Lleva dos décadas dedicado a la comedia y va a celebrarlas con el espectáculo '20 años no es nada', un repaso a toda su vida en una sola función. Leo Harlem es uno de los monologuistas más reputados del país y acudía a 'El Hormiguero ... ' con el sentido del humor como bandera, tal y como informa El Correo. «Llámame niño, pero nací mayor. Era muy bueno estudiando, pero el horario me pillaba mal», ironizaba acerca de su etapa escolar, una época en la que fue feliz, «aunque me he llevado balonazos porque los de gafas tenemos un imán para eso», afirmaba jocoso.
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Su juventud la tiene un poco dispersa en la memoria. «De adolescente no me acuerdo mucho. Era un frenesí en el que no sabes si vas o vienes. Mucho discutir con los padres, eso sí. Había mucha rebeldía tonta. Yo, a veces, discutía con los vecinos de abajo porque se me quedaba corta mi casa», evocaba con gracia. Y de ahí a su faceta como cómico. Harlem domina el escenario como pocos y lo mismo aborda viajes increíbles que se lanza a reflexionar sobre la cocina creativa. «La gente hace un esfuerzo enorme por sorprender y hay chefs que son auténticos genios, pero de esa comida te cansas. Un cocidito, una sopa de pescado… Eso es lo mejor, lo de toda la vida», destacaba.
Se ve que el artista no está para apreciar virguerías sobre el mantel. «Las cosas que se entienden por la vista no hay que explicarlas mucho. Un plato de angulas o un solomillo, ahí está. Pero cuando empiezan con las instrucciones… Te dicen: voy a partir la croqueta, voy a echarle las algas por encima, ahora apago la luz del restaurante para que vea como brilla… No, hombre no. He venido a comer», remachaba.
Las buenas pitanzas se riegan con lo mejor, aunque a Leo tampoco le compliques la vida con eso. «Las etiquetas del vino han hecho mucho daño. Luego dice tu cuñado que sabe mucho de vinos. ¡Qué va! Que se ha leído todas y solo ha probado dos. A mí me gusta el tinto con gaseosa porque tengo una teoría: si mejora un vino malo, ¡qué no hará con uno bueno!», opinaba sin abandonar la sorna. Y aprovechó para precisar un dato sobre la gaseosa: «Antes decían que mataba los glóbulos rojos. Había negacionistas de la gaseosa. Yo la recomiendo».
La charla gastronómica acabó en la capital vizcaína. «En Bilbao se come sin conocimiento. En general, en toda España se come bien, pero allí el concepto ración no lo han pillado. Te ponen unos chuletones que les metes el tenedor y se te carga la batería del móvil», bromeaba. Y añadía: «Si es que ya los nombres de los platos te acojonan. Marmitako, porrusalda… Es que los pronuncias y ya se te quita el hambre. Pero se come muy bien», apreció.
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La ciudad vasca siguió siendo objeto de su socarronería. «¡Cómo ha cambiado Bilbao! Han hecho un museo con latas de espárragos precioso. Y tiene un perro de 16 metros», comentó un actor que se sabe las retransmisiones de los partidos míticos del Barça en catalán, «porque no había otros y a base de verlos me los aprendía», indicaba. Y si entramos en política y Pablo Motos sacaba el 'culebrón' entre Casado y Ayuso, Harlem esquivaba torero: «Yo este año voto a la Renfe que por lo menos el tren me lleva».
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