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Enric Gardiner
Madrid
Jueves, 8 de junio 2023, 17:59
El término 'final anticipada' suele sonar despectivo e irrespetuoso para el resto de tenistas que siguen inmersos en el torneo, pero con un duelo entre Carlos Alcaraz y Novak Djokovic en el horizonte más cercano (este viernes, no antes de las 14:45 h., en ... abierto por DMAX), cuesta mucho no pensar que este es el partido que proclamará al campeón de Roland Garros.
Es un enfrentamiento con aroma a cambio de guardia, a movimiento generacional en el tenis. Djokovic jugará sus undécimas semifinales en Roland Garros, 45 en total entre todos los Grand Slams, y aspira a su vigesimotercer grande y al tercero en la capital francesa. Ello le colocaría como el único en la historia en ganar todos los 'majors' en al menos tres ocasiones.
Alcaraz, por su parte, debuta en esta ronda de semifinales en Roland Garros, carga con la etiqueta y la presión de suceder al convaleciente Rafa Nadal, y, aunque ya se quitó el peso de ganar su primer gran título en el US Open, aquí aparece con el difícil papel de favorito. Porque la de Djokovic y Alcaraz es casi una rivalidad inexplorada. En todo el año, entre las lesiones de Alcaraz y los problemas de vacunación de Djokovic, solo coincidieron en el cuadro de Roma, donde ambos fueron apeados antes de tiempo.
Sus duelos se resumen a las semifinales en Madrid el año pasado, uno de los grandes partidos de 2022, definido a favor de Alcaraz en el 'tie break' del tercer set tras más de tres horas de encuentro. El de este viernes los medirá en plenitud, en el mejor escenario posible. El serbio se ha desprendido de los problemas físicos que ha arrastrado durante toda la temporada de tierra batida y ha olvidado las molestias en el codo. Su nivel ha ido 'in crescendo' y ante Karen Khachanov se vio al mejor Djokovic.
El español ha sido más constante, con títulos en Barcelona y Madrid, y ha alcanzado picos de tenis superiores, como los cuartos ante Stéfanos Tsitsipas, en los que disputó seguramente los dos mejores sets del año, antes de superar las dificultades del tercero, porque este Alcaraz también sabe sufrir. Ante sí tienen una brecha generacional que no puede pasarse por alto. Hay 16 años de diferencia entre Djokovic y Alcaraz, y cuando el murciano nació, en mayo de 2003, el serbio estaba a un mes de jugar su primer Futures.
Cuando su padre, Carlos, le puso una raqueta en las manos por primera vez con cuatro años, Djokovic ya había ganado un Masters 1.000, llegado a los cuartos de final de Roland Garros y estaba a unos meses de conquistar en Australia su primer grande.
Ahora Alcaraz juega con el tiempo a favor, con una larga carrera por delante con la que decorar con todos los títulos posibles, mientras que Djokovic es todo lo contrario. Su reloj de arena se llena poco a poco y convive con el adiós de sus contemporáneos, Roger Federer, ya retirado, y Nadal, en el ocaso. Sabe que, a cada torneo, su cuerpo es más viejo y el resto de tenistas le ganan terreno, al tiempo que se le agotan las ocasiones. Vacunado, seguramente ya habría dejado atrás el récord de títulos de Grand Slams pero sus convencimientos son tan fuertes que lo ha puesto en peligro y necesita, al menos, una victoria más para quedar definitivamente por delante de Federer y Nadal y que ya nadie pueda discutirle que es el mejor de la historia.
La irrupción de Alcaraz es un peligro adicional, por su adaptación a cualquier superficie, por su aura de dominador y por la realidad que transmite con sus tenis. «Es el rival a batir», reconoce Djokovic. Viendo al murciano ante Tsitsipas cuesta encontrarle una fractura, una grieta por la que meterse en su cabeza, pero esa es la gran virtud de un Djokovic que siempre ha navegado con todo en contra. Desde entrenar entre bombas en Belgrado durante su infancia, hasta los abucheos en Wimbledon por la preferencia hacia Federer.
No es un duelo de estilos. Ambos saben atacar, defender, ir hacia adelante y dominar con el servicio; es un duelo de cambios. Si Djokovic pierde, dejará pasar la primera oportunidad de su vida de verse en solitario en lo más alto del olimpo del tenis. Si Alcaraz cae, más ocasiones habrá en el futuro, pero no se perdonará no haber dado el toque de gracia al serbio. En juego también está el número uno: si Alcaraz gana, será el mejor hasta por lo menos Wimbledon.
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