La euforia de la primera etapa post-Casado, con Alberto Núñez Feijóo erigido en nuevo líder por aclamación, llevó al PP, arropado por encuestas favorables y por los resultados en Andalucía, a pedir elecciones anticipadas, a hablar del desgaste del tándem de Gobierno y a ... considerar las elecciones municipales y autonómicas de mayo como una primera vuelta de las generales. «La moción de censura se hará. Y se hará el 28 de mayo. Pero no en una urna en el Congreso, sino en miles de urnas en todos los ayuntamientos de España», envidó Feijóo a Sánchez en el Senado, en su primer encuentro de igual a igual, el 22 de noviembre.
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En febrero de 2022, GAD-3 vaticinaba una caída brutal del PP, reducido a 89 escaños y solo veinte por encima de Vox (69), con el PSOE al alza, con 128. La misma empresa, dirigida por Narciso Michavila, otorgaba dos meses antes 33 escaños más a los de, entonces, Pablo Casado, cuando aún no había estallado el enfrentamiento más crudo entre el dirigente popular e Isabel Díaz Ayuso. En abril, ya tras la batalla fratricida, GAD3 le aupaba hasta 126 escaños desde los 89 heredados de la última encuesta en la era Casado. Y es peor resultado que el que se le otorgaba en los muestreos tras el triunfo de Juanma Moreno en Andalucía, con hasta 157 diputados, en una remontada que había comenzado con la llegada de Feijóo al puesto de mando. El último augurio de GAD3, el pasado mes de marzo, concedía 141 escaños al PP y 44 a Vox, con lo que la derecha sumaría mayoría absoluta.
Ahora, cuando se acerca ese 28 de mayo de la anunciada «moción de censura en las urnas», Alberto Núñez Feijóo ha rebajado un poco las expectativas a pesar de las encuestas. Lo que se antojaba una «primera vuelta de las generales» se ha transformado en el momento óptimo para marcar un punto de inflexión. El PSOE aglutinó mucho poder municipal en 2019 y eso, en el caso de Castilla y León, es incluso más relevante. De las 23 ciudades más pobladas, los socialistas gobiernan 11 (con 848.000 habitantes) y el PP, 7 (con 251.000 vecinos). No habrá una papeleta autonómica esta vez junto a la del Ayuntamiento. Tampoco habrá papeleta nacional. Solo se vota al regidor del municipio, y eso puede provocar derivadas imprevistas, como una mayor resistencia de los alcaldes socialistas a la inercia nacional que marcan las encuestas o una abstención importante en los alfoces de las capitales, poblados a fuerza de acoger residentes 'emigrados' desde Valladolid, León o Salamanca, por ejemplo, con menos conocimiento de la política local que de la nacional.
Así que en Castilla y León los objetivos mínimos tratan de ser pragmáticos. Entre las capitales, el PP solo cuenta con la Alcaldía de Salamanca, que aspira a retener. A partir de ahí, Valladolid aparece como punto clave. Consideran los populares, según fuentes del partido, que la lucha con Óscar Puente (PSOE) está abierta y que todo se decidirá por un concejal. Tanto el PP como Vox recuerdan que en 2019, si Vox hubiera conseguido sumar 234 votos más, habría conseguido su segundo concejal y se lo habría arrebatado al PSOE. Después de ocho años de gobiernos de izquierdas en la capital, el PP sabe que tiene que recuperar fuerza en la circunscripción en la que más diputados están en juego en las generales en Castilla y León, 5. Y Valladolid comprende el 60% de la población de la provincia, con otro 20% en el alfoz. Aquí el PP se dejó un escaño en noviembre 2019, a manos de Vox, y dos en abril de aquel año, arrebatados por Ciudadanos y Vox. En 2016 y 2015 se los quedaron Ciudadanos y Podemos. Antes de aquello, el reparto habitual era un 3-2 para el PP frente al PSOE. No quedaba hueco para nadie más.
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Algo similar ocurre en Ávila, donde los populares aseguran que, al menos, quieren ser la lista más votada en la capital, donde gobierna Por Ávila, escisión del PP. Era uno de esos territorios indiscutibles, con el PSOE anclado en un suelo inamovible -aunque fiel- de 1 diputado contra 2 del PP en las generales. La aparición de Vox también le quitó un escaño y Por Ávila puede ser una amenaza para recuperarlo, porque divide un voto de derecha que ha sido muy homogéneo a lo largo de los años.
