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Joaquín Araújo es naturalista, agricultor, escritor y poeta, ha trabajado como guionista, director, realizador y presentador de documentales y desde hace más de medio siglo vive en una casa aislada en la comarca extremeña de Las Villuercas. Tan aislada que confiesa que ha llegado a ... estar más de un mes sin ver a nadie. Desde la perspectiva que le da esa forma de vivir y su defensa argumentada y apasionada del medio ambiente, sostiene que vivimos en un mundo disparatado. Una opinión que avala con dos datos que bien pensados son estremecedores: el 80% de las cosas que adquirimos solo tienen un uso y el 90% de lo que hay en un piso de una familia de clase media no tiene utilidad alguna. Es la prueba de un derroche de todo tipo de recursos que no puede continuar. De todo eso, y especialmente del elemento que es la base de la vida, habla en 'Somos agua que piensa' (Ed. Crítica). Y sobre eso mismo trata esta entrevista.
– Dice en su libro: «Lo más revolucionario que cabe en el presente es sencillamente ser honesto». Imagino que sabe que le van a decir que es usted de derechas.
– Pues no puedo ser menos de derechas porque soy ecologista desde hace 54 años y el pensamiento reaccionario es el gran culpable del deterioro del medio ambiente, aunque las tiranías de izquierdas también lo han sido. Hablo de honesto en el sentido de no quedarse con nada de nadie. Nuestro sistema económico es un enorme robo, y se trata de combatir la corrupción en todas las modalidades. La gran deshonestidad del sistema es que si triunfas te lo perdonan todo, como se ha demostrado con Trump y Putin. El sistema se basa en acaparar hasta la pobreza de los pobres.
– Nació en Madrid en el seno de una familia de militares. ¿Dónde nació su amor por la naturaleza?
– Soy un superviviente:ni la sociedad ni la gran urbe asesinaron el sentimiento de la naturaleza con el que todos nacemos y que más tarde machaca la socialización, aunque luego unos pocos nos encastillamos y no consiguieron erradicarnos eso. A eso he sumado el ser un campesino en el sentido rotundo del término. Por eso necesito cultivar la vida y defenderla.
– La gran mayoría de la sociedad ha decidido ser esclava y paga por ello. Ahí están los móviles, los coches y las televisiones, asegura.
– No soy misántropo ni antitecnológico, pero vivimos subyugados por la tecnología. Y es una esclavitud que cuesta mucho dinero y que al planeta le cuesta vida. Es curioso que por un lado aumenta la conciencia ambiental y al tiempo crece el daño al medio ambiente.
– Usted aporta un dato que es poco conocido: los centros de datos consumen el 2% de la energía mundial y producen tanto CO2 como el sector aéreo. Es decir, nuestros modernos hábitos de vida son muchos peores para el medio ambiente.
– El asunto crucial es que el uso de esos recursos es masivo. Almacenar los dos millones de fotos que se hacen en el mundo cada segundo lleva un gasto energético tremendo. Por eso, lo primero que hay que hacer es gastar menos energía. Por ejemplo, no chatear todo el rato ni mandar fotos insignificantes.
– Ahorrar energía no es difícil: se alcanza el 30-35% solo con apagar las luces y la televisión y parar el motor en los semáforos.
– Añada otra cosa:reducir la superiluminación de las ciudades. Me llama la atención que, por la guerra, Borrell dijera que tenemos que ahorrar energía. Deberíamos hacerlo siempre porque su despilfarro destruye el mundo. Con un poco de cuidados se ahorra ese 30-35%, y con algo más, se llegaría al 50.
– El agua es el eje temático de su libro y la fuente de vida. Pero la maldición de la naturaleza, desde siempre, han sido las inundaciones.
– Hay que mirar las cosas de forma panorámica:captar cómo funciona todo para todos. Todo fenómeno, aunque genere un daño, hace millones de cosas que son lo contrario.
– ¿Hasta qué punto el agua sucia es un problema tan grave como la escasez?
– Es un asunto de gran actualidad. En España, donde no nos sobra el agua, acumulamos numerosas multas por no tratar las aguas residuales, y eso es algo a lo que estamos obligados ética, moral y políticamente. Comamos lo que comamos, tomamos agua. Yla que está usada es peligrosa, porque lleva metales pesados, antibióticos, desechos de todo tipo...
– Da unas cifras impresionantes sobre el agua precisa para producir un kilo de arroz o de carne. ¿Es la escasez de agua lo que puede frenar la producción de alimentos?
– Una de las facetas peores del colapso que nos amenaza es una crisis de alimentos. Es un debate que se está aplazando, y no debería ser así. Además de la ingente cantidad de agua que requiere producir un kilo de carne, se precisa 1.500 veces más energía que para producir un kilo de cereal. Decir que hay que comer menos carne es lo más racional.
– ¿Y la ropa? Salvo en verano, nos ponemos cada vez que nos vestimos ropa que ha requerido de unos 15.000 litros de agua.
– Por eso es una buena noticia que algunas grandes marcas estén anunciando que se van a pasar a algunas fibras que son menos consumidoras.
– Antes la gente prefería tener buena ropa aunque fuera poca, ahora es lo contrario. De nuevo, nuestro estilo de vida parece cada vez menos sostenible.
