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La nueva temporada de Lo de Évole parecía comenzar con un personaje tan conocido como trillado, una figura ilustre de la televisión como es Juan y Medio, que vive en el imaginario colectivo tanto de jóvenes como mayores. Pero una cosa es el personaje y otra la persona, y ayer Juan se encargó de demostrarlo rompiendo tópicos y dejando ver una personalidad arrolladora que asume errores y presume de aciertos.
Habló de las personas mayores, de sus confidencias entre bastidores para que se mantuvieran sus realidades en secreto, impensables en esta época. «Ayúdame, porque yo no sé hablar. Ayúdame, que yo nunca he estado en un sitio así. Ayúdame porque yo no quiero molestar a mis hijos contando lo que hizo mi marido. No digas que me pegaba», son algunos de los testimonios que han pronunciado sus invitados al programa de Canal Sur.
La realidad de nuestros mayores contiene claroscuros, partes omitidas de unas vivencias que Juan y Medio no ha dudado en desvelar: «Si nosotros contásemos lo que de verdad ha pasado en España en los años de las personas que nos visitan, el programa cambiaba el país. Hay un mundo oculto de abusos, de falta de consideración entre los propios matrimonios, con las familias políticas, increíble...»
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J. Moreno
La labor de su programa es encomiable, dando cobijo y entreteniendo a ancianos porque, según denuncia el presentador, «antes las familias se hacían cargo de ellos, ahora no». Ese abandono no implica sólo renunciar a su cariño, sus abrazos o momentos compartidos, sino a una sabiduría inherente a la experiencia que pocas personas pueden aportar, porque cualquier problema que se interponga en nustras vidas, ellos ya lo han vivido. «Dicen que cuando muere un anciano se pierde la sabiduría equivalente a una biblioteca de Alejandría», sintetizó el lucareño.
Ante esta soledad de nuestros mayores, Juan y Medio busca pareja a las personas que acuden a su programa, y aprovechando este filón y haciendo gala de su labia, engañó a Évole haciéndole creer que hasta el Rey emérito había llamado al programa interesándose por una de las mujeres que acudieron. Estiró el chicle hasta el final del programa, donde le hizo creer a Évole que recibia una llamada de Juan Carlos I, mientras sonaba la sintonía de Inocente, Inocente, uno de los programa que presentó.
También hubo tiempo para el amor, al que confiesa haber abrazado con el paso de los años. «El amor no está al alcance de todos. El amor tiene muy mala prensa. Una declaración de amor parece que no está de moda. He estado mucho tiempo sin declararme porque hay una generación que exteriorizar sentimientos no iba con nosotros. Y ahora lo hago. Le digo a mucha gente que la quiero. Hay que decirlo. Es muy barato y no se hace con la frecuencia debida». Se arrepiente de no haberlo dicho antes y a las personas a las que debía, a lo que achaca el no haber tenido hijos, uno de sus grandes remordimientos, a pesar de todo el éxito cosechado.
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