Ángel Blanco Escalona
Jueves, 6 de abril 2017, 10:06
En los años 80, cuando más hostiles eran las relaciones entre el Reino Unido y la República de Irlanda, una joven irlandesa iba a casarse con su novio, natural de Irlanda del Norte. Cruzó la frontera para celebrar la fiesta de compromiso y de regreso, en la aduana, el funcionario le preguntó si tenía algo que declarar. Rebosando felicidad, ella le mostró el anillo de pedida e, inocentemente, contestó: «¡Solo esto!». El agente le pidió la documentación que acreditase que había abonado el impuesto correspondiente y, al no tenerla, se lo confiscó.
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Esta anécdota, contada por Esther Lynch, secretaria confederal de la Confederación Europea de Sindicatos y amiga de la protagonista, resume el mensaje que transmitieron todos los participantes en la jornada Impacto del brexit en el mercado de trabajo organizada por El Norte de Castilla y la Fundación Fermín Carnero. Ni los trabajadores ni los ciudadanos los de uno y otro lado:los europeos que viven o trabajan el Reino Unido y los británicos desplazados a territorio de la UE deben pagar el precio que, sin duda, va a tener la marcha británica.
La mesa redonda abordó el problema desde sus distintos puntos de vista, pero todas las voces coincidieron en algo:que el proceso sin precedentes que se activará mañana, día 29, cuando la primera ministra Theresa May invoque el Artículo 50 del Tratado de Lisboa y dé así inicio formal a la salida del Reino Unido de la Unión Europea, debe derivar en un brexit blando que no sirva de disculpa para mermar los derechos adquiridos en unos y otros países durante los años de convivencia. Pero el cumplimiento de semejante deseo no está en absoluto asegurado.
«Es muy posible un brexit duro», advirtió Elena Crasta, representante en Bruselas de The Trade Unions Congress (TUC), la agrupación de los 54 sindicatos activos en el Reino Unido. «A día de hoy son muchos en Gran Bretaña los que quieren que dentro de dos años la UE les mire y tenga con ellos una relación como la que tiene con China», sostuvo Ignacio Fernández Toxo, secretario general de Comisiones Obreras.
Contra esta Europa
«El brexit no es solo responsabilidad de los británicos agregó Pepe Álvarez, secretario general de UGT. Ellos lo han votado... ¿porque están en contra de más Europa, o en contra de esta Europa? Lo que ha ocurrido no es la aspiración mayoritaria de una nación, sino el efecto de la crisis de un partido, el conservador, y la consecuencia de la UE que han creado las élites neoliberales».
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Quizá el momento más intenso de la jornada llegó en los compases finales, cuando se planteó el problema de los brotes xenófobos que ya se han producido contra españoles que llevan años desempeñando su labor en el sistema sanitario británico y también contra los padres de unos jóvenes que, como simples turistas, van a visitarlos.
«Debería quedar claro que el principal problema que tiene el país sostuvo la representante del TUC no son los trabajadores que tenemos, sino cómo entran los que lo hagan a partir de ahora, que lleguen con derechos. No tenemos nada que ganar con posiciones como la descrita. No queremos ese tipo de sociedad para nuestros hijos», aseveró.
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Ante estas situaciones, añadió Fernández Toxo, se pone de manifiesto que «la crisis ha acelerado cambios que están afectando a las condiciones de vida de la gente». «Los del norte creen que por estar lejos de la zona cero de la crisis no les va a afectar. Sus propios sindicatos tienen posturas más proteccionistas. Creen que la regresión de derechos no les llegará;pero asistimos a un cambio de paradigmas y la Europa moderna se construirá desde la redistribución y la solidaridad... o se destruirá. Las élites quieren sustituir el derecho del trabajo y el derecho al trabajo por el derecho mercantil. La ciudadanía no ha salido de la crisis y no lo hará hasta que recupere los derechos y servicios que tenía antes de la crisis».
En efecto no vendría mal, como puntualizó Pepe Álvarez, «reflexionar sobre cómo tratamos nosotros a los inmigrantes que vienen de más al sur». «Si no hay también aquí situaciones de acoso y xenofobia como las que sufren algunos de nuestros compatriotas que han emigrado». El líder de UGT considera fundamental que tanto los sindicatos británicos como los europeos «estén en la negociación del brexit». «El proceso no debe quedar exclusivamente en manos de las élites y nosotros podemos poner cordura y sentido común, una visión no economicista, aportar el punto de vista de las personas».
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Más duro fue el galés Michael Harris, vicepresidente de EuroCitizens y encargado de aportar la visión de los ciudadanos británicos residentes en la UE, en su caso en España desde hace décadas. «En el Reino Unido se ha agitado el discurso de la invasión de enjambres de inmigrantes por parte de políticos fascistas. Se empieza con insultos y luego se va a más. Los crímenes de odio han aumentado tras el referéndum. No es causalidad», alertó.
