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Isabel Ibáñez
Sábado, 19 de marzo 2016, 13:45
Ahí tienen a Kirk Douglas, que en diciembre tiene previsto cumplir cien años. Hace solo dos, la prestigiosa revista People le dio por muerto publicando por error uno de esos obituarios que las redacciones suelen tener listos cuando parece que a alguna celebridad le llega el momento. Se equivocaban. En 1991, a los 74, el actor resultó herido en un accidente de helicóptero: a 12 metros de altura chocó contra una avioneta en la que perdieron la vida dos personas. Pasó mucho tiempo postrado en la cama con fuertes dolores de espalda, pero se recuperó. Fíjense que en 1958 ya se había salvado de una muerte segura al no embarcarse en el avión privado del productor Michael Todd, que se estrelló pereciendo todos sus ocupantes.
En 1996, sobrevivió a un ictus que le dejó con muchos problemas para hablar. Aunque no para bromear: «Lo más difícil de un accidente cerebrovascular es la depresión. Cuando no podía hablar, tenía que hacer frente a un impulso suicida. Finalmente me di cuenta de que el suicidio es egoísta. Solo estás pensando en ti mismo y no en el lío que dejas atrás. El antídoto para la depresión es el humor y el pensar en los demás. Cuando me puse la pistola en la boca, me golpeé en un diente. Y me pareció divertido que ese dolor estuviera frenando mi suicidio. Cuando apenas podía balbucear, solía hacer este chiste: «¿Qué hace un actor cuando no puede hablar? Espera a que vuelvan las películas mudas». ¿Cuántas vidas tenía un gato?
En los noventa, todo el mundo hablaba de la afición de Michael Douglas por las mujeres; afirmación amplificada por haber encadenado tres películas de alto voltaje erótico, Atracción fatal (1987), Instinto básico (1992) y Acoso (1994). Según él, alguien se inventó su obsesión por el fornicio. Recuerda que su propio padre se reía así del tema: «¿Conoces a mi hijo, el adicto al sexo?». Precisamente él, que se tuvo que divorciar de suprimera esposa y madre de Michael, Diana Douglas, por sus numerosas y constantes infidelidades públicas. Esta misma semana se ha publicado que Michael había recaído de su cáncer de garganta y que se estaba despidiendo de los suyos poco menos que en su lecho de muerte. Pero una foto compartida en Instagram por su esposa, Catherine Zeta Jones, de 47 años, les muestra esquiando sonrientes en Aspen (EEUU). Parece que los Douglas se han acostumbrado a reírse de la muerte.
Muerte del hijo y hermano
Michael y Catherine a punto están de cumplir dieciséis años de casados, pese a que en 2013 decidieron tomarse un pequeño respiro en su matrimonio, otra vez con el sexo de por medio. Habían pasado por una etapa difícil; él había estado luchando duro contra su enfermedad y ella se estaba tratando su trastorno bipolar. Fue por entonces cuando el actor achacó el mal que padecía al Virus del Papiloma Humano por practicar el cunnilingus, en una entrevista concedida a The Guardian de la que luego se desdijo alegando que en realidad no hablaba de su caso y que solo quería hacer una especie de servicio público, alertando sobre una de las causas de la enfermedad. A través de este mismo diario, el año pasado pedía perdón a su mujer, ya que sus declaraciones la situaban como culpable involuntaria de su desgracia: «Fue una de esas cosas que lamento, me disculpo por cualquier vergüenza que pude provocarle a Catherine. La amo tanto, y espero que ese sentimiento sea mutuo».
El caso es que padre e hijo parecen vivir la vida a tope en la medida de sus posibilidades, pese a que al progenitor se le haya visto en alguna ocasión con andador. Ambos han afrontado momentos muy duros, como la muerte de la madre de Michael, Diana, el año pasado a los 92 por un cáncer, y en 2004 el de un hijo de Kirk, Eric, al que hallaron sin vida después de numerosos problemas con las drogas (su padre le internó en más de una veintena de centros de desintoxicación sin éxito). No solo eso, Cameron, el hijo que Michael tuvo con su primera esposa, Diandra Luker, ingresó en la cárcel en 2009 por tráfico de metanfetaminas, aunque está a punto de salir.
