María Emilia Casas (León, 1950) estudió Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, donde se licenció y doctoró, en ambos casos con Premio Extraordinario. Luego fue la primera catedrática de Derecho del Trabajo y Seguridad Social que hubo en España y más tarde también la ... primera en presidir el Tribunal Constitucional, organismo al que había llegado como vocal con solo 48 años. Gran experta en relaciones laborales, ha participado en seminarios nacionales e internacionales sobre la materia y ha formado parte de distintos grupos de expertos que han trabajado en reformas de algunos aspectos de la legislación española.
- En la crisis iniciada en 2008 bajaron los salarios en términos relativos y se recortaron los derechos de los trabajadores. ¿Se está repitiendo ese modelo?
- Creo que no, porque se han puesto en marcha políticas muy distintas. Empezando por la Comisión Europea, que ha afrontado el problema de manera diferente, llamando a empresarios y trabajadores a fomentar la recuperación. Y la política fiscal también ha sido otra. Eso ha permitido un amplio gasto social que está sustentado en los fondos 'next generation'. Con todo ello y políticas laborales y sociales de otro signo, se ha tratado de que nadie se quede atrás y de luchar contra la pobreza.
- Pero la inflación que ahora mismo existe deriva en pobreza si no se ataja.
- En efecto, y es una pobreza que afecta no solo a los inactivos sino también a quienes tienen un empleo, porque ese es el efecto de la inflación. Por eso, para Bruselas la recuperación de los salarios es esencial en lo referido a la competitividad y la justicia social. Antes todo fueron recetas neoliberales y economicistas. Ahora, como le decía, el tono es muy distinto. Y se ve desde el mensaje mismo que está presente en los informes que se manejan en Europa.
- ¿En qué sentido?
- En el de que se plantea que trabajar debe conducir a vivir dignamente. Por eso incluso hay una directiva sobre salarios justos. Los cambios que sin duda hemos de afrontar han de realizarse teniendo en cuenta a las personas, que no se salven solo algunos y pierda la mayoría. No olvidemos que la primera discriminación que se produce en todas partes es la de la pobreza. Recuerde que la crisis de la pandemia afectó de manera desigual a Europa. Primero alcanzó a Italia, luego a España y Francia. La primera controversia fue entre países. Y se vio que allí donde había legislaciones laborales fuertes fue más fácil afrontar la crisis.
- ¿Y donde no la había?
- En esos países se produjo una fuerte pérdida de volumen y fuerza de la clase media, con un regreso masivo de trabajadores de la ciudad a sus lugares de origen, en el ámbito rural en muchos casos. Me gustaría que no perdiéramos de vista que una buena legislación, también en materias como salud y prevención, produce además sociedades cohesionadas y más justas, y es necesaria para un funcionamiento eficiente del sistema económico.
El papel de las leyes
«Donde hay legislaciones laborales fuertes es más fácil resistir las crisis»
El valor del acuerdo
- Hablando de legislación laboral y reformas, ¿es mejor tener unas buenas leyes pero aprobadas sin consenso de todas las partes o unas un poco peores pero que cuenten con el visto bueno de todos?
- La concertación social es un valor constitucional. En la UE también se ha llamado a la concertación. Y la crisis ha demostrado que funciona incluso cuando no hay demasiado que repartir; hasta cuando vivimos en una etapa de incertidumbre normativa porque el tsunami de la crisis lo altera todo. También le diré, no obstante, que el precio del acuerdo a veces es el silencio sobre determinadas cosas. Y debemos acostumbrarnos a otras fórmulas.
- ¿A qué se refiere?
- En general, una legislación concertada dura más y produce más seguridad a las partes, y eso siempre es un valor. Pero seguimos siendo muy binarios. A favor o en contra. Podría llegarse a acuerdos con una parte y que otra quizá no apoye pero tampoco se oponga. Son fórmulas que no residen solo en el 'sí' o 'no'.
Concertación social
«El precio de un acuerdo a veces es el silencio sobre determinados temas»
- Un aspecto que ahora ocupa mucho tiempo y negociación es el teletrabajo. ¿Estamos ante una forma 'blanda' de cambiar la vida laboral y las relaciones en las empresas?
- Va a ser, sin duda, una forma de trabajar que se va a instalar pero en múltiples formas. Vamos hacia un mundo de diversidad ocupacional y esa no es sino una forma del mismo. El teletrabajo, junto con la Inteligencia Artificial, rompen con los conceptos de lugar y tiempo de trabajo.
- Y hay mucha preocupación con eso.
- He leído informes que han estudiado lo que sucedió cuando, a consecuencia de la pandemia, nos vimos obligados en muchos casos a trabajar en casa. En aquel primer momento se hicieron algunos pronósticos que luego no se confirmaron. Le recuerdo, por citar solo un ejemplo, cómo se disparó el comercio electrónico, lo que hizo que las empresas de distribución crecieran de una forma espectacular y ahora esas mismas firmas están despidiendo a gente porque ese volumen se ha reducido. Pero no hemos vuelto ni mucho menos a las cifras anteriores a la pandemia. Es decir, en eso hemos dado un paso sin retorno.
- Pero ahora sí se teletrabaja mucho más que antes del covid.
- Es cierto que se impuso como obligatorio algo que para nosotros hasta entonces era marginal. Ahora ya no lo es, pero hay mucha variación según sectores.
