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FERNANDO MIÑANA
Martes, 10 de junio 2014, 19:55
No hay Mundial que se precie en el que no se hable de sexo. Son varias semanas de máxima concentración con la reputación y la gloria en juego. Un asunto de estado, vaya. Los protagonistas, salvo contadas excepciones, hablan poco. Sus gestas entre las sábanas no se comentan fuera de vestuarios corporativamente herméticos. Un Mundial parece que es algo así como Las Vegas. Lo que pase en Brasil se quedará en Brasil. Aunque en asuntos de faldas, por establecer un punto de partida, habría que diferenciar entre las oficiales y las esporádicas. Que los cuernos también crecen en los estadios de fútbol. Que se lo pregunten si no a John Terry, el fogoso capitán de los inventores del fútbol, quien se lió con la novia de su compañero Wayne Bridge, una infidelidad que le costó el brazalete de la selección inglesa. Terry tampoco es un ejemplo muy válido. Más bien, uno un tanto extremo. Porque en su historial no solo figura revolcarse con la novia de su colega sino también noches de lujuria como aquella de 2007 en la que abrasó 75.000 libras en mujeres, champán y vodka. Que nadie se escandalice, no es lo habitual.
Lo normal en un Mundial es lo que establece Vicente del Bosque, libertad en el día libre y contención antes de los partidos. Aunque siempre ha habido quien tiene otras preferencias. El seleccionador de Chile, Jorge Sampaoli, les ha prohibido el sexo y solo permite que los jugadores vean a sus parejas en el 'lobby' del hotel. O, más radical aún, el director técnico de México, Miguel Herrera, quien no solo prohíbe, sino que desafía a sus pupilos: «Si no pueden aguantar un mes sin sexo, entonces no son capaces de ser deportistas profesionales». Del Bosque, de momento, ha permitido que Shakira, de quien se rumorea que es como la kriptonita para el 'superman' Piqué, estuviera en Washington en el mismo hotel que la selección.
Xabier Leibar, médico deportivo del Centro de Perfeccionamiento Técnico de Fadura, en Getxo, se apresura a quitarle morbo al asunto. «Yo a esto le daría visos de normalidad. Hay doctrinas para todos los gustos, pero una relación sexual normal y habitual no creo que tenga que romper para nada la condición atlética de un deportista. Otra cosa sería una relación poco habitual y extrema. Ahí no se deben batir récords».
Ya lo dice Luiz Felipe Scolari, el entrenador de Brasil que a sus 65 años las ha visto de todos los colores. «El sexo en el Mundial es normal. Normal es normal, no es allá arriba, en el techo. Por lo general, el sexo normal se hace de una manera equilibrada, porque hay algunas formas que son de malabarista y eso cansa». La 'canarinha', privilegios de anfitriona, se ha instalado en la Granja Comary, donde se han gastado ocho millones de euros en una reforma que permite que cada jugador disfrute de unas minimalistas habitaciones blancas en solitario. Intimidad para la selección que vive bajo la presión de evitar un nuevo 'maracanazo'.
Miguel Tendillo fue un central español que gastó fama de díscolo pero que siempre rindió... en el campo. El defensa de Moncada pasó gran parte de su carrera en casa, en el Valencia, pero también jugó en el Murcia, el Burgos y el Real Madrid. Y en 27 ocasiones estuvo con la selección. Eso incluyó el Mundial de 1982, el Mundial de España. Y una concentración eterna, la más larga que se recuerda. «Nosotros estuvimos cerca de dos meses concentrados. Primero en La Molina, en el Pirineo catalán, y luego en el Parador de El Saler, en Valencia (España jugó en esta ciudad la primera fase). Muy pesado. Ahora veo que la selección ha estado dos semanitas y con un par de partidos entre medio, que eso siempre ayuda a combatir el aburrimiento».
