En el Teatro Ramos Carrión sonaban Los Secretos, pero fuera, en la Zamora despoblada, podría sonar The Clash. «Zamora se ahoga y yo vivo junto al río», cantaría Joe Strummer. Si el punk es frustración, protesta, rabia vertiginosa, la Zamora punk nace de la despoblación y las carencias que conlleva. Una tierra tradicionalmente conservadora que votó a un alcalde de Izquierda Unida en la capital. Y con mayoría absoluta. «Nos castigaron», admiten fuentes del PP, que ahora temen por el resultado del 13-F. Y el grito desgañitado sigue, en una provincia que pierde habitantes a un ritmo sangrante de tres mil al año, dice el Instituto Nacional de Estadística. «¿Me quedo o me voy?», se preguntaba Strummer. Y en Zamora la respuesta es obvia. Los 200.313 habitantes de 2001 son hoy 169.457. Pero además, hace dos décadas había 28.902 menores de 18 años y 14.340 mayores de 80.
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Hoy son 19.582 menores de 18 y 20.549 mayores de 80. La pirámide invertida.
En el Ramos Carrión actúa Pedro Sánchez, presidente del Gobierno. Al principio de su mandato organizó una cumbre hispano-lusa sobre la despoblación en La Raya. En Valladolid. Ahora presenta el plan de 10.000 millones para el reto demográfico y una política de descentralización que llevará «cuatro mil personas con sus familias» al cuartel abandonado de Monte La Reina, en Toro.
Su candidato, Luis Tudanca, promete una «ley de reto demográfico en Castilla y León», algo que también pide Soria ¡Ya! desde el otro extremo de la comunidad. «Que garantice igualdad en todo el territorio, incentivos fiscales para fijar empleo, crecimiento e industria en el medio rural. Somos la única comunidad autónoma que no lo ha hecho. Castilla-La Mancha, Extremadura y Aragón ponen instrumentos para hacer frente al principal reto que tenemos», anima Tudanca.
A 60 kilómetros de allí, en Benavente, Alfonso Fernández Mañueco prometía que el Plan Industrial de Benavente, incluido el polígono Puerta del Noroeste, sigue con su tramitación a pesar del proceso electoral que ha ralentizado la actividad administrativa de la Junta.Y Luis Tudanca, casi simultáneamente, aseguraba que habrá «10 millones para que Puerta del Noroeste se convierta en un polo logístico y de desarrollo».
«No hay futuro para ti», vociferaría Sid Vicious, de Sex Pistols, en una provincia que clama por una reindustrialización.
De Benavente sale la autovía a León, cuyo carril derecho es un martirio de amortiguadores. ¿La solución? Un cartel amarillo, de los de las obras provisionales, que desde hace mucho tiempo advierte: «Firme en mal estado durante 10 kilómetros». Cerca de allí, en Tábara, los problemas de tráfico que provoca la fauna se han solucionado con una señal de 50 por hora en varios tramos de la carretera nacional. En sentido Zamora, a 15 kilómetros de Benavente, está Barcial del Barco. Hasta allí se fueron los representantes de Unidas Podemos y a aquello se refirieron también los socialistas. «En el proyecto de la biorrefinería de Barcial del Barco se puso la primera piedra en 2009. Trece años después los promotores denuncian sabotajes, mordidas, presiones. ¿Cuántos empleos se han dejado de crear en nuestra tierra por la mala práctica del PP?», se preguntaba la socialista Ana Sánchez, zamorana. Pablo Fernández (Unidas Podemos) clamó por la biorrefinería y por la falta de pediatras en la comarca.
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En Toro, Iván Espinosa de los Monteros recordaba la «gloriosa historia de Castilla».
«Dios salve a la Reina», respondería irónico Sid Vicious.
Y sin embargo en el PP, hegemónico no hace tanto, se teme la incidencia de Vox.El partido no se ha reconstruido tras el batacazo de 2019 (3-3-1 para PP, PSOE y Ciudadanos). Consideran que tienen la Diputación bajo control, pese a la presidencia del único diputado de Ciudadanos, Francisco Requejo, que se ha hecho fuerte a base de trabajo y kilómetros. Algunos le quieren ver de azul en 2023. Y mientras, la fuga de populares sigue.
Con un 30% de indecisos, el resultado en Zamora es muy incierto. El PSOE echó el resto con la visita de Pedro Sánchez, pero a provincias hay que venir con los refranes aprendidos. En un evento de una hora no se conquista esta tierra. La Zamora punk tiene una bandera hecha con jirones, un pastor rebelde legendario y traicionado y un medio rural que se manifiesta contra las macrogranjas en su entorno, o para exigir consultorios abiertos, o para pedir que los bancos atiendan a sus mayores. Y para que sus jóvenes no se marchen en el Ave para no volver. Tampoco es que eso sea pedir un exceso de «lujuria por la vida», que diría Iggy Pop.
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