J. C. Cristóbal
Lunes, 11 de noviembre 2024, 11:36
El José Zorrilla está a pocas semanas de soplar cuarenta y tres velas de cumpleaños. Desde su inauguración en febrero de 1982 ha disfrutado de grandes partidos de fútbol, el del único título en la historia del Real Valladolid, el de la final de la ... Eurocopa sub 21, el de una final de Copa del Rey que le bautizó como el estadio de la pulmonía, los dos que acogió como sede del Mundial 82, o los cuatro en que abrió sus puertas a la selección española, además del montón de partidos en que el Pucela festejaba un ascenso o se angustiaba por una permanencia. También su césped se convirtió en escenario para los conciertos de mitos como Michael Jackson, Bruce Springsteen o Julio Iglesias. Y por volver al mundo del deporte, las dos veces en que sustituyó las porterías de postes y larguero por una H y transformó el balón esférico de todos los fines de semana por uno ovalado para celebrar las finales de Copa del Rey de rugby en los abriles de 2016 y 2017.
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El sábado será la cuarta visita al Zorrilla, esta vez en partido de selecciones, y el primer objetivo a cumplir será el que las gradas confirmen a Valladolid como capital nacional del rugby; los 26.500 y 23.000 espectadores de las dos finales coperas (en la de Liga del 18 bajaron a 10.430) concedieron a la ciudad esa etiqueta y marcaron un récord de asistencia en partidos entre clubes españoles, solo superados por los aforos del Camp Nou en una final del Top 14 francés, de San Mamés en las finales de la Champions Cup y la Challenge Cup, del Metropolitano con la visita del Classic All Blacks o de Anoeta con los equipos del sur de Francia.
Esta ventana de noviembre ha refrescado la memoria de muchos aficionados hasta llevarles a esa primavera de 2016 en que el rugby volvió loca a Valladolid. Ese VRAC-El Salvador fue mucho más que otro derbi o que una final de Copa (ya se midieron en las de 2006 y 2011 con victorias chamizas), sobrepasó la condición de gran evento deportivo y derivó en un acontecimiento social que involucró a toda la ciudad durante varias semanas.
Los clarines y timbales empezaron a sonar con las semifinales del 31 de enero. El Quesos ganó en Alcobendas, El Salvador le imitó en Santander, entre los dos firmaron una final vallisoletana y los dos clubes se pusieron manos a la obra para no repetir el disparate de cinco años antes, cuando la designación de Villajoyosa como sede obligó a los aficionados a echarse a la carretera y hacerse un montón de kilómetros para acompañar a sus equipos; los presidentes Juan Carlos Martín Hansen (hoy al frente de la FER) y José Antonio Garrote estaban de acuerdo en que la final tenía que ser en Valladolid, en Pepe Rojo. El campo de la carretera de Renedo era un templo habitual de estos partidos con seis finales de Copa ya disputadas allí, tres consecutivas entre 1998 (con el título que inauguró el palmarés del VRAC) y 2000 (victorias de El Salvador y la Santboiana), y las de 2003 (UCM 2M12), la mencionada de 2006 (ganada por el Chami en otro derbi) y la del año anterior, la de 2015 (en la vitrina del Quesos).
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Pero Pepe Rojo sabía a poco. La final en la vecina Balastera de 2012 (repitió dos años después) ofreció un magnífico ambiente con las aficiones del Ordizia y El Salvador, con un registro de nueve mil espectadores. No hay constancia de que Hansen y Garrote coincidiesen en esa primera semana de febrero con el alcalde Óscar Puente y que uno de ellos soltara ese típico 'sujétame el cubata, ¿por qué no nos vamos al campo de fútbol?'. Puente llevaba unos meses al frente del Ayuntamiento, tras veinte años con León de la Riva, Felipe VI acababa de proponer a Pedro Sánchez como candidato a la investidura investido como presidente del Gobierno (votación que perdió); el nuevo alcalde se había venido arriba, apostó fuerte y se marcó un órdago a la grande con una pareja de sotas. El resto es historia.
El primer paso fue formar una comisión técnica para garantizar la viabilidad de jugar un partido de rugby en el césped de Zorrilla, se recibió el consentimiento del Real Valladolid para utilizar su terreno de juego, los presidentes chamizo y quesero se reunieron con el concejal de Deportes, Alberto Bustos, y el gerente de la FMD, Borja Lara, para formalizar toda la documentación y solicitar de manera oficial la organización de la final, y una vez recibida la confirmación el 23 de febrero, Ayuntamiento, VRAC y El Salvador pusieron sobre la mesa el papel del José Zorrilla, y si salía rana, por debajo asomaba el comodín del Pepe Rojo. Todo iba a depender de que el Real Valladolid no jugase ese domingo en casa contra el Real Zaragoza, y ya sabemos que La Liga tiene la mala costumbre de fijar sus horarios a corto plazo. Cuando la LFP programó el partido para la noche del sábado se acabó la partida. La suerte estaba echada. Era un 15 de marzo y faltaba un mes y dos días para la final del Zorrilla.
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Fueron unas semanas frenéticas. Los dos clubes se conformaban con vender doce mil entradas, tomaban como un éxito llegar a las quince mil, con las que se cubrirían los anillos inferiores y las gradas ofrecerían un buen aspecto ante las cámaras de televisión. Las previsiones se desbordaron. Los habituales de Pepe Rojo compraron sus boletos y animaron a familiares y amigos, en los corrillos que se formaban en bares, aulas y oficinas era normal escuchar 'ayer saqué dos entradas para mí y otras cuatro que me encargaron, date prisa que vuelan'. La prensa local se volcó, las redes sociales reventaron sus altavoces, y se colgó el cartel de no hay billetes varios días antes de la fecha. Óscar Puente afirmó entonces que si el Zorrilla tuviera cuarenta mil localidades, también se habría llenado.
Ese 17 de abril forma parte de la historia del deporte local. Más de doscientos periodistas acreditados, un palco que se quedó pequeño con la presencia del rey Felipe VI, del presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, de los cuatro alcaldes democráticos de la ciudad, el presente Óscar Puente, los pasados Rodríguez Bolaños y León de la Riva, y el futuro Jesús Julio Carnero, por entonces presidente de la Diputación provincial, las ministras vallisoletanas Sáenz de Santamaría y García Tejerina, y también el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez con su esposa Begoña Gómez (ésta en el antepalco). Llovió a rachas y a nadie le importó, todos disfrutaron de la fanzone y del tercer tiempo.
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Un año más tarde, el 30 de abril de 2017, se siguió la estela del cometa, y ya no fue igual; no hubo derbi porque El Salvador defendió título ante la Santboiana, que solo desplazó a un puñado de aficionados. Llovió con fuerza y, aun así, subieron al Zorrilla 23.000 aficionados, el chaparrón deslució la fiesta y se perdió; al año siguiente, un 26 de mayo, en la final de Liga que ganó el Quesos al Chami (18-12), se descendió a más de la mitad, el globo perdió aire y quedó en el ánimo la certeza de que no hay nada como la primera vez.
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