Nuevos ajustes
«Los cambios que se hagan deben procurar que no se salven solo algunos y pierda la mayoría»
- ¿Se pierde la esencia del trabajo en equipo, la sensación de pertenencia a una firma, incluso de sentido de clase?
- La presencialidad produce cohesión e identidad corporativa, pero no ignoremos que ya hay muchas empresas que, en razón de su actividad, contratan en cualquier parte del mundo precisamente porque se puede trabajar desde casa. Aquí el lugar del teletrabajo lo elige el trabajador, pero debe saberlo la empresa. En otros lugares no es así.
- ¿Y los sindicatos? ¿Pueden perder influencia al tener a los trabajadores dispersos?
- Evidentemente, eso supone un problema para los sindicatos, que pierden influencia. Pero los mejores sistemas son híbridos; es decir, tienen siempre una parte de presencialidad. La fórmula es una combinación de tiempos en la que debe fijarse la proporción. Con todo, es evidente que el teletrabajo acaba cambiando la forma de vivir y alterando muchos negocios. Le hablo de cosas tan sencillas como que los restaurantes que ofrecen menús del día o los taxis tienen menos clientes los viernes porque en muchas empresas ese día se trabaja desde casa. Y de ahí a cambios mucho más sutiles. También hay ventajas en todo ello. La llamada 'España vacía' podría volver a poblarse si se garantiza una buena conexión digital.
Empleos amenazados
- También pueden aparecer diferencias que antes no existían. Por ejemplo, en una empresa industrial hay empleados que deben ir necesariamente cada día a la planta y otros, en tareas administrativas, que pueden teletrabajar. ¿Estamos creando otras formas de discriminación?
- Es cierto que se crea una brecha según tengas un trabajo que se puede hacer o no en casa. Y no es la única. Está además la cuestión de las capacidades digitales, que es diferente de unos trabajadores a otros. Sin duda, caminamos hacia sistemas de trabajo más complejos. Los cambios no paran, y mire lo que está sucediendo con el ChatGPT, que va a introducir cambios radicales. La adaptación a las nuevas ocupaciones nos va a obligar a un esfuerzo mayor que el que hicimos cuando el covid.
Transformaciones
«El teletrabajo acaba modificando nuestra forma de vivir y muchos negocios»
- ¿Está hablando de los puestos de trabajo amenazados por las nuevas tecnologías?
- Sí, y no quiero ser alarmista pero va a afectar a muchos empleos. Le pondré solo un ejemplo: los cajeros de supermercado. En muy pocos años, habrá pasillos por los que pasarán los clientes con sus artículos y como mucho habrá un empleado que ayudará a quienes peor se manejen con el sistema. A los trabajadores que les toque ese cambio se les plantea una gran transición: ¿podrán seguir en la misma empresa en otra tarea o deberán cambiar radicalmente? Un 10 o 12% de los empleos de 2030 aún no están identificados, así que no es posible formar a nadie para ellos porque no sabemos en qué formar. Y eso afecta a numerosos sectores.
- ¿Incluso a los de más alta cualificación?
- Me referiré a uno que conozco de cerca. En los despachos de abogados, una máquina bien programada y con la tarea bien definida busca jurisprudencia mucho más rápido que cualquier persona. Nos enfrentamos a la desprofesionalización: tenemos una mano de obra muy madura y los jóvenes tienen muchas dificultades para entrar en el mercado de trabajo porque les falta formación.
Algunos riesgos
- ¿Qué consecuencias tiene todo eso?
- La clase media, que es la que ha sostenido la democracia, se verá más afectada por los nuevos empleos, que crecerán en la parte alta y baja de la escala de cualificación y salarial. En ese contexto, deberían reconocerse espacios de formación remunerada, con financiación pública. La Universidad empieza a caminar por esa vía. Y si la Universidad se adentra en el terreno de la Formación Profesional, la prestigiará y se romperán algunos compartimentos estancos que ahora existen.
Sistema de pensiones
«Hubiese sido mejor regularlo de manera conjunta con la dependencia»
- Estamos hablando del futuro y no hemos abordado la que puede ser la cuestión crucial: las pensiones.
- No es algo de ahora. Eso ya afectaba a la Seguridad Social en 2008. A medida que se ha precarizado el empleo se ha afectado al sistema. Con la reforma que se plantea se trata de obtener ingresos por las rentas que hasta el momento no cotizaban a la Seguridad Social. No me parece un mal análisis, y si se implanta de una manera progresiva no creo que vaya a afectar a la competitividad. Vamos a conseguir que se cotice más para recibir luego también una pensión mayor, con un pequeño diferencial que irá a compensar el sistema. Los tiempos exigen cambios y eso no me parece revolucionario. Al final, solo hay tres vías posibles: aumentar la cotización, aumentar los fondos procedentes de impuestos o mandar a la iniciativa privada las pensiones. O una parte de ellas.
- No parece un tema de solución fácil, como se está comprobando en Francia.
- El Derecho del Trabajo y la Seguridad Social tienen un valor de sustento fundamental en una crisis, como se ha visto. Con la pandemia, se evitó que creciera el desempleo como había sucedido a partir de 2008. Ahora lo que está sucediendo es que nuestra sociedad empieza a atender mejor a los mayores que a los jóvenes. Quizá hubiese sido mejor regular todo esto de lo que estamos hablando de manera conjunta con la dependencia, como se ha hecho en Alemania, por ejemplo.
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