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Jueves, 13 de junio 2024, 23:50
La pobreza se entiende comúnmente como una situación de dificultad económica. Sin embargo, una rama de investigación profundiza en el concepto de la «pobreza de tiempo». Este indicador refleja el tiempo libre con que cuentan las personas después de tomar en consideración el trabajo remunerado y no remunerado más el tiempo de cuidado personal. Las investigadoras Margarita Vega-Rapun y Sara Moreno Colom analizaron su impacto durante una conversación en CaixaForum Macaya organizada por el Observatorio Social de la Fundación 'la Caixa' junto con la Time Use Initiative.
A finales de la década de los 60 y los primeros años de los 80 del pasado siglo, millones de mujeres de todo el mundo occidental se incorporaron al trabajo remunerado sin abandonar muchas de las responsabilidades que tenían en casa relacionadas con los cuidados de la familia. Además, esta incorporación de las mujeres al mercado laboral no se correspondió, o al menos no en la misma medida, con la incorporación de los hombres al trabajo no remunerado. Las consecuencias en la vida de ellas fueron múltiples, tanto en su salud mental como en su tiempo de ocio. En definitiva, las convirtió en pobres de tiempo.
Las investigadoras Margarita Vega Rapun, del Center for Time Use Research de la University College London y autora del estudio The multidimensionality of poverty: Time poverty in Spain (2021), y Sara Moreno Colom, profesora de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona e investigadora del Centre d'Estudis Sociològics sobre la Vida Quotidiana i el Treball (QUIT), se han reunido en CaixaForum Macaya para conversar sobre la pobreza de tiempo en los países desarrollados dentro del ciclo El derecho al tiempo, debate clave para el siglo XXI, organizado por el Observatorio Social de la Fundación 'la Caixa'.
«La pobreza de tiempo es un indicador que nos permite dar una medida más completa sobre la pobreza, que normalmente solo recoge la pobreza de ingresos», explica Margarita Vega. «A través de las encuestas del uso del tiempo, podemos evaluar el tiempo que las personas le dedican al trabajo remunerado, al no remunerado y a los cuidados personales. Esta información nos permite establecer una línea de pobreza de tiempo similar a la que se calcula para los ingresos. Todas aquellas personas que estén por debajo de la misma serán considerados pobres de tiempo».
En España, esta línea se ha establecido en los 170 minutos al día: si estamos por debajo de ese umbral, somos pobres de tiempo. Y si además tenemos pocos ingresos, se genera un círculo vicioso del que es difícil salir: probablemente la persona pobre de tiempo tendrá unas responsabilidades propias del trabajo no remunerado que no le permitirán acceder a uno remunerado o trabajar las horas suficientes para tener un salario digno.
«La pobreza de tiempo a veces no solo la podemos medir contabilizando la cantidad de tiempo de libre disposición personal que tienen las personas», explica Sara Moreno, «porque podemos disponer de mucho tiempo, pero también tener poca capacidad para decidir acerca del mismo o que este se acabe contaminando por otras actividades, como por ejemplo los cuidados».
La profesora explica que disponemos de 24 horas al día, pero las condiciones materiales con las que vivimos determinan cómo las usamos y nuestra capacidad de decisión sobre las mismas. Nos encontramos, por ejemplo, el caso de los parados que, en realidad, lo que querrían es trabajar. Disponen de mucho tiempo libre, pero esto no los hace más ricos temporalmente, sino que viven en la pobreza material. Por tanto, a diferencia de los recursos económicos, en los que cuanto más dinero se tiene más rico se es, con el tiempo no siempre es así, existen otros ejes de desigualdad que hay que considerar.
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