ni del país del que venían». No obstante, la periodista destaca la felicidad que traían los niños: «Caso aparte el de los niños, la mayoría saltaba y reía después de 10 días sin parar de caminar y llegando por fin a un sitio con vida».

Esa realidad chocaba con la de los adultos que, sin duda, sorprendió a la periodista. «Recuerdo especialmente a un señor de unos 70 años muy bien vestido que viajaba solo y apenas podía subir la escalera. También a una madre que venía con su bebé de pocos meses en brazos. A otro hombre que llegó con el tobillo completamente roto, cojeando. Recuerdo cada una de sus miradas», ha explicado. Esta experiencia fue muy complicada para la periodista que reconoce la dificultad de poner una sonrisa en esa situación y poder tranquilizarlos. «Yo no fui capaz», termina por escribir.

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