El exfutbolista internacional se alinea en el bando de los permisivos y critica la rigidez que ha imperado en España. «Aquí somos muy cerrados en cuanto al sexo. En la selección española siempre han sido unos estrechos. Otras selecciones se lo han pasado por el forro y luego han rendido más que nosotros», se queja Tendillo, de 53 años, quien recuerda que en el Mundial del 'Naranjito' (la mascota con forma de naranja) el seleccionador, Óscar Santamaría, les dejaba para airearse el fin de semana. «Fueron dos meses y, claro, necesitábamos descansar un poco. Santamaría nos decía que si nos acostábamos muy tarde, que intentáramos levantarnos lo más tarde posible para recuperarnos».
A Tendillo no le hubiera importado jugar el Mundial de Brasil con Honduras. Luis Fernando Suárez, su seleccionador, lo fía todo al sentido común de sus futbolistas. «Yo no les determino ni les facilito. Conozco a la mayoría de las esposas de los jugadores y seguro que ellas quieren lo mejor para sus familias, para ellas y para la patria». Su confianza viene avalada por su preparador físico, Carlos Gutiérrez: «Hay diferentes teorías, pero creo que 24 horas antes es una sana medida. Otros hablan de 48, pero hay corrientes que dicen que el sexo antes de la competencia baja mucho el nivel de estrés. Si es mucho puede mermar el rendimiento, pero al final termina siendo algo personal».
Carlos Valderrama, tan conocido por su exquisitez técnica como por la escena en la que Míchel le tocó los genitales, lo tiene clarísimo. «Si hubiéramos tenido sexo en los Mundiales, nos hubiera ido mejor, nos hubiéramos relajado después de los partidos, sobre todo después de las derrotas: eso es relajación total».
El más rompedor fue Rinus Michels, el creador de la 'Naranja Mecánica' de los melenudos holandeses, quien permitió que los jugadores compartieran la habitación con sus esposas. Como Diego Armando Maradona, quien no puso obstáculo alguno a que las mujeres acompañaran a sus futbolistas en el pasado Mundial de Sudáfrica. Aunque el Pelusa nunca fue un modelo muy reputado y su sucesor, Alejandro Sabella, ha decidido imitar al estricto Bilardo.
Mujeres vigiladas
Una de las propuestas más insólitas es la de Bosnia. Su seleccionador, Safet Susic, reclama «disciplina militar» a sus jugadores y por ello ha prohibido el sexo salvo que sea en solitario. Susic propone la masturbación para aliviar las tensiones. Aunque siempre hay alguien más rígido, como Roy Hodgson, quien, después de la mala experiencia de Inglaterra en 2006, ha vetado a las mujeres, que serán, incluso, vigiladas. Aquel Mundial de 2006, el de Alemania, debió ser muy tórrido. Ronaldinho se escapó varias noches para enredarse con la modelo francesa Alexandra Paressant. Casualidad o no, Brasil se despidió en cuartos de final... ante Francia.
Algunos no esperan a la decisión de su selección y se adelantan deslizando sus preferencias. Ahí el menos sutil fue el portero alemán Toni Schumacher, quien, como recogió en su libro 'Tarjeta Roja' (según la traducción que se hizo en España de 'Anpfiff'), fue de lo más directo. «Para cuando nos acosen las necesidades sexuales habría que contratar prostitutas. Cuando uno desee tener una mujer en la habitación, habría que permitírselo, que no somos eunucos».
Schumacher hubiera hecho buenas migas con Antonio Cassano, un fanfarrón que dijo haberse acostado con 600 o 700 mujeres, «una veintena del mundo del espectáculo», sin un gatillazo en su historial. El italiano es un defensor acérrimo del sexo antes del partido. «Ahí está el Roma-Juve que acabó 4-0 (un partido de 2004 en el que marcó dos goles). La noche anterior me acosté a las seis y la pasé con una de las muchas amigas que tenía en esa época».
Cassano se regodea rememorando su etapa en el Real Madrid. «Nos metían a todos en una planta y yo metía en otra a quien me daba la gana». Y recuerda que cuando se hacía de día tenía un camarero del que se había hecho amigo que le subía tres o cuatro curasanes y se llevaba a la chica. En el polo opuesto está Peter Crouch, ese fideo con botas de tacos que en una entrevista respondió que si no hubiera sido futbolista habría sido «virgen».
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