Visto en perspectiva, lo de 2019 fue un espejismo en la reciente historia electoral de Valladolid. Aquel año, el PSOE ganó dos elecciones. Las de abril y las de noviembre. En ambas fechas, las urnas tuvieron más rosas (94.384) que gaviotas (91.857). Eso ... se acabó.
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El PP volvió a convertirse este domingo en la formación más votada de la provincia y sitúa de nuevo el color azul en lo más alto de las gráficas electorales. Los populares recuperan su puesto como la lista más votada. Lo fueron por primera vez en las elecciones de 1989. Así se mantuvieron durante treinta años. Después del paréntesis rojo de 2019, regresan a lo más alto.
Lo hacen con 128.342 votos, lo que supone el 40,85% de los votos (con el 100% de las papeletas escrutadas). Suman 36.485 apoyos y crecen en 11,36 puntos porcentuales. Un botín que, sin embargo, no es suficiente para hacerse con un tercer diputado en la provincia. Ganan dos sillones en el Congreso (para Mercedes Cantalapiedra y Eduardo Carazo). El tercero del bloque de la derecha es para Vox.
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Antonio G. Encinas
La formación de Santiago Abascal (aquí con Pablo Sáez como cabeza de lista) consigue retener el escaño que obtuvo en 2019, lo que sitúa a Valladolid como la única provincia de la comunidad en la que consigue esta hazaña, después de perder los que hace cuatro años obtuvo en Segovia, Ávila, Zamora, Salamanca y León. Le sirven los 47.697 votos recibidos (pierde 8.656 apoyos en cuatro años).
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Los otros dos diputados en liza son para el PSOE (Óscar Puente y Luisa Sanz). El partido socialista sube en votos y en porcentaje con respecto a 2019, aguanta a costa de lo que pierde Sumar respecto de Unidas Podemos, pero no le basta para mantenerse como la fuerza más votada. Se queda con 102.860 votos, cuando en 2019 le bastaron 94.384 para convertirse en el partido con más respaldo.
La explicación a este vuelco que devuelve al PP a lo más alto la encontramos en un cadáver político que estuvo muy vivo hasta abril de 2019 (con el 20% de los votos y un diputado), que a finales de aquel año ya era un zombi (cayó al 8,64% y perdió su escaño) y que ahora está más que muerto y enterrado. El PP baila sobre la tumba de Ciudadanos. Y el panorama que arroja este 23-J en Valladolid certifica que los bloques están muy bien definidos en la provincia. Hay trasvase desde Ciudadanos y Vox al PP. Hay deslizamiento de votos desde el Unidas Podemos pasado y el Sumar presente hacia el PSOE. Y eso, a pesar del incremento de participación registrado en esta convocatoria electoral.
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La jornada comenzó con una visita masiva a las urnas. Hasta las 14:00 horas, el dato de la participación era el más alto desde 1982. Durante la mañana, el 45,94% de los vallisoletanos llamados a las urnas ya habían depositado su voto. Las altas temperaturas de estas primeras elecciones en julio (se llegó a los 33,1 grados a las 17:10 horas) hizo que la asistencia a los colegios electorales bajara cuando más apretaba el calor.
La participación a las 18:00 horas era del 55,72% (el segundo más bajo de toda la historia) y se recuperó a última hora hasta el 75,88% (tres puntos más que hace cuatro años). Esta mayor movilización no premió, de forma significativa, a ninguno de los dos bloques (aunque sí que hubo un poco más beneficado). Los resultados finales apuntan más a ese reparto de bloques. Lo de Valladolid es una cuenta de suma cero. Los que entran por los que salen. Parece que hay una tarta para la izquierda, otra para la derecha y que serán los comensales de cada una de las mesas los que tendrán que esperar a ver cómo se reparte el pastel.
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Si nos fijamos en el flanco de la derecha, el PP recibe el 40,85% de los votos. Es un porcentaje muy similar al que recibió en 2016 (cuando obtuvo el 41,88%) y consigue subir 11,36 porcentuales con respecto a 2019. ¿Cómo se explica este subidón? La mayor parte le llega de Ciudadanos, que hace cuatro años todavía conservaba el 8,83% de los votos de la provincia. Pero Vox también se ha dejado apoyos por el camino. Ha perdido 2,91 puntos. Las cuentas salen casi clavadas. La suma de lo que pierden Vox y Ciudadanos son 11,74 puntos porcentuales. Lo que gana el PP, 11,36 puntos.
¿Qué ocurre por la izquierda? Aquí la balanza se equilibra con menos contrapesos. El PSOE crece en 2,44 puntos. Sumar cae en 2,2 (con respecto a lo que recaudó Unidas Podemos en los pasados comicios). Es decir, el PP gana un poco menos de lo que pierden Vox y Ciudadanos y el PSOE suma un poco más de lo que resta Sumar. Parece un trabalenguas, pero nos invita a pensar que el aumento de la participación y la movilización del voto ha beneficiado, ligeramente, al bloque de la izquierda.
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Pero el análisis de lo ocurrido en Valladolid tiene que mirar también, necesariamente, a la capital. Primero, porque el PSOE presentaba como primer nombre en su papeleta al Congreso a Óscar Puente, exalcalde de la localidad. Segundo, porque el PP apostaba por Mercedes Cantalapiedra (número 2 en la lista municipal de Jesús Julio Carnero y concejala finalmente sin área de gestión en el Consistorio). Y tercero, porque las elecciones municipales están muy recientes en el retrovisor.
Y la conclusión es que la fortaleza del bipartidismo es mucho mayor en las generales que en unas municipales. El PSOE fue la lista más votada en las elecciones locales, con 58.900 votos. En las generales ha recibido 62.120, pero no le basta para situarse en el primer lugar, que es para el PP, con 72.578 votos (14.436 más de los que recibió Jesús Julio Carnero en las municipales). También Vox y Sumar reciben más votos en ambos casos (5.245 en el caso del partido de la derecha y 2.251 en el caso de la plataforma de izquierdas, en comparación con VTLP).
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