Kirk Douglas, uno de los pocos grandes de Hollywood que aún siguen entre nosotros, ha atravesado casi todo el siglo XX y sigue empeñado en experimentar lo máximo del XXI. Cuando cumplió los 98 exclamó: «¡Ahora a por los 100!». Luchó en la Segunda Guerra Mundial y regresó para contarlo: sirvió en la Marina entre 1942 y 1943, en la Guerra del Pacífico como oficial de comunicaciones en un submarino de defensa, llegando a alcanzar el grado de teniente. Fue herido en una explosión accidental a mucha profundidad, pero una vez más, salió adelante. Todas sus vivencias le dan el bagaje necesario para poder comprobar cómo la Historia siempre se repite: «Las revoluciones que han estallado en Oriente Medio me recuerdan a Espartaco... Y además en Estados Unidos, tengo la impresión de que estamos reviviendo la época de McCarthy. Aún hay policías golpeando a los comunistas. Es deprimente», aseguraba en una de sus últimas entrevistas.
¿Ostras o caracoles?
Votante de Obama, en su día se enfrentó a la caza de brujas emprendida en el Hollywood dorado contra los izquierdistas. Como productor además de actor, se opuso a que el autor de la novela pacifista Johnny cogió su fusil, Dalton Trumbo, que había escrito el guión de Espartaco (Stanley Kubrick, 1960), fuera omitido de los créditos de la película al estar en la diana de los macartistas por sus ideas cercanas al comunismo. También, según sus memorias, intentó que la censura no recortara el momento en el que Lawrence Olivier le pregunta a Tony Curtis por sus preferencias sexuales dándole a elegir entre ostras o caracoles. Se negó a que esta disyuntiva fuera sustituida por alcachofas y trufas, así que finalmente la escena fue eliminada y solo años después se pudo recuperar.
Este carácter indomable del duelo del hoyuelo más famoso del mundo fue heredado en parte por su hijo Michael, que como mensajero de la paz de la ONU aboga por un mundo libre de armas. Se ha solidarizado con los niños de Chernóbil y deposita sus mayores temores en un desastre nuclear. También lucha contra el antisemitismo que ha sufrido por su procedencia en propia carne; más bien en la del hijo mayor que tiene junto a Catherine, Dylan: «Tenía 14 años y un hombre comenzó a insultarlo recuerda el actor. Vino llorando y repentinamente me di cuenta de qué pudo causarlo. Dylan tenía puesta una estrella de David». En un cuestionario contestado en 2011 a la revista Vanity Fair, respondía que si fuese posible reencarnarse le gustaría hacerlo «en un olivo de 800 años». Preguntado por cómo le gustaría morir, sugirió: «Plácidamente y sin ser responsable de la muerte de otra persona». El mes pasado, en uno de los muchos premios que ha recibido, contó esta anécdota: «Mi padre me llamó hace poco preocupado porque estaba viendo una película en la tle que no recordaba haber hecho. Le dije que era normal, son cosas de la edad y la memoria falla. Luego se dio cuenta de que no era él quien salía en la cinta, sino yo».
Vean cómo bromeaba el patriarca en su 90 aniversario: «Me llamo Kirk Douglas. Tal vez hayas oído hablar de mí. Si no... búscame en Google. Soy el papá de Michael Douglas y el suegro de Catherine Zeta-Jones. Hoy cumplo 90 años y, en mi caso, llegar a esta edad no es solo especial, sino milagroso». Bueno, pues eso fue hace una década. Por algo estamos hablando del mismísimo Espartaco.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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