Palencia y Segovia son dos capitales marcadas en la ruta popular hacia Moncloa. La mayoría amplia en las generales se jugará en las circunscripciones pequeñas. En Palencia la Alcaldía fue para Mario Simón (Ciudadanos) por el pacto autonómico entre los naranjas y el PP, aunque la lista más votada fue la de la socialista Miriam Andrés, que repite como candidata por el PSOE. Los populares recurren a los clásicos: Alfonso Polanco, alcalde de 2015 a 2019 y ahora teniente de alcalde, repite como aspirante y Ángeles Armisén, la presidenta provincial del partido y de la Diputación, como número 2.
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En Segovia, los números vuelven a ser tan ajustados como de costumbre, con el bloque de izquierdas y el de derechas separados por un edil. Las encuestas internas de los populares daban opciones serias de triunfo a Pablo Pérez, senador y aspirante en 2019 por imposición de Génova (Pablo Casado y Teodoro García Egea, por entonces). El PP autonómico ha decidido apartar a Pérez, dentro de la purga de casadistas que ya se ha cobrado algún nombre, y designar a José Mazarías, que hace campaña sin bajarse del puesto de delegado territorial de la Junta.
Así las cosas, se da por perdida Zamora, en manos de IU con mayoría absoluta, al igual que Soria, a pesar de que se ha reintegrado al PPSO a la disciplina del PP. Tampoco se ven opciones claras en León, y menos con las polémicas que envuelven a la candidatura de Margarita Torre. Y será complicado batallar en Burgos con el socialista Daniel de la Rosa y con una candidata, Cristina Ayala, que ha hecho vida en Madrid en los últimos tiempos y que en el Senado votó en contra, por error, de una iniciativa suya en pro de Burgos. Una aspirante que tampoco levanta pasiones unánimes en el Partido Popular.
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Repetir el resultado municipal de 2019 sería un batacazo de consecuencias serias. Porque las elecciones municipales, desde 2003, sí han sido efectivamente una antesala de las generales. Quien se imponía en la comunidad en las urnas para las alcaldías -el PP en todos los casos, gracias entre otras cosas a su tremenda red en el medio rural, que le garantiza un suelo de voto muy elevado- lograba mantener después la distancia en las generales. Solo se rompió esa tendencia, precisamente, en 2019, cuando el PP ganó en mayo las municipales y sin embargo cayó en las generales, tanto en abril como en noviembre. Lo que ocurre es que ese triunfo municipal fue producto de esa implantación territorial, pero en porcentaje de voto resultó pírrico. El PP logró un 35,01% del voto válido y el PSOE, un 33,12%. La diferencia más pequeña en décadas. Casi un empate técnico y con el voto urbano volcado con los socialistas. La última vez que el PSOE se impuso en la comunidad en unas municipales fue en 1987, cuando el segundo puesto fue para la Federación de Partidos de Alianza Popular.
Las circunscripciones con pocos escaños serán claves. Los 'terceros partidos', aquellos que quedarán tras PSOE y PP, o viceversa, en las urnas generales, decidirán para quien cae el diputado pendiente. Eso es lo que le dio protagonismo en Castilla y León a Ciudadanos en abril de 2019 y a Vox en noviembre de 2019. Los naranjas se llevaron 8 diputados en primavera, que se convirtieron en 6 de Vox en otoño. Esta vez, a los de Abascal habrá que añadir Sumar, o Sumar y Podemos, o formaciones territoriales como Soria ¡Ya!, UPL, Por Ávila y posiblemente alguna alternativa más que se fragua en Zamora y Burgos. No hace tanto que el PP sumaba 17-18 diputados y el PSOE consolidaba 14 en la comunidad. En las dos últimas generales, el PP se quedó en 10 y 13 y el PSOE, en 12. Y eso, en unas elecciones en las que las mayorías van a ser consecuencia de muchas sumas, es mucha pérdida para quien aspira a gobernar. Un motivo importante para tratar de conquistar las municipales. Aunque ya no sean una «moción de censura en las urnas», sí son un anticipo crucial.
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