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Juan Ángel Méndez
Domingo, 30 de mayo 2021, 14:54
El Quesos rompió los pronósticos, hizo trizas las previsiones y se alzó con su undécimo título de Liga. Y lo hizo en Madrid, contra el cacique de la temporada, el Lexus Alcobendas, que pensó que agarrar la cola iba a ser tarea fácil ante un Vrac que no llegaba en su mejor momento. Pero una final es eso, un partido sin retorno, el sitio donde el rey del rugby español se desenvuelve con soltura.
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Alcobendas
Fede Villegas, Santi Ovejero, Joaquín Domínguez, Matías Cabrera, Adrian Hall, Luciano Molina, Mikaele Tapili, Niels van de Ven, Mauro Perotti, Javi López, Sergio Molinero, Jano Cherr, Richard Stewart, Mauricio Londoño y Guillermo Domínguez. También jugaron: Gavin van den Berg y Damián España
15
-
19
VRAC
Raúl Calzón, Pablo Miejimolle, Mariano Viano, KaloKalo Gavidi, Sacha Casañas, Gabriel Vélez, Siosiua Moala, Pablo Gil, Baltazar Taibo, Axel Papa, Pedro de la Lastra, Guillermo Mateu, Alejandro Alonso, John-Wessel Bell y Tomás Carrió. También jugaron: Álvaro Meléndez, Tani Bay, Daniel Stöhr y Pedro de la Lastra
Anotación 0-3, min. 9: Puntapié de castigo de Baltazar Taibo; 0-6, min. 15: Puntapié de castigo de Baltazar Taibo; 3-6, min. 17: Puntapié de castigo de Javi López; 6-6, min. 29: Puntapié de castigo de Javi López; 9-6, min. 46: Puntapié de castigo de Javi López; 12-6, min. 51: Puntapié de castigo de Javi López; 12-13, min. 64: Ensayo de John-Wessel Bell y transformación de Baltazar Taibo; 15-13, min. 66: Puntapié de castigo de Javi López; 15-16, min. 68: Puntapié de castigo de Baltazar Taibo; 15-19, min. 76: Puntapié de castigo de Baltazar Taibo.
Árbitro: Iñigo Atorrasagasti. Sin amonestaciones.
CAmpo: Partido correspondiente a la final de la División de Honor disputado en Las Terrazas ante unos 200 espectadores, 50 de ellos desplazados desde Valladolid.
El Alcobendas quiso agarrar la corona antes de pisar el verde y terminó con la sonrisa languidecida. Las quinielas habían cosido el uno fijo con letras granates. El Quesos se jugaba un título, por primera vez, lejos de Pepe Rojo. Y lo hacía con todo en contra. Césped artificial, el mérito acumulado en el bando rival y el rectángulo más estrecho y con menos recorrido. Más de treinta grados, un adversario con la licra de la camiseta a punto de estallar y la mirada clavada en el entorchado. Cualquier equipo habría dimitido en la primera patada, pero el VRAC no entiende el lenguaje de las hipótesis y siempre busca algo más. Arrancaron los de Merino con las líneas prietas y la concentración de un cirujano en plena operación a vida o muerte. El conjunto madrileño esperaba menos resistencia, pero pronto se dio de bruces contra la realidad. Dos golpes de castigo situaron al Quesos por delante (0-6) al paso por el primer cuarto de hora. El rugby se jugaba en pocos metros. Un error, una patada. Un fallo, tres puntos para el contrario. Y en este tránsito entre la ilusión y el aguante, el cuadro castellano cometió un desatino en defensa y hundió una melé. Dos puntapiés que el Alcobendas convirtió en números para equilibrar la pelea y zurcir la confianza de un VRAC que fue mejor, pero que no supo controlar los gazapos. Vuelta a empezar.
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El equipo de Merino vivió sin agobios. Solo los errores rompieron los empellones, pero nunca descompusieron al VRAC, que tenía la mente lúcida y las piernas atiborradas de experiencia. El Alcobendas soltó un latigazo antes del descanso. Después de empatar a seis, el conjunto local se subió a la ola y estuvo a punto de terminar el primer acto con un ensayo que habría sido demoledor. El Quesos aguantó con oficio y energía. La final estaba donde quería el quince vallisoletano. Cuarenta minutos más allá habitaba la gloria. Los nervios del pretendiente y la pausa del campeón, del equipo que sabe como nadie jugar cuando el calcetín no tiene más reversos.
Como si fuera un espejo bocabajo, la segunda entrega comenzó con la calzada estrecha para el VRAC. Segunda melé hundida y tres puntos más para el Alcobendas, que ya miraba al trofeo por encima del hombro. El 9-6 despertó de nuevo al Quesos que estuvo a punto de atravesar la última línea tras una carrera desbocada de Bell. Los madrileños bajaron la barrera a tiempo. Un nuevo error descosió el marcador a favor de los locales, que elevaron un poco más su autoridad, ficticia, con un 12-6, que ponía a los de Merino contra la valla. En diez minutos, el Quesos había perdido el hilo, pero el campeón nunca se rinde. Con el mercurio a punto de reventar el vidrio y el césped de pega como si fuera un horno, Bell obró el milagro. Ensayo y patada certera de Taibo para romper la libreta del cuadro madrileño. El equipo azulón partió la desventaja y se puso por delante (12-13) en el minuto 64. Quedaba el último esfuerzo. Los fallos al rincón de pensar y el empujón definitivo como tarea indispensable. La alegría duró un suspiro. Otra irregularidad en defensa puso el oval en el empeine de Javi López, que embocó para resucitar el sueño de gloria para el Alcobendas (15-13).
Cualquier equipo habría plegado velas. Un poco de agua, hidratación y a terminar con dignidad, pero el Quesos es el campeón. Y el campeón nunca hinca la rodilla. Como si fuera un calco, el VRAC provocó el error del Alcobendas en la siguiente acción y Taibo volvió a percutir entre los palos con tino y templanza. El 15-13 se transformó en un ilusionante 15-16 con algo más de diez minutos de agonía por delante. Al equipo madrileño ya no le salían las cuentas. El cuadro castellano mantenía la mirada erguida y la concentración inyectada en la mirada. Antes del último chispazo de los locales, que vieron la última frontera a menos de cinco metros, el Quesos demostró que cuando tiene que arrastrar la panza y doblar el lomo tampoco encuentra rival. Los madrileños firmaron varias fases al borde de la línea de ensayo, pero los bravos pupilos de Merino aguantaron el órdago y esquivaron la guadaña con diez minutos para llegar al desenlace. Una melé, la cruz de los vallisoletanos durante todo el partido, significó el adiós del Lexus Alcobendas y el «hola, aquí estamos» del Quesos, que a cuatro minutos del final convirtió una indisciplina de su oponente en un puntapié que sella la Liga más compleja, la que mejor sabe, solo por el simple hecho de levantar el título a contracorriente, en casa de un adversario que se olvidó de que en las grandes citas, cuando ya no hay vuelta atrás, el Quesos sigue siendo el rey.
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