La Supercopa no se mueve de Burgos

Hasta ahora los marcadores siempre reflejaron diferencias por debajo de los siete puntos, así que si uno se conforma con mirar el tanteo pensará que los diez a favor de los aurinegros cambiaba esa tendencia. Los que piensan así se equivocan. A falta de dos minutos para el 100 (se ve que con ochenta se quedaban con hambre), el título se iba a las vitrinas del VRAC, ya que el empate le beneficiaba al firmar más ensayos; Recoletas necesitaba puntos y los encontró con un golpe convertido por Iñaki Mateu y, casi de inmediato, una carrera al ralentí de Rascón a la que ya no pudo sumarse ningún quesero.

Su victoria fue justa, llevó la iniciativa del juego durante casi todo el partido, aunque no se reflejase en el marcador, ya que el 11-9 del descanso no hacía justicia a los méritos de unos y otros. Como si asumieran que están en pleno rodaje de pretemporada, unos y otros tiraron sus monedas al aire con las patadas altas de Perotti y Tani Bay, como si buscaran manos flojas en los receptores; cuando acabó esta fase de tanteo fue palpable que el Burgos había colocado un piñón en su cadena, como si todavía le escociese que se le escapase la Liga en San Amaro; el Entrepinares se vio tan superado que cometió cinco faltas en apenas doce minutos y Marcel Sirvent, el recambio de Tomás Carrió, puso los primeros puntos de la mañana (0-6); el barcelonés cuajó un partido impecable, acertó en sus siete patadas a palos y marcó el único ensayo de su equipo en el tiempo reglamentario, los primeros veinticinco puntos del Burgos fueron suyos y no hizo más porque fue sustituido. La desgracia para el Quesos es que su sucesor en el golpeo, Iñaki Mateu, tampoco falló en sus intentos y el Burgos volvió a casa con una tarjeta de diez a diez en los tiros entre maderas.

El Quesos exhibió su casta de campeón en varias fases. La primera llegó gracias a una impecable patada de Miejimolle, un 50:22 que metió a los suyos en el partido; les permitió entrar en campo contrario, oler la sangre, y un ataque bien elaborado concluyó junto al banderín después de la caza de Arnau Andrés a pase de Taibo.

Burgos salió de vestuarios como enfadado por retirarse al descanso con dos puntos de desventaja (el mencionado 11-9). Dio otra vuelca a la tuerca y descolocó a la defensa rival, que pifió varias acciones de un tirón, la más grave en una patada de Arnau Andrés que tapó Sirvent para recuperar la ventaja, y como el apertura seguía de dulce, encadenó dos castigos para fijar un parcial de 16-0.

Era el minuto 60 de partido y, a estas alturas del curso, podría pensarse en que Diego Merino arrojase la toalla con el 11-25, que obligaba a completar dos jugadas para igualar. Sus jugadores se pusieron de inmediato en la faena, y Marc Sánchez de primeras y González del Pino, uno de los debutantes, a la segunda obraron el milagro de recuperar el empate en solo ocho minutos, ya que Taibo no le anduvo a la zaga a Sirvent y embocó cinco de seis (solo falló el primero). Quesos respondió al 0-16 con un 14-0.

Llegó el momento en que Burgos también reclamó su doble etiqueta de vigente campeón de Copa y Supercopa. Encajó el doble bofetón sin doblar las rodillas y consiguió recuperar la iniciativa en la recta final; la sombra de la final planeaba sobre la Balastera hasta que Iñaki Mateu, en su primer pateo, inclinó de nuevo la balanza al platillo burgalés. Ahí le faltó madurez a Recoletas, lo tuvo todo a favor para rematar el partido, pero Bay cometió un fallo impropio de su magisterio, concedió una bala al Quesos y este la maduró en busca de una indisciplina que el árbitro castigó cuando las manecillas habían doblado de largo el minuto 80.

La prórroga fue agónica, apenas se jugó, fueron veinte minutos en los que los cuidadores tuvieron más trabajo que los jugadores; sobre el césped yacían los cuerpos azulones y aurinegros como si se tratase de un campo de batalla; el Burgos necesitaba anotar porque el 28-28 no le valía, intentó por dos veces un drop que no encontró diana; quizá porque la necesidad de Recoletas era mayor, quizá porque parecía que su físico tenía unos grados más de resistencia, llegó con mejor cuerpo al último salto de trampolín e Iñaki Mateu descorchó la patada que mantenía el trofeo de la Supercopa. El ensayo final de Rascón resultó hasta cruel para la resistencia del Quesos.

No estaba contento Diego Merino, no solo por la derrota, que también, sino por los errores del equipo y por el calendario que diseña la Federación. «Ellos han llegado mejor que nosotros, han hecho mejor partido y hay que felicitarles, hemos cometido muchas imprecisiones, ocho golpes de castigo antes del descanso son una barbaridad; nos ponemos mala nota porque el año pasado empezamos igual, con la Supercopa, y deberíamos haber aprendido, igual con la final de Copa del Rey. Por sacar algo positivo, las fases estáticas y el carácter de campeón, luchas y luchas para llegar a la prórroga, con jugadores muy cansados y machacados. Lo bueno es que no tenemos tiempo de pensar porque hay partido el próximo fin de semana, solo queda lamernos las heridas y levantar al equipo anímicamente y físicamente para el derby».

Merino se sintió molesto por el hecho de que un partido de tal intensidad llegue a estas alturas del curso, casi en pretemporada. «Pensaría muy mucho al hacer los calendarios si se quiere dar importancia a una competición que es oficial. Esta final está metida con calzador, sobraba este hueco y había que meterla, te da una idea del interés de la Federación por esta competición, nos pasa igual con la Ibérica que no se ha pensado en nosotros para encajarla en el calendario oficial, te dice un poco en lo que está pensando la Federación y en lo que estamos pensando los clubes, sobre todo los que tenemos competiciones como la Supercopa o la Copa Ibérica, somos una minoría porque al final somos dos; la asociación de clubes para qué va a pensar en esos dos clubes que disputan esas cosas y se piensa más en la mayoría».