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Nacida en los años 70 del siglo pasado como un taller de afilado de herramientas, el primer salto cualitativo de la empresa fue ver que ... la industria era demasiado manual, por lo que comenzó a distribuir cintas transportadoras metálicas de una empresa americana. La evolución de los plásticos en los 80 abrió un nuevo escenario que les llevó a abrazar un nuevo proyecto, desarrollar su propio 'know-how' y cambiar el chip del mercado: para transportar mercancías ya no eran necesarios materiales muy pesados y los nuevos aportaban iguales prestaciones y tenían igual mantenimiento. Comenzaron a trabajar con sus propios diseños y a principios de los 90 nacía Eurobelt como producto español, con desarrollo propio. «Tuvimos bastante éxito desde el principio porque la gente confiaba en nosotros, les habíamos demostrado que funcionaba», explica Javier San Miguel, hijo del fundador y artífice del (hasta ahora) último salto, el de la salida al exterior.
–¿Cómo les ha ido fuera?
–En 1996 fuimos a la primera feria en Francia y comenzó la expansión. Ha sido y sigue siendo lenta, pero desde 2012 tenemos una planta en la India y vamos a abrir en Rusia, luego en México y, más adelante, Inglaterra.
–¿Qué fundamentos han trasladado desde Valladolid?
–Somos 50 personas trabajando con máquinas que producen sin parar y contamos con grandes stocks y un plazo de entrega estándar de cinco días pero con capacidad de hacerlo en horas. Nuestras bandas están muy metidas en los sectores alimentario y de automoción y cuando éstos tienen una parada sufren grandes pérdidas. En España no hay nadie que pueda reaccionar tan rápido y con nuestro nivel de calidad.
–¿Cuánto exportan?
–En torno al 50%. Al final, esto cada vez va a más porque la situación en España es la que es y tiene un tope. O exportas o te comen.
–¿Qué es lo que más cuesta?
–El producto lo tienes, es bueno, con calidad reconocida, con plazos buenos y servicio técnico experimentado. El mayor problema es la red comercial. Estamos en una época de madurez del producto y empiezan las competencias asiática, turca... No son productos buenos, pero van entrando. Hay mucha pelea. Hoy lo que prima es el servicio, la distinción, lo que a nosotros nos hace destacar. Eurobelt ya no vende cintas transportadoras, sino soluciones. Una excelencia en el servicio, plazos de entrega inmediatos y un departamento técnico siempre en contacto con el cliente. Nuestros diseños funcionan a la primera y evitan muchos problemas a la hora de la instalación. Ayudamos a que las empresas no tengan que estar haciendo continuos ajustes.
–¿Es ese su valor añadido?
–Hay varios pilares. Uno es que llevamos 40 años en el mercado y nos hemos enfrentado ya a todo tipo de situaciones y conocemos las aplicaciones. No es que sepamos lo que va a ocurrir, pero podemos ayudar a predecirlo. Tenemos cintas que llevan funcionando 20 años. Hay competencia nuestra que ni siquiera tiene esa vida. No nos gustan los problemas pero, cuando los hay, los solventamos. Eso nos da muchísimo valor. Hoy la asistencia puede ser incluso remota, mediante realidad aumentada. La digitalización nos ayuda cada vez más. Y utilizamos materiales de una inyectada, sin reciclados ni aditivos y de primera calidad, algo que da mucho valor, por ejemplo, en el sector de la alimentación donde el alimento se procesa, incluso se cocina, sobre la propia cinta.
–¿Su progresión ha sido sostenida?
–Nos hemos mantenido, gracias a Dios. Hemos sufrido bajones y me gustaría que la curva fuese más hacia arriba. Pero las crisis, y la anterior fue dura, hay que enfocarlas como oportunidades. Apuntarse al carro de la derrota no lo veo. A quienes dicen que 'a ver si la vacuna arregla el coronavirus', les digo 'y si no, ¿qué?, cierras'. Hay que adaptarse y reaccionar rápido. Aquí, a veces nos quedamos en shock y nos dejamos llevar. Otras culturas son de otra forma y te adelantan por la derecha y por la izquierda. Cuando quieres darte cuenta, están a años luz.
–¿Dónde ve las oportunidades en este momento?
–En lugar de quedarnos parados hemos hecho lo contrario: abrir en México, en Inglaterra después... En tiempos de locura y caos, si tú te sabes posicionar, cuando vuelva la normalidad ya estás en disposición de crecer. Claro que tiene riesgo, pero si no hay riesgo no hay diversión.
–Hace falta dinero...
–De momento no tenemos problemas en ese sentido, pero tampoco veo que los bancos estén en una posición negativa, como en la anterior crisis. Los bancos van a cobrar cada vez más si no mueves e inviertes el dinero porque ellos lo necesitan. La pandemia es muy complicada, pero no está parando el mundo, o al menos nuestro sector. Otra cosa es lo que pasa en los servicios. Mi mujer trabaja en el turismo y sabe lo que es un ERTE y un ERE. España tiene como principal y casi único producto propio el turismo y la hostelería y la dependencia es excesiva; deberíamos enfocar también los esfuerzos a otros sectores.
–¿Cómo están comparados con febrero de 2020?
–Diría que un poquito mejor. Pero no por España sino por el extranjero. Las perspectivas son buenas. Se está empezando a mover el mercado. Cataluña ha bajado bastante y parado muchas inversiones, pero la zona norte fue mejor que en 2019. Al final, el resultado es aceptable.
–¿Cree en las ayudas? ¿Espera algo de los fondos UE?
–El dinero no llega. En teoría existen, pero tardan mucho en resolverse. Es lo que hay. Nunca hemos dependido de las subvenciones para invertir. No podemos estar esperándolas un año. Para la digitalización y el 4.0 hemos empezado mucho antes de que salieran. Te ralentiza mucho todo y ese es el error. En una crisis financiera no hay dinero, pero ahora estamos en una crisis sanitaria, que es peor, pero no tiene por qué pararnos. Si no puedes visitar al cliente usas la vídeoconferencia. ¿Que es más impersonal? Pues bueno. Pero una fábrica no puede pararse. Creo que dentro de un año seremos mucho más grandes. La pena es que no será por España. El que no haya empezado ya a implantar sistemas de control de la fabricación al instante está perdido. Yeso percibo que va lento. Hay sectores como el alimentario, con un enorme potencial, con empresones... y al final tienen que buscarse la vida fuera. Valladolid exporta carne a Asia y aquí nos la traen de fuera de España. Es algo extraño.
–¿Qué falla?
–Una de las consecuencias que creo que debería haber traído la situación actual... no sé si incluso la ha traído pero la gente no está aprovechándola... es la cercanía. La globalización puso el mundo entero en tu mano y ahora ya no lo está. Yo compraba el pan en el súper, pero al ver las colas, me cambié a la panadería. La señora me trató amablemente y ahora hago dos viajes, a la panadería y al supermercado. Hay instalaciones en nuestra provincia que eran fieles a otras competencias extranjeras y ahora nos han pedido que no les dejemos de servir. La globalización está muy bien hasta que hay un problema. A la hora de aprovechar las oportunidades no somos muy emprendedores;no sabemos reinventarnos. Los españoles somos de mucho protestar pero de poco solucionar.
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