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Liliana Martínez Colodrón
Sábado, 5 de diciembre 2015, 19:16
Eloy Velasco, juez de la Audiencia Nacional e instructor del caso Púnica, tiene entre sus manos miles de folios de un sumario en el que la delincuencia más tradicional como puede ser el cobro de mordidas para favorecer a empresas privadas se codea ahora con otro tipo de criminalidad de índole digital.
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Términos como pagos y comisiones comparten protagonismo con otros más actuales como hashtag y bots. Y todo porque (supuestamente) la Consejería de Educación de Madrid pagó 72.000 euros a Alejandro de Pedro (el denominado conseguidor de la Púnica) para mejorar la imagen en redes sociales de la ahora exconsejera Lucía Figar.
Y claro, en lugar de utilizar ese dinero para financiar una buena estrategia de marketing y redes sociales, los fondos se destinaron a crear cientos de perfiles falsos en Twitter para manipular la opinión y contrarrestar las noticias negativas que surgían sobre Figar.
Pero la exconsejera madrileña no es la primera (y tampoco será la última) que es acusada de arrimar a su sardina una legión de estos fraudulentos seguidores (conocidos como bots, ya que en muchos casos detrás de las sonrientes fotografías del avatar se esconden programas informáticos que simulan el comportamiento humano) que solo sirven para inflar la cuenta de una persona, empresa o partido.
El propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha sido acusado (o la gente de su equipo, ya que él no gestiona directamente su cuenta) de contar entre su millón de seguidores con un gran número de usuarios fantasmas. El objetivo de esta estratagema (en el caso de que realmente existiera) sería superar el perfil de PabloIglesias, líder de Podemos, que suma ya 1.340.000 followers en la red social del pajarito.
Los 'bots' existen «desde siempre»
Pero esta práctica no es nada novedosa. Ana Aldea, directora de Comunicación de RedLines, explica que los bots existen desde el principio de Twitter, «es verdad que en los últimos años se han hecho más habituales y frecuentes, siendo uno de los ejemplos más llamativos el de los bots animales que apoyaban a Monago un año antes de las elecciones; aunque este fue un caso diferente por la profesionalización».
Aldea explica que identificar un perfil falso es sencillo, lo complicado es demostrar quién está detrás, «ya que en la mayoría de los casos tener un ejército de retuiteadores no es ningún delito». Su efectividad, a juicio de la directora de Comunicación de esta empresa de consultoría, no es lo mejor para fidelizar la clientela, pero puede disimular una derrota; «es como invitar a chupitos en un bar vacío».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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