Harris hizo patente su pesimismo y su estado de alarma con afirmaciones como que «en la campaña del referéndum nadie habló de qué pasaría con los británicos en Europa ni con los europeos en el Reino Unido»; «los que llevamos más de 15 años fuera no tuvimos voto»; «los españoles han sufrido ya allí xenofobia» o «hay hostilidad deliberada del Gobierno cuando se pide la residencia permanente y personas que llevan 30 años viviendo allí reciben una carta en la que les dan 15 días para salir del país».
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Personajes «tétricos»
«Europa ha derivado de social a neoliberal y esto ha creado problemas que están pasando factura en el Reino Unido, en Holanda y en otros países y los que estamos en medio, ciudadanos de a pie, nos hemos convertido en moneda de cambio. La cruda realidad es que hay casos dramáticos, gente con pareja no comunitaria, pensionistas que no van a poder pagar un seguro de salud... Solo pedimos mantener nuestros derechos actuales, nada más», clamó Harris.
El líder de CC OO lamentó que «en toda Europa y a escala planetaria haya un resurgimiento de los micro y macronacionalistas en su versión más zafia» y que «los neoproteccionismos campen por el mundo de la mano de personajes tan tétricos como Trump y Putin... u otros más próximos». Para Fernández Toxo es triste que «la inmigración se haya utilizado como gran coartada», igual que lo es «que un conservador oportunista asumiese los objetivos de la extrema derecha y activase una bomba que creía que podría desactivar pero que terminó estallando».
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Coincidieron Toxo y Álvarez en que «el día 25 había poquito que celebrar en Roma», en alusión a los fastos del 60 aniversario de la construcción europea. «La UE está en crisis y a punto de quebrar. Va al desastre con las políticas actuales y debería estar claro que no queda otra opción que tomar el camino de la refundación. Hay que superar el marco estrecho de la unidad de la moneda y encarar, de la mano de pilares más sociales, otra senda».
Ejerciendo de moderador, el historiador y colaborador de El Norte Enrique Berzal dio la palabra, en el turno de preguntas, al expresidente de la Junta Demetrio Madrid. «Ya dijo Jacques Delors que Europa se construiría con dos pasos adelante y uno para atrás pero, aun así, ¿creen ustedes que no hay marcha atrás?», interpeló.
«No respondió Elena Crasta. Las encuestas confirman que las opiniones no han cambiado lo suficiente; lo que no significa que haya que cejar en el empeño de intentarlo. Hoy la respuesta es no, pero quien sabe dentro de dos años?».
«Es preciso que las condiciones y detalles de la negociación sean públicas para que la gente conozc a fondo toda la gama de consecuencias y el impacto real de la nueva situación argumentó Esther Lynch. Después de eso no debería haber nada malo en volver a preguntar ¿Estáis seguros?»
«Los probrexit son muy beligerantes y no permiten que haya ni una rendija de rectificación. Lo dominan todo completamente», remató Michael Harris.
«No se aguanta la actual situación en la que no se avanza hacia la federalización abundó el líder de UGT, con una defensa y una política exterior común. Por si fuera poco, vivir en España o Portugal es una cosa y en Alemania o Francia, otra muy diferente. La fragilidad de la UE es brutal y la desafección de los ciudadanos, creciente».
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La representante de los trabajadores británicos recordó que el país siempre mantuvo «una postura conflictiva con respecto a la Unión, a la que en un principio se veía como un club capitalista y, después, como una organización que aseguraba que ofrecía una protección que nunca se vio de manera clara».
Según Crasta, su plataforma demanda «no terminar abruptamente con la política de puertas abiertas a la inmigración» y un reconocimiento de que los inmigrantes que están integrados aportan beneficios a la economía del país». También pretende aprovechar el proceso para obtener «una mejor regulación del mercado laboral que proteja los derechos de los trabajadores mediante la aplicación de normas más estrictas que terminen con la explotación que se produce en muchos lugares de trabajo». «Hay en el Reino Unido dijo un millón de personas con contratos de cero horas;que no saben cuánto van a trabaja cada semana, ni cuánto van a cobrar».
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Velando por los intereses de los trabajadores británicos, el TUC defiende que «la UE debe seguir siendo el principal interlocutor comercial», que el Reino Unido debe poder seguir exportando sus productos a la UE libres de aranceles y sin exigencias incómodas en materia de normas de origen y otras barreras».
También Esther Lynch sembró la inquietud y la amargura en el auditorio con afirmaciones como esta: «Mis padres miraban mi futuro con la esperanza de que mi vida sería mejor que la suya y yo hoy no puedo decir lo mismo de mis hijos». La representante de la Confederación Europea de Sindicatos demandó «un brexit mediante un acuerdo que necesariamente debe proteger a ciudadanos y trabajadores» y puso en duda que el plazo propuesto por May para cortar todos los lazos resulte suficiente. «Hay relaciones contractuales y proyectos empresariales que se establecen hasta a diez años vista. Dos años de plazo para culminar la salida es muy poco tiempo».
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