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El líder del PP, Pablo Casado, ayer en la sesión plenaria en el Congreso de los Diputados. EP

Volver a votar en julio

La carta del director ·

Las negociaciones para investir presidente de la Junta de Castilla y León entran, sin arrancar siquiera, en una zona de aparente bloqueo que puede desembocar en una repetición de elecciones en verano

Ángel Ortiz

Valladolid

Miércoles, 16 de febrero 2022, 11:47

Pablo Casado, presidente del PP, le explicó ayer a Vox que en su partido tienen «límites para pactar y para acordar. Los límites son nuestros principios». Fue coherente con el mensaje que había trasladado horas antes su presidente autonómico en Castilla y León, Alfonso Fernández ... Mañueco, quien aclaró que «la igualdad no es negociable». Se refería a la condición para la investidura que un día antes había expresado en rueda de prensa el líder regional del partido de extrema derecha, Juan García-Gallardo: derogar la ley regional de violencia de género. En este minuto del partido para la elección de un Ejecutivo en Las Cortes tras las elecciones del 13F, la prensa de toda España anticipa un choque de trenes en el espectro político de centro derecha. Ese choque se produciría en el parlamento de nuestra comunidad producto del complejo laberinto de obligados acuerdos que despejó la jornada electoral del pasado domingo.

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Veamos qué dicen hoy los periódicos. ABC: «Casado pone los principios del PP como línea roja para pactar en Castilla y León». La Razón: «Enmienda total de Casado a Vox, que sitúa entre los «populistas» y «radicales»». Su editorial añade: «El PP debería comenzar por templar el ruido que distrae en un tiempo en el que el Gobierno de socialistas y comunistas es más contestado que nunca por los ciudadanos y encadena derrotas en las urnas. El PP no puede hacer regalos a la izquierda». La Vanguardia dice que «Casado marca distancias con Vox por temor a un castigo electoral». Más contundente es El Mundo: «Casado ataca a Abascal y cierra la puerta a un gobierno con Vox». En su edición digital ofrece un punto de vista, el del presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, que viene a sostener la tesis que planteábamos el mismo día de las elecciones en El Norte, esto es, que Génova orientaría las negociaciones porque Casado se juega mucho de su futuro en este pacto: «Feijóo exige en Génova que «por favor» se deje a Mañueco negociar su gobierno «sin tutelas»». El País toma la derivada del PSOE: «Sánchez ofrece a Casado la abstención del PSOE si rompe con Vox», dice. Además entra en otro aspecto de la dinámica interna del partido: «Los barones del PP pedirán a Casado cambios en su equipo ante el próximo congreso nacional». El Confidencial: «Casado cava una trinchera frente a Vox ante el silencio de Ayuso». Nuestra portada resume la situación con una idea mucho más directa: «Castilla y León en punto muerto».

Dejando al margen el montón de consideraciones que pueden hacerse sobre los motivos que nos han llevado a este punto de bloqueo, da la sensación de que el PP, con su órdago esencialista, apuesta por una repetición de elecciones en julio. Tampoco cabe duda de que a Vox no solo no le disgusta esa posibilidad, sino que, visto lo visto, cada vez se encontrará más cómodo si todo el mundo se empeña en tildar a sus más de 212.000 votantes poco menos que de apestados. Porque de eso se trata, de Vox, de su revisionismo radical de derechas, de su programa regresivo antiliberal, de su simplismo político preñado de inútil voluntarismo. Pero sobre todo de ese 17% de respaldo que recibió el domingo, ese tercio de sufragios que ha cosechado si sumamos en una bolsa los suyos y los del PP. Conviene repasar lo que ha sucedido en las urnas en Cataluña, Madrid y Castilla y León cuando estas se han abierto después de que en octubre de 2020 Casado ridiculizara a Abascal desde la tribuna del Congreso en el debate previo a la votación de la moción de censura de Vox a Pedro Sánchez. Al líder de los verdes le sobra relato, marco argumentativo y viento de cola. Y Casado, atornillando el mismo esquema de hace año y medio, debería prever qué puede suceder si en julio los castellanos y leoneses tenemos que votar de nuevo.

Porque como analizaba el periodista Carlos Alsina esta mañana en Onda Cero, si la cosa va de principios, el debate discurrirá por un estrecho y afilado territorio de negociación. El PP debe plantearse en qué aspectos de la negociación compromete esos principios, si los ha comprometido antes en Andalucía, Madrid, Murcia o localidades de nuestra comunidad cuando ha llegado a acuerdos con Vox; hasta qué punto Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid, es una díscola a la que no le importan sus principios, o carece de ellos, cuando anima a pactar con la formación de Abascal… Se ha ganado el derecho a opinar de Castilla y León después de su protagonista implicación en la campaña electoral de Mañueco.

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Por añadidura, el propio PP está cayendo en la trampa del PSOE de alimentar el debate en unos términos, los del cordón sanitario, que el presidente Sánchez ha rebasado docenas de veces con filoetarras, radicales de izquierda y secesionistas. ¿Mañueco funda su adelanto inspirado en el anti sanchismo para luego no tener ningún escrúpulo al aceptar una abstención socialista que desde el primer minuto se sabe que nacía envenenada? Más asombroso aún es que el PP considere siquiera la posibilidad de que Vox, que solo tiene que ganar, se vaya a apartar de la vía antes de estrellarse contra la posibilidad de votar NO a una investidura de Mañueco en solitario con los apoyos (todavía futuribles) de UPL y Soria Ya. ¿Nadie valora que en mucha parte del electorado del PP será difícil explicar que no se dé a 13 procuradores de Vox las mismas oportunidades que en su día se dieron a 12 de Ciudadanos, independientemente de cómo se concreten y en qué términos?

Yo sospecho que en algún momento, antes de la constitución de Las Cortes el próximo 10 de marzo, alguien recordará que nuestro país hace tiempo se deslizó por la pendiente de la 'vetocracia', como razonaba este martes Enrique Gil Calvo en El País, es decir, «del bloqueo de la capacidad decisoria de un sistema por los vetos cruzados de sus agentes políticos e institucionales. Lo que implica una degeneración del liberalismo, basado en la división y separación de poderes en equilibrio [...], pero cuya fragmentación en contrapoderes combinada con el ejercicio del poder de veto por todos ellos puede conllevar parálisis del sistema». Pero que, por fortuna, tenemos una Carta Magna, unas instituciones europeas y un marco legal que protege nuestros principales derechos y libertades, gobierne quien gobierne. Ese es nuestro verdadero cordón sanitario. Y que, a partir de ahí, como PSOE y PP seguirán sin hacer un ejercicio de coalicionismo sincero, profundo, coherente, inteligente, audaz y a todas las escalas, junto al famoso relato, que va ganando Vox, solo nos queda el pragmatismo y la responsabilidad de administrar lo que el voto soberano de los ciudadanos ha expresado este domingo. La lectura de ese voto soberano que interesa, por cierto, no es la que hacen los aparatos de campaña en los partidos, siempre parcial, sino los propios electores.

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