El Norte
Lunes, 12 de junio 2023, 12:21
Ana Obregón, durante la presentación de 'El chico de las musarañas', el libro que comenzó a escribir el joven y que tuvo que finalizar ella tras su muerte, confesó un fenómeno paranormal que vivió dos años después de la muerte de su hijo. «Llegamos a ... una comida, que no me acuerdo dónde era, y yo puse mi teléfono encima de la mesa. De repente, empieza a sonar mi móvil. Y miro, ¿y de quién era la llamada?», pregunta de manera retórica ante la atenta mirada de los allí presentes.
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«Era de Aless, se lo enseñó a Susana (su representante), luego a la editora... fue un momento mágico porque era una señal. El teléfono estaba en un cajón desde hacía años», añadió con voz temblorosa. Fue en ese momento cuando decidió continuar con el libro que su hijo había comenzado a escribir. «Me dije que tenía que hacerlo porque es lo que él quería», aseguró.
Pocos días después, Paz Padilla contaba su propia experiencia. Según cuenta la gaditana, tras la muerte de su marido, Antonio Juan Vidal (julio de 2020), dio de baja su teléfono y lo guardó en su mesilla de noche. «Escribo el libro, lo estreno, preparo la obra de teatro y el 7 de septiembre de 2021 voy a estrenar», comienza explicando. «El día del estreno, recibo una foto de Antonio y mía, y miro y digo: '¿perdona?'. Un mensaje de Antonio. Lo abro, es su número de teléfono y hay una foto de los dos», añade sin poder evitar emocionarse.
«Cuando llego a casa, voy a la mesilla de noche y el móvil no tenía batería. Lo pongo a cargar, estaba totalmente vacío. Abro el móvil, aunque no tiene línea, y efectivamente, el último mensaje que manda desde el teléfono es esa foto. ¿Alguien me lo puede explicar? Nadie sabía las claves para abrir ese teléfono salvo yo. Nadie podía abrir ese teléfono y además no había línea […] ¿Es una manera de comunicarse que tienen con nosotros o es que nos reconforta pensar que en cierta forma ellos están?», se pregunta.
«Yo lloraba y lloraba, pero lo interpreté como que me mandó una señal. No cuestiono a Ana en absoluto», y lo relaciona con las mariposas que siente desde que su marido la dejó. «Es como las mariposas, todos los días veo una. En Filomena, con un frío horroroso y nevando, estoy leyendo el último capítulo del libro, llorando como una condenada, y miro fuera y había dos volando. Tengo una casa en Cádiz que es una novena planta y hasta ahí llegan las mariposas. Todos los días veo una», finaliza.
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