«En un mundo en el que cualquier debilidad y dependencia es explotada, nuestra libertad y soberanía dependen más que nunca de nuestra fortaleza económica». La frase, pronunciada por Ursula von der Leyen en la presentación del próximo Ejecutivo comunitario, revela la importancia que tendrán ... las políticas económicas estos próximos cinco años. Para su segundo mandato, la política alemana ha formado la que quiere que sea «la Comisión de las inversiones», que centrará su trabajo en cerrar la brecha de innovación con Estados Unidos y China, e impulsar la descarbonización y la autonomía estratégica del bloque, todo ello en un panorama desafiante y con dos de sus grandes países -Francia y Alemania- sumidos en la incertidumbre política.
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Los desafíos son mayúsculos en un clima internacional tensado por la competencia con Pekín y Washington, más aún con el inminente regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y una posible ola de políticas proteccionistas. Estas medidas podrían afectar especialmente a Alemania, que aporta la cuarta parte del Producto Interior Bruto (PIB) europeo y es una de las economías más expuestas.
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La Comisión Europea ha prometido una estrategia de competitividad para sus primeros cien días de mandato, en el que aplicará las recomendaciones del informe realizado por el expresidente del Banco Central Europeo (BCE) Mario Draghi. El italiano calcula que para cerrar la brecha de innovación con China y EE UU hará falta una inversión de 800.000 millones de euros al año. La incógnita se centra, por tanto, en cómo conseguir ese dinero, ya que los países históricamente austeros (Alemania, Dinamarca, Países Bajos, Austria...) no apoyarán la emisión de deuda común.
También harán falta inversiones públicas y privadas para impulsar la descarbonización de la industria europea. El desarrollo de la energía renovable y los acuerdos energéticos con terceros países serán claves para reducir el precio de la energía, actualmente muy superior al de Estados Unidos e incluso se ha planteado una reforma del mercado eléctrico, ya que el sistema actual establece los precios según el tipo de energía más cara, el gas natural.
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Mientras, Europa está dispuesta a dar la batalla por retener las inversiones y las empresas dentro de su territorio. Prueba de ello es el mecanismo europeo puesto en marcha para evitar la fuga de compañías al otro lado del Atlántico, que flexibiliza las ayudas de Estado y permitió a Alemania movilizar 902 millones de euros para que la gigafactoría de baterías eléctricas Northbolt se construyera en su territorio.
Esta herramienta, según Von der Leyen, servirá para «reequilibrar el campo de juego» y «mitigar las desventajas competitivas» respecto a Washington, que puso en marcha incentivos 'verdes' por valor de 370.000 millones de dólares. Europa también está pendiente de la continuidad del apoyo estadounidense a Ucrania con el regreso de Trump, una ayuda que Europa sería incapaz de sustituir por sus propios medios.
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En clave interna, la UE está inquieta por la inestabilidad política en Francia tras la caída del Gobierno del primer ministro Michel Banier, y Alemania, que celebrará elecciones en febrero. Por un lado por sus consecuencias en la toma de decisiones de la UE y, por otro, por sus posibles repercusiones económicas en un momento en el que el motor germano no logra acelerar. Según las previsiones de la Comisión Europea, Alemania cerrará el año con un retroceso del 0,1% de su PIB. Bruselas teme ahora que la economía gala también se vea afectada por la dimisión de Barnier.
En un mundo donde la inestabilidad geopolítica es la nueva normalidad, la UE quiere cerrar acuerdos comerciales para diversificar sus suministros y mejorar su autonomía estratégica. Es el caso del pacto con Mercosur, firmado el pasado viernes tras 25 años de negociaciones y que quiere ahorrar a las empresas europeas 4.000 millones de euros al año en aranceles. Ratificar este acuerdo, llamado a ser el mayor pacto comercial a nivel mundial, será otro de los grandes retos de la Comisión Europea. El texto cuenta con el rechazo expreso de Francia, Polonia, Austria y Países Bajos; e Italia ha mostrado sus recelos por los efectos negativos que podría tener en sus productos. Juntos, estos cinco países podrían formar una minoría de bloqueo que impediría la puesta en marcha del acuerdo con Mercosur.
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El pacto es vital también como mercado para las empresas europeas, sobre todo del sector del automóvil, que está pendiente de las negociaciones entre la UE y China por los subsidios ilegales de Pekín y los aranceles impuestos por Bruselas a los vehículos eléctricos importados a Europa.
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