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Las elecciones de la calorina culminan en Castilla y León con un escrutinio que templa el campo político que hace frontera entre lo que era Cs y lo que es Vox y devuelve a la comunidad la foto bipartidista, con el PP arramblando con cinco ... de los seis diputados que los de Santiago Abascal cosecharon en las elecciones de noviembre de 2019. El recuento de papeletas del 23-J reparte los 31 escaños en juego en la comunidad asignando 18 a la bancada de Alberto Núñez Feijóo (tenía 13); 12 a la de Pedro Sánchez, revalidando los diputados con los que cerraba legislatura; y dejando al Vox en el chasis, en cuanto a parlamentarios naciones se refiere, al birlarle el PP cinco de los seis que sentaba en el Congreso.
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Es una victoria incontestable de los populares, que han rentabilizado en escaños la apelación al voto útil con electores que vuelven a casa ahora desde los predios más ultraconservadores, siguiendo el camino que en noviembre de 2019 desandaron en masa votantes de Ciudadanos, al dejar a los naranjas sin ninguno de los ocho diputados que habían logrado meses antes, en las elecciones de abril de ese año.
Alfonso Fernández Mañueco
PP Castilla y León
Luis Tudanca
PSOE Castilla y León
De Casa Abascal a Casa Feijóo. De Casa García-Gallardo a Casa Mañueco. Los primeros pierden en Castilla y León. Los segundos ganan. Pero no logran sumar mayoría en España. De ahí la declaración de Alfonso Fernández Mañueco desde Salamanca, apelando al «diálogo» y defendiendo que Feijóo «debe ser el presidente del Gobierno por ser el más votado» y «porque España ha votado cambio».
Y el PSOE mantiene en la comunidad los 12 diputados con los que partía y se deja senadores en beneficio de los populares. Un resultado que, pese a lo que implica de resistencia, supone dejar atrás la victoria que logró el PSOE castellano y leonés en abril de 2019 y volver a los escrutinios de los 30 años anteriores, con derrotas que fueron quemando líderes socialistas en la comunidad. Luis Tudanca leyó los resultados en clave nacional: «España es parte de la excepción ibérica. Ha resistido y vencido a la extrema derecha y ha dado una lección a Europa».
A Abascal solo le queda el escaño con el que abrió la lata electoral en Valladolid en abril de 2019. Pierden los diputados de Ávila, Segovia, Zamora, León y Salamanca. En esta última provincia, la de Alfonso Fernández Mañueco, el PP logra el resultado más holgado de la comunidad y uno de los mejores de España. De cuatro diputados en juego, tres serán populares, tras abrir una urnas en las que casi uno de cada dos votos depositados eran papeleta con el logotipo del charrán.
El varapalo en parlamentarios no lo es tanto en voto para los ultraconservadores: sacan a más del 99% escrutado 194.842 papeletas en Castilla y León, unas 38.000 menos que en 2019, pero el incremento de electores que logran los mayoritarios, PSOE (456.017 frente a 434.287) y sobre todo PP, que sube de 438.993 papeletas a 587.141. Las cifras del 23-J son provisionales, a falta de escrutar una pizca del voto en urna y de abrir el voto emigrante.
El resultado de Castilla y León cuenta con un plus de refuerzo, que es una participación que supera en más de cinco puntos la media española. La nacional superó el 70% del censo. La autonómica subió hasta rozar el 75%, llegando a picos de participación en Segovia y Ávila que superaron el 76%. Entre el deber cívico del voto y el ansia vacacional, las verbenas y toros en localidades que celebran La Magdalena, cuya festividad coincidió el 22 de julio con la jornada de reflexión, primó lo primero o los electores compaginaron ambas cosas con el voto por correo, que llegó a tiempo a pesar de las dudas sembradas en campaña, sobre todo desde el PP y Vox.
El escenario con el que se pueden comparar los resultados del 13-J para ponderar el valor de las cifras que deja el escrutinio es el de noviembre de 2019, cuando el país afrontó una repetición electoral después de unas generales celebradas en abril que ganó el PSOE, con el PP bajo mínimos y Ciudadanos en pleno apogeo, tras las que Pedro Sánchez no logró cerrar apoyos para formar Gobierno.
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Antonio G. Encinas
Lourdes Pérez
Aquel mes de noviembre, los populares lograron un 31,96% de las papeletas en Castilla y León y los socialistas el 31,62%. 438.993 votos azules frente a 434.287 rojos. 13 diputados en la bancada que entonces encabezaba el derrocado Pablo Casado frente a 12 en la de Sánchez y victoria más holgada del PP en el reparto de senadores, la Cámara cenicienta en de las Cortes Generales. El escrutinio de esas elecciones supuso el desplume electoral de Ciudadanos, que perdió los ocho escaños en el Congreso que había logrado en abril. Se los repartieron el PP y Vox, que partía con uno en Valladolid y sumó seis.
Los partidos con vitola territorial como UPL, Soria ¡Ya! y Por Ávila, que suman en las Cortes autonómicas de Castilla y León siete procuradores no logran dar el salto a Madrid. «Esperábamos más y queríamos más… Parece que el bipartidismo y la polarización se han impuesto», valoro Luis Mariano Santos, secretario general de la Unión del Pueblo Leonés.
Se va de vacío de Castilla y León la vicepresidenta Yolanda Díaz. Sumar no logra alcanzar el suelo de 129.681 votantes que dejó una Unidas Podemos en horas bajas en la comunidad en 2019 y se queda en 97.467 con más del 98% de voto escrutado.
En el caso del Senado, Cámara que ejerce de segundona en la política nacional, el PP logra escaño para sus 27 candidatos (tres por provincia) y el PSOE pierde cuatro senadores y envía a la capital de España a nueve representantes para ese hemiciclo (uno por provincia).
A los diputados y senadores de la comunidad les queda ahora sacar o renovar el bono del Ave o los peajes de Guadarrama. La primera cita será constituir el Congreso y el Senado y abrir negociaciones para formar Gobierno. Eso, en Madrid. Pero el escrutinio deja también una lectura autonómica para el curso político que empezará en septiembre, tras la tregua vacacional de agosto. Y esa vuelta al cole político en la comunidad del Gobierno de coalición de PP y Vox será con los primeros crecidos y los segundos achicados. Con Mañueco empujado por un escrutinio cuya factura paga Vox en Castilla y León.
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