– Acumulamos tantas cosas... Según estudios fiables, el 80%de las cosas que compramos solo tendrán un uso. Y el 90%de lo que hay en una casa de una familia de clase media no sirve para nada. Tener pocas cosas es uno de los principios para ser feliz, y tener muchas que no se usan es desastroso para el medio ambiente.
– ¿Comprar ropa, libros, deuvedés o muebles de segunda mano es cosa de pobres?
– Eso forma parte de los pilares del pensamiento ecológico. Usar y tirar es un disparate. Por eso el mar está tan contaminado y hay microplásticos en todas partes. Cualquier reutilización es buena, y no digamos si hablamos de cuestiones tecnológicas. El escombro informático es un gravísimo problema, por ejemplo. Reutilizar las cosas es primordial para contaminar menos y consumir menos energía.
– Usted vive en un entorno natural, pero eso sería imposible para millones de personas. No habría sitio para tantos...
– No podríamos generalizar un estilo de vida como el mío, lo sé. Pero sí un pensamiento que nos lleve a situaciones más sensatas. Ahora, en el planeta Tierra, somos muchos, concentrados, ciegos e insaciables. No se puede ruralizar el mundo, por supuesto. Pero cuando lleguemos a tener un 75% de población urbana, como vaticinan muchos estudios, estaremos cerca de otro colapso.
– ¿Y qué se puede hacer?
– Naturalizar al máximo las ciudades. Se puede contaminar menos y en eso hay un gran margen de actuación. Yhay que aliviar esa enorme bolsa de calor que es una ciudad, donde la temperatura siempre es al menos dos grados más alta que en su entorno. Si se plantan árboles, se instalan jardines verticales y se procura que la alimentación llegue de zonas próximas, las ciudades serán más viables. Hay un margen de retorno a la cultura rural. No puede haber 40 millones de españoles viviendo como Joaquín Araújo, lo sé, pero dos millones sí podrían hacerlo.
– Para mejorar las cosas, usted propone pagar a los agricultores bastante más por sus productos y de esa manera no tendrían que irse a trabajar a las ciudades. Pero entonces quienes tienen salarios bajos no podrían pagar esos productos.
– Si estamos dispuestos a sacrificarnos por seguir pagando la gasolina, ¿por qué no por remunerar debidamente a quien nos da de comer?La mayor injusticia de las últimas décadas ha sido atracar literalmente al sector agrario. Vivimos en un sistema de mercado libre, pero si produces patatas el precio lo fija el comprador.
– ¿Y eso cómo se puede arreglar?
– La mayor parte del presupuesto de la UE se destina a completar las rentas agrarias. Si les pagáramos más por sus productos no necesitarían subvenciones. En cambio, lo que sucede es que quien más gana en el campo no es quien pone en el mercado el mejor producto, sino quien tiene los mejores abogados rellenando los papeles para la PAC (la Política Agraria Común de la UE, que subvenciona a los agricultores). Vivimos en un mundo disparatado. La gran aspiración de muchos es hacer trampa y que no le pillen.
– Antes hablaba de que el capitalismo usa los recursos sin pensar en el mañana. Yel país industrializado que más destrozó el medio ambiente fue la URSS.
– Tiene razón. El capitalismo de Estado, que fue lo que pusieron en marcha los llamados países del socialismo real, tuvo tan poca o menos sensibilidad ecológica que el capitalismo. Este tiene la ventaja de que nunca se ha traicionado a sí mismo, y el comunismo siempre lo ha hecho. Se lo dice alguien que es de una izquierda ecologista y que nunca aceptaría poder alguno.
– Tampoco los Verdes han obtenido grandes éxitos electorales, quizá porque no se conocen bien sus propuestas fuera del tema medioambiental.
– Algunos partidos verdes han estado en gobiernos de coalición o han gestionado municipios. Pero es cierto que si aspiras a gobernar debes tener un programa para todas las cuestiones, aunque pongas el acento más en unas que en otras. Yo suelo decir que el ecologismo es la ideología más generosa y tiene ante sí el reto de solucionar el problema más grave de la Humanidad, porque necesita arreglar todo lo del planeta al mismo tiempo. Queremos pensar en nuestros hijos y nietos y en los nietos de nuestros nietos.
– ¿No le han tentado para presentarse a unas elecciones?
– Me lo han propuesto, sí. Pero prefiero antes que haya más cultura ecológica que gobiernos de ecologistas. Porque lo que sucede es que estamos implantando una civilización donde domina lo muerto y lo feo.
– Dice en su libro que nunca ha viajado a ningún lugar como turista. La gente pensará que tiene suerte por su actividad profesional, pero la mayoría trabaja en una oficina o una fábrica y no viaja nunca por temas laborales.
– Es cierto que si tienes la suerte que tengo yo te abasteces de tu propio paisaje. Pero el turismo se ha convertido en otro gran exceso. Viajar es muy importante, pero cada segundo están volando en el mundo 12.000 aviones... No acabo de entender cómo nos gusta salir de un lugar masificado para ir a otro igual de masificado. Esto también es cuestión de preferencias. Hay que preguntarle a la vida por ella misma.
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