Joseba Martín
Sábado, 28 de diciembre 2024, 13:04
Son las cuatro de la madrugada. Suena el despertador del móvil y el grupo se pone en marcha: visita el baño, desmonta las tiendas de campaña y desayuna en la larga mesa de campaña con el frontal encendido. Alguien comenta el accidente de una familia ... de Getxo en agosto en el Ngorongoro, que costó la vida a una madre y a su hija y heridas graves al padre y al hijo; la conversación languidece rápidamente. Antes de que amanezca el camión ya está en marcha. Abandona el campamento de Seronera, en pleno Parque Nacional de Serengeti, camino del siguiente 'lodge camp' a siete horas y muchos resaltos. Así es el viaje 'de aventura', y esta es la dinámica durante dos semanas en Tanzania, que suele culminar en lujosos hoteles de Zanzíbar con piscinas de aguas cristalinas y playas paradisíacas.
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Tras la pandemia, el país africano ha recuperado su ritmo y recibe casi dos millones de turistas al año, más del triple que hace dos décadas. Según ONU Turismo, es el más atractivo del continente en competitividad y en posibilidades de inversión por su riqueza natural y cultural, estabilidad y sostenido crecimiento del PIB. De hecho, el turismo emplea de manera directa a unas 850.000 personas. Destinos como Serengeti, Ngorongoro, Kilimanjaro o Zanzíbar son un imán para el viajero alternativo. Pero no se trata de un fenómeno novedoso.
En 1980 el montañero y viajero de Tolosa Josu Iztueta puso en marcha con varios amigos la 'Nairobitarra', un viejo autobús adaptado con destino a Nairobi. Según recuerda, «muchos de aquellos viajeros procedían de los clubes de montaña, tan habituales en el País Vasco. Y de aquellos tiempos son las expediciones para escalar en montañas lejanas. Lo de los viajes de aventura llegaría unos años más tarde». Así nacieron las primeras agencias de destinos alternativos, donde dos ciudades capitalizaban la oferta: Barcelona (Tuareg, Kananga, Ámbar, Terres Llunyanes…) y Bilbao (Club Marco Polo, Banoa, Años Luz, Rutas 10…). Madrid contaba con Catai Viajes. Más recientes son las propuestas de la madrileña Pangea (2015) o la francesa Evaneos (2009). Como señala Sonia Robles, directora de Rutas 10, el viaje de aventura «se está popularizando entre todo tipo de viajero», lo que significa que también está en el catálogo de los grandes tour operadores.
En el camión que se dirige al cráter del Ngorongoro se mueven 20 viajeros: cinco jubiladas de Telefónica de Valencia, dos médicos de Madrid, una barcelonesa con su hija, una pareja catalana de recién casados, varias enfermeras… El resto son también jubilados con experiencia en destinos lejanos. Como afirma Robles, «hoy día la mayoría de quienes acuden a viajes programados son personas de edad, sobre todo jubilados que disponen del tiempo y de los recursos económicos para ello».
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El camión, un potente Scania adaptado de 14 años, con su chófer original, Dismas, hace cada dos horas una parada técnica, a veces en mitad de la nada, «chicas a este lado, chicos al otro». Hay una notable mayoría femenina, el cuádruple en este caso. El perfil de aquellos primeros viajeros, en cambio, era de gente muy joven, «yo tenía 23 años entonces», recuerda Iztueta; y quienes iban a África en vehículo «debían saber de mecánica, ser autónomos, resolutivos, saber francés venía bien… Ahora los viajes se han abaratado, mucha gente ha crecido con el inglés, el viaje se ha democratizado, pero también se han masificado muchos destinos, la gente de hoy es más exigente, quiere más comodidades, es más caprichosa… hoy no se entiende un trayecto sin wifi o sin duchas». Según recuerda Sonia Robles, «en aquellos años había un 50% de turistas que querían viajes poco organizados, o que salían con lo mínimo, un billete de avión, alguna reserva de hotel y moverse a su aire. Un porcentaje importante era gente joven que se incorporaba a este tipo de viajes. Gran parte de este segmento con la crisis de 2008 dejó de viajar de manera organizada y lo hacían por su cuenta».
Paco Nadal, el conocido viajero y divulgador, recomienda en su canal de YouTube el Parque Nacional de Serengeti, «porque es el mejor lugar de África para ver leones, hay unos 3.000 por aquí». Y no se equivoca: a los pocos minutos del paseo en camión, el motor se detiene para observar cómo una leona se acerca con sigilo a un topi, una especie de antílope. Al final el herbívoro detecta la amenaza y se mueve a otra zona. La leona se levanta y cambia de lugar. Como advierte la guía, «muchas de las cacerías terminan en nada». Kanganga regala a sus viajeros un cuaderno con imágenes de todos los animales y aves del parque; algunos los van tachando con satisfacción a medida que los ven: leones, guepardos, elefantes, jirafas, rinocerontes, hipopótamos, ñus, facóqueros, hienas, buitres, flamencos, búfalos, cebras, avestruces, gacelas… Solo falta el esquivo leopardo.
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El camión cuenta con su propio cocinero, Ramadami, un tipo entusiasta y sonriente con muy buena mano en la cocina de campaña. Uno de los días ofrece comida tradicional tanzana, que se come con la mano, pero nadie lo hace así. Los cuatro componentes del equipo, chófer, cocinero y dos ayudantes, hablan entre ellos en suajili. Resulta curioso que las canciones más populares del mundo cantadas en este idioma lo fueran gracias a un grupo alemán, Boney M: 'Jambo – Hakuna matata' y 'Malaika', que ya cantaran antes Miriam Makeba o Pete Seeger. En ocasiones, grupos de turistas se lanzan a cantar 'Jambo bwana…' como si no hubiera un mañana.
El camión llega a las puertas del Parque de Ngorongoro, pero no puede seguir. El grupo se tiene que repartir entre cinco vehículos todoterreno, casi siempre un Toyota Land Cruiser, perfecto para gestionar los grandes desniveles de entrada y salida. Comenta el conductor que ahora, en temporada baja, puede haber más de cien vehículos en el parque. Con el toldo levantado, el todoterreno recorre las diferentes pistas y bordea los lagos, uno dulce y otro salado, a la búsqueda de animales y de la foto perfecta… con el teléfono móvil.
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Tras el picnic, donde un milano arrebata limpiamente el bocadillo a un funcionario de Alicante, el vehículo completa el recorrido camino de la salida. De nuevo una fuerte pendiente en forma de zigzag que el conductor enfrenta concentrado y con cautela; así llega al fatídico punto del accidente: una curva ciega a la derecha que exige una segunda maniobra; a la izquierda aparece el terreno desbrozado que dejó el vehículo en el desgraciado accidente, una zanja ancha de varios cientos de metros de longitud ladera abajo. En los asientos de atrás los recién casados, Erika y Nelson, entrelazan sus manos con fuerza en un tenso y dramático silencio.
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