Alcaraz y el riesgo
Los calambres en Roland Garros como consecuencia de la tensión tras las lesiones sufridas en los últimos meses ponen en peligro su dominio en el tenis mundial
Enric Gardiner
Sábado, 17 de junio 2023, 00:15
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Enric Gardiner
Sábado, 17 de junio 2023, 00:15
Carlos Alcaraz desprende una intensidad brutal. Solo hay que presenciar un entrenamiento suyo o un partido para darse cuenta de que sus niveles de esfuerzo son altísimos. Y esto trae consecuencias. El murciano no para de acumular problemas físicos: seis lesiones en el último año ... que han disparado las alarmas sobre si es simplemente una advertencia para el futuro o una constante a tener en cuenta en su carrera.
Con 20 años recién cumplidos, Alcaraz ya tiene en su vitrina de El Palmar un Grand Slam, cuatro Masters 1.000 y otros cinco títulos (dos ATP 250 y tres ATP 500), pero también un amplio historial de lesiones. Hace un año, unas molestias en el codo le impidieron participar en Queen's y le obligaron a jugar con una protección en Wimbledon. Más tarde se produjo un desgarro abdominal en París-Bercy y se perdió el resto de la temporada, incluida la Copa Davis y las Finales ATP de Turín. La temporada 2023 no empezó diferente, con lesión en uno de los últimos entrenamientos previos a Australia. Sufrió unas molestias en el músculo semimembranoso de la pierna derecha y dijo adiós al primer Grand Slam del curso, donde se despidió del número uno.
Tras ganar en Buenos Aires y llegar a la final de Río, en plena pelea por el título se dañó el isquiotibial de la pierna derecha. No pudo jugar hasta Indian Wells. La posterior victoria en ese torneo, junto a las semifinales en Miami, le procuraron unas molestias en la mano izquierda y en la columna, que se tradujeron en la baja en Montecarlo. Y para rematar la plaga de percances, como consecuencia de la tensión, los calambres que le lastraron ante Novak Djokovic en las semifinales de Roland Garros.
«Las lesiones, sobre todo en el alto rendimiento por la alta exigencia, son algo muy frecuente. El deportista lo vive como un duelo, donde pasa por múltiples fases como negación de lo ocurrido, rabia intentando buscar explicaciones o culpables, tristeza y finalmente aceptación», explica Teresa Mesía, psicóloga deportiva que trabaja con atletas de diversas especialidades.
La respuesta de Alcaraz al problema de París ha sido cargar aún más su calendario. El murciano jugará en Queen's (del 19 al 26 de junio) y después la exhibición de Hurlingham (del 27 de junio al 1 de julio), como preparación para Wimbledon (entre el 3 y el 16 de julio). Esto se explica desde la necesidad de jugar en hierba, superficie aún inhóspita para Alcaraz, en la que apenas ha jugado dos torneos oficiales sobre ella (Wimbledon 2021 y 2022). Y también resalta el alto nivel de implicación de Alcaraz, que juega hasta que el cuerpo dice basta. Como ejemplo, cuando el año pasado, tras Wimbledon, decidió volver a la tierra batida en julio para jugar Hamburgo y Umag, y el anuncio esta semana de que jugará en Buenos Aires en febrero de 2024.
Alcaraz no se pone freno. Porque tiene 20 años, porque se ve candidato a todo y porque cree que su cuerpo puede aguantarlo, pero tiene espejos cerca en los que mirarse y ante los que tener cautela. El más claro, el de Emma Raducanu. La británica completó uno de los cuentos de hadas más mágicos del deporte al ganar desde la fase previa y sin perder un set el US Open en 2021. Lo consiguió con 18 años y estando fuera de las 100 mejores del mundo. Su carrera despegó de forma meteórica, pero se estancó ahí. Todos esperaban que fuera la gran estrella de la WTA, pero desde el triunfo en Nueva York no ha vuelto a jugar una final y las lesiones han sido su lastre, hasta el punto de que hace unas semanas tuvo que operarse las dos manos, sin tiempo estimado de reaparición.
Las altas expectativas impactaron en el cuerpo de Raducanu, que no ha podido lidiar ni con la presión ni con el esfuerzo físico de verse, de la noche a la mañana, de ser la 150 del ranking mundial a favorita en cada torneo. «El factor edad es muy importante. Cuanto más mayor seas, más tiempo has tenido para perseguir y cumplir tus objetivos. Cuanto más joven seas, más tiempo tienes por delante y, por lo tanto, más frustrante es que te llegue una lesión que ponga en duda tu futuro», destaca Teresa Mesía.
En España, uno de los casos más sonados es el de Carlos Boluda, el único tenista masculino en ganar el mítico 'Les Petis As', el mejor torneo sub-14 del mundo. El alicantino fue expuesto como «el próximo Nadal» y firmó grandes patrocinios con Nike y Prince, pero su carrera nunca cumplió las expectativas que otros pusieron sobre él.
«Estuve con una lesión de muñeca dos años. Se me olvidó jugar al tenis completamente. Esa etapa fue durísima y tienes que asumir muchas cosas. Fue un hostión tan grande que no hubo margen de pensar nada. Me dolía que gente cercana desapareciese y le cogí un poco de asco al mundo del tenis», desveló Boluda, que se retiró a los 27 años y ahora ejerce de entrenador. «Si todo el mundo te remarca lo bueno y talentoso que eres en tu deporte y que 'has nacido para esto', cuando llega una lesión que amenaza ese futuro, entonces si en tu cabeza no tienes otras vías u opciones, para el sentimiento de valía de ese jugador puede ser muy duro», apunta Mesía.
La situación de Alcaraz es diferente, porque ya ha logrado mucho más de lo que otros consiguen en sus carreras deportivas, y porque también tiene ejemplos positivos su entorno, como el del propio Djokovic. Visto ahora como una fuerza imparable, el serbio fue un tenista endeble en sus primeros pasos en el circuito. Sufría de problemas respiratorios y se cansaba demasiado en partidos largos.
Entre 2003 -año de su debut profesional- y 2011, Djokovic se retiró de once partidos en marcha. Para paliar los problemas respiratorios, pasó por el quirófano en 2006 y se operó de una desviación de tabique, para terminar con el cansancio. Cambió su dieta entre 2010 y 2011 y se deshizo del gluten. El resultado, 22 de 23 títulos de Grand Slam desde 2011 y cinco años seguidos sin retiradas. Djokovic es la respuesta. Los problemas físicos pueden ser pasajeros.
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