La abuelita mochilera

La iscariense Kandy, al borde los 80 años, lleva 16 recorriendo el mundo con su petate de seis kilos. Ha estado 12 veces en la India y en Hong Kong la chantajearon

yolanda veiga

Martes, 3 de marzo 2015, 12:30

El primer viaje internacional que hizo Cándida García (Íscar, Valladolid, 80 años el 29 de marzo) fue a Francia. Dieciocho kilómetros desde Oiartzun (Guipúzcoa), donde regentaba un camping familiar, a la frontera al volante del Alfa Romeo. «Allí había cosas que no existían en España, platos de Duralex, revistas porno y papel pintado para la pared que se podía lavar». Ese paso fronterizo y las historias de los turistas neozelandeses que se alojaban en el camping le abrieron los ojos... «y las alas». «Un australiano dijo que estaba dando la vuelta al mundo. ¡Ay madre! ¿Eso se puede hacer?».

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Luego se enamoró de un holandés «todos se enamoraban de mí, no debía ser fea», bromea y se olvidó un poco del viaje pendiente. Llegó el niño... y el trabajo en el despacho de abogados en Carnucha, a 10 kilómetros de Motril (Granada), donde su familia había montado otro camping porque «en Oiartzun llovía demasiado». Como a su marido no le convalidaban los estudios de Derecho de Holanda, hizo otra vez la carrera en España. «Yo había estudiado Magisterio pero me apunté con él y saqué Derecho en dos años y medio». Veinte años de oficio, un divorcio entre tanto «él sigue ejerciendo en Alicante» y a los 65 se quitó la toga para echarse al hombro la mochila. «Decidí cumplir mi sueño de dar la vuelta al mundo». Recorrió 76.000 millas y gastó dos millones de las antiguas pesetas (12.000 euros).

Su primer destino fue Buenos Aires «porque allí era verano» y de ahí, 14 horas en autobús hasta Iguazú. «Valió la pena, pensé que no habría cosa más bonita en el mundo que esas cataratas». A Chile llegó con un propósito, visitar a los mapuches. «Tuve que caminar diez kilómetros hasta que vi una ruca, una casita de paja redonda donde me recibieron dos vecinas. Les dije que estaba escribiendo un libro y una acabó pidiéndome ser la madrina de su hija. No pude esperar a que naciera la niña porque faltaban tres meses».

La ruta continuó por Bolivia, Ecuador, Colombia, Nicaragua, Honduras y Guatemala. En el pueblecito de San Pedro conoció a María, «una chiquita que limpiaba casas en el campo» y le enseñó a llevar esas pesadas cestas en la cabeza. María la acompañó en el recuerdo hasta que llegó a México, y de ahí a Nueva York, Los Ángeles y por fin San Francisco, donde cumplió el sueño de subirse a «esos tranvías que salen en las películas».

Otros deseos los realizó sin haberlos siquiera formulado. «Viajé a Nueva Zelanda a ver a los maoríes. Llegué a un pueblo donde había muchos géiseres, olía a huevo podrido... Solo estábamos allí un suizo y yo y los maoríes tenían un mapa del mundo donde los extranjeros que llegaban ponían una chincheta señalando su país. ¡Fui la primera europea!». La siguiente parada, Ayers Rock (Australia), una formación rocosa de nueve kilómetros de contorno a la que se llega tras 24 horas en autobús. «¡Aquella roca era más grande que Motril! Y cambiaba de color, saqué tres fotos y todas son diferentes. Los aborígenes van allí a recargar energía. Acerqué el oído y escuché como un ronquido».

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Y del momento zen, a la realidad más fea... en Hong Kong, un día de «mucha lluvia», cuando dos filipinos la chantajearon. «Dijeron a la Policía que yo les había robado y allí eso se castiga con cárcel. Me pidieron 800.000 dólares a cambio de confesar la verdad y yo pensé que eran dólares americanos, ¡imagínate qué dineral! Luego supe que eran dólares de allí, que al cambio eran 86.000 pesetas. Les dije que no podía sacar tanto dinero con la tarjeta y acordamos que les compraría teléfonos móviles. Compré ocho y así me dejaron en paz». Quizá fue el susto de Hong Kong... pero en la India se sintió en casa. «Solo tuve una mala experiencia, en Nepal, donde tres policías cenando con una botella de vino me pidieron 100 dólares para salir de allí». La India fue el fin de ruta de su primera vuelta al mundo. Pero ha vuelto doce veces, una acompañada. «Puse un mensaje en Facebook por si alguien quería venir. Se apuntaron nueve mujeres que no conocía de Alicante, Zaragoza... Dos de ellas no habían montado nunca en avión. Las llevé al sur porque el norte impacta más».

Kandy acaba de regresar de Vietnam y el 20 de marzo regresa a la India. «Te tienes que lavar los dientes con agua mineral, pero nunca he recibido tanto amor. Una vez olvidé el monedero en un autobús y el conductor regresó para devolvérmelo. Me llamaba: ¡Mami, mami!». La cartera, una toalla de baño cortada por la mitad, un trozo de jabón, repelente de mosquitos y generosas provisiones de frutos secos y miel. Es todo su equipaje, seis